domingo, 18 de diciembre de 2016

18 dicb.: En los aledaños de la navidad

Liturgia del 4º A domingo de adviento
          Llegamos al último domingo de adviento y las lecturas nos sitúan ante dos momentos importantes de ese proceso que conduce a Belén. De una parte, la 1ª lectura (Is. 7, 10-14) nos pone ante la promesa de Dios, aun a siglos de distancia, de que una virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien le pone por nombre ‘Enmanuel’ (que significa ‘Dios con nosotros’). Es un verdadero portento que va a ocurrir porque Dios le ofrece ese signo a Acaz, y es un signo “en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo”, es decir: ahí donde el ser humano no tiene lugar. Por tanto es una señal que sólo Dios puede llevar a cabo. ¡Estamos ante el misterio de la encarnación!
          Ese misterio tiene lugar en el tiempo en la persona de María de Nazaret, que estaba prometida decididamente en matrimonio a un hombre justo y bueno, descendiente de David, y llamado José. El caso es que José se encuentra con su prometida embarazada sin que él haya intervenido. Y a José le comunica María que ha sido una obra de Dios.
          Si José duda de primeras, el golpe moral es indecible: se siente el varón burlado. (Mt. 1, 18-24). Creer a María es lo que él desea. Pero de todas formas su situación es muy difícil. Y creerla le hace más complicada aún, si cabe, la situación, porque significa que Dios ha tomado posesión de María, y no va José a disputarle esa posesión a Dios. Por ello su recurso es plantear la huida…, quitarse de en medio.
          Ahí interviene Dios, que compagina las dos realidades: José, hijo de David, no temas en llevarte a María, tu esposa, porque la criatura que hay en su seno viene del Espíritu Santo.
          Más aún: ese niño va aparecer siempre como un hijo, porque tú le pondrás el nombre: Jesús, porque él salvará al pueblo de sus pecados.
          Dios no le quitaba el puesto a José. Dios destinaba a José a ser el padre de aquella familia y, por tanto, el que custodiaría, enseñaría, educaría, y acompañaría a ese hijo.
          Se cumplía la Escritura que Dios había prometido a Acaz, como confirma este evangelio de hoy.
          Y se celebró la boda y José tomó a María y la llevó a su casa. y comenzaban un nuevo periplo de su vida. Lo que ellos no imaginaban era que Dios iba a seguir actuando a su manera en la vida de aquellos esposos.
          La 2ª lectura (Rom 1, 1-7) nos lleva a Pablo que se presenta como heraldo del evangelio, que remite a las Escrituras santas que se refieren al Hijo de Dios, nacido en lo humano de la estirpe de David. Y el eslabón que engarza es precisamente José. José guarda, pues, enorme importancia en la historia del Hijo de David, o Mesías de Dios, Jesucristo nuestro Señor.
          Estamos ante el sprint final del adviento, ante el encuentro con Jesús mismo. Que si hoy se presentara al vivo ante nosotros, ante cada uno, es evidente que nos enfrentaría a determinadas actitudes y posturas personales. ¡Pues ese encuentro personal se realiza en la Eucaristía! Ahí tenemos a Jesús no ya sólo “ante” nosotros sino interior en nosotros: ¿qué podríamos ofrecerle como modo de “hacer la cuna” a ese Jesús que está a punto de venir? Pensemos. Y a lo mejor encontramos algún detalle personal que ofrecer hoy.

[Del libro: ¿Quién es Este?]              En el caminar hacia la Montaña de Judea.
Por supuesto que alrededor suyo había silencios, y María no era ajena a ellos. Había compañeras que callaban su pena. En realidad aquel viaje era por algún motivo que les preocupaba o entristecía. Otra callaba porque no tenía nada dentro, y a más vacío, menos tenía que hablar. Había silencios de oración, de Salmos de esperanza, de misericordia, de súplica, de dolor, de abandono que se expresaba en suspiros profundos. Y horas por delante para que María supiera “tocar” con su ternura y su delicadeza, situaciones que estaban necesitando aquello. Realmente ya habían advertido en María ese algo distinto que levanta ánimos y sonríe hasta hacer saltar cerrojos íntimos del alma. Penas y situaciones que sólo se hablan cuando hay alguien capaz de estar al lado, que sabe callar pero acompañar, o dejar caer la palabra oportuna que hace romper en un llanto liberador. María aprovechaba silencios y se acercaba de forma muy queda para no herir sentimientos, no forzar conversaciones, ni dejar que alguien dejara de hablar lo que necesitara hablar para desaguar la amargura que llevaba dentro. La otra muchacha, con su secreto de amor incipiente, que le salía en cuanto alguien supiera sintonizar su fibra… Y María era también una muchacha enamorada que podía comprender perfectamente e incitar a un amor abierto y grande. ¡Se había dejado Ella su matrimonio en puertas…! ¿No iba a comprender?







          Ante la proximidad de la Nochebuena, deseamos preparar nuestro Belén interior.

-         que la Iglesia viva con regocijo y profundidad la Navidad de Jesús, Roguemos al Señor.

-         que cada uno de nosotros sepa preparar un personal Belén donde venga a gusto el Señor, Roguemos al Señor.

-         que admiremos y procuremos imitar la fe de José, contra toda razón, Roguemos al Señor.

-         que la Eucaristía de hoy tenga repercusión en nuestra vida, Roguemos al Señor.


Envía, Señor, tu Espíritu sobre nosotros para que nos dispongamos a responder con fidelidad a las diferentes venidas que quieres hacer en nosotros.

          Por Jesucristo N.S.

1 comentario:

  1. Que si hoy se presentara al vivo ante nosotros, ante cada uno, es evidente que nos enfrentaría a determinadas actitudes y posturas personales. ¡Pues ese encuentro personal se realiza en la Eucaristía! Ahí tenemos a Jesús no ya sólo “ante” nosotros sino interior en nosotros: ¿qué podríamos ofrecerle como modo de “hacer la cuna” a ese Jesús que está a punto de venir? Pensemos. Y a lo mejor encontramos algún detalle personal que ofrecer hoy.

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