miércoles, 14 de diciembre de 2016

14 dicb.: Yo soy el Señor y no hay otro

Viernes 16, a las 5’30 h., pm.
ESCUELA DE ORACIÓN.
Salón de Actos, Jesuitas. Málaga

Liturgia
          Yo soy el Señor y no hay otro. Bello comienzo de la 1ª lectura, tomada de Isaías (45, 6-8.18. 21-26). Tras una presentación solemne del Señor, viene una orden divina: Cielos, destilad el rocío; nubes derramad la victoria. Una expresión muy significativa del adviento, con referencia clara al anuncio del Mesías: ábrase la tierra y brote la salvación (o al Salvador).
          Es el anuncio de Dios, que predice ese importantísimo momento de la llegada del Salvador a la tierra. Es obra de sólo Dios. No hay otro Dios fuera de mí. Yo soy un Dios justo y salvador, no hay ninguno más.
          Y de la boca de Dios saldrá una sentencia irrevocable: Ante mí se doblará toda rodilla… Y dirán: “Sólo el Señor tiene la justicia y el poder”. ¡La salvación del hombre está mucho más cerca, y es Dios quien trae ese desquite!
          Con la vuelta de Isaías a esta 1ª lectura se ha avivado el sentido gozoso del adviento. Y ya podemos hacer jaculatoria de este período la expresión que ha salido al principio: “Cielos, destilad el rocío, y que las nueves lluevan al Justo”. Porque estamos necesitando que aparezca el que viene a salvar a su pueblo y establecer la paz en las naciones.

          El evangelio repite, desde otro evangelista (Lc. 7, 19-23) el mismo tema que tuvimos el domingo pasado. Vuelve a introducirse la figura de Juan Bautista, personaje clásico del adviento, aunque ya en un momento posterior a la venida de Jesús. Pero para Juan quedaba un interrogante: ¿era Jesús, el Jesús de la misericordia y del perdón, ese Mesías que Juan había predicado como quien pone el hacha en la raíz de los árboles? ¿O debían esperar a otro?
          Jesús no hace un testimonio personal de sí mismo para que los emisarios lleven la respuesta a su maestro Juan, preso ya de Herodes. Lo que hace Jesús es retener a aquellos hombres a su lado y seguir haciendo ante sus ojos las obras habituales de su acción diaria: dar la vista a los ciegos, hacer hablar a los mudos, poner en pie a los paralíticos inválidos, limpiar a los leprosos, hacer oír a los sordos, y acudir amorosamente a los pobres para socorrerles en sus miserias y anunciarles la Buena Noticia de la salvación.
          Aquellos discípulos de Juan están viendo todo aquello. Es la respuesta de Jesús. Y es una respuesta evidente para quienes tienen una mentalidad mesiánica, puesto que todo aquello era lo que estaba anunciado que sería propio del Mesías. Id a Juan y contadle lo que habéis visto. Juan no necesitaría más. Era la respuesta contundente para la tranquilidad de aquel hombre que había entregado su vida a ser fiel al anuncio mesiánico, por el que se hallaba en prisión.


          Ya dijo Jesús que “por sus obras los conoceréis”. Ahora él tenía que ser conocido por esas sus obras, las que estaban anunciadas desde antiguo. Pero nos quedaríamos en el pasado si sólo fuéramos a considerar a aquellos ciegos que veían o a aquellos sordos que oían…, etc. Los tiempos actuales nuestros ya han contemplado aquellos hechos significativos. Pero el “signo” conduce a la realidad como el humo conduce al fuego. Y hoy la presencia de Jesús está para abrir otra visión más profunda, la que hace ver con ojos de fe y aceptar el mensaje que viene de la Iglesia y que viene de Dios. Nos conduce a tener otra comprensión cuando oímos la palabra de Dios para la que estábamos sordos o duros de oído. Tiene que ponernos en pie cuando las parálisis de nuestra voluntad nos tienen postrados sin poder enderezarnos debidamente. Tiene que caer esa costra de una lepra mucho más contagiosa que la del bacilo de Jansen. Hoy sigue habiendo sordos que no oyen, ciegos que no ven, cojos que no saben caminar sino cayéndose y levantándose malamente, cargados con su lepra particular…, porque en el fondo no han aceptado ser los pobres a los que les llega de verdad la Buena Noticia que les dice: Si tu pie es ocasión de pecado, córtalo; si tu ojo te es ocasión de pecado, arráncatelo… Y siempre acabo diciendo: Jesús no nos quiere ni cojos ni tuertos. Pero nos quiere honradamente drásticos para poner el remedio allí donde tenemos el defecto. Ese es el efecto mesiánico más claro para hacer real el adviento en nuestro corazón.

2 comentarios:

  1. Y,nosotros¿ somos fieles en vivir la Buena Noticia traida por el Mesías? La Iglesia ycada una de sus Parroquias siguen llevando la buena noticia de Dios al mundo. El Papa Francisco aprovecha todas las ocasiones para ayudarnos a ser conscientes de nuestra dignidad, o a recuperarla. En la Comunidad, el Párroco nos anima porque, a pesar de nuestros fallos humanos debemos procurar que no nos desmotiven y que no nos escandalicen...¡ Somos muy importantes para Dios, debemos descubrir la presencia del Espíritu en los gestos de cada día.

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  2. Pero nos quiere honradamente drásticos para poner el remedio allí donde tenemos el defecto

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