sábado, 17 de diciembre de 2016

17 diciembre

Liturgia.-  17 diciembre
          A una semana de la Nochebuena. Cambia el ritmo litúrgico. Hasta aquí “ha mandado” en la liturgia de adviento (en la celebración eucarística) la primera lectura, y los evangelios iban “a remolque” (he dicho varias veces que “atraídos” por la 1ª lectura). A partir de hoy son los evangelios los que llevan la voz cantante, y las primeras lecturas se adaptan a ellos. Ahora más que señalarse la “semana de adviento”, se resalta el día del mes: vamos ya en la cuenta atrás al día 25 (y su preparación de la medianoche anterior, que es el día de Nochebuena).
          El Evangelio de hoy es  muy soso de leer (Mt 1, 1-17) pero encierra un enorme contenido. Jesús, que aparece al final, es “identificado” con un árbol genealógico que comienza en Abrahán, el padre en la fe y el depositario de la Promesa. Isaac, Jacob, Judá… Se van eliminando estirpes y va quedando la línea que conduce a Jesús. Y en esa línea entran personajes de todo pelaje, porque Jesús ha asumido la historia entera de la humanidad. David queda ahí en medio como personaje de suma importancia en los diversos eslabones del Mesías. Hasta llegar a José, que es quien entronca con David, y que está casado con María, de la cual nació Jesús, el llamado Cristo. Hay una clara variación: las otras mujeres que han aparecido son meros instrumentos, porque la generación del hijo de da al padre. Al llegar a José, se determina que la que da a luz y es la madre –línea directa- es María, elegida por el Señor para esa llegada al mundo del Mesías de Dios.
          Y la 1ª lectura (Gn. 49, 2. 8-10) insiste en la línea de Judá, cuya hegemonía se impondrá a todos sus hermanos, porque de Judá vendrá el Salvador.
[Del Libro: ¿Quién es Este?             LA SUBIDA A AIM-KARÍN
Cuando reemprendió marcha la caravana, Ella se presentó a las que habían de ser sus compañeras, que muy pronto comprobaron que la muchachita joven que se les unía llevaba todo el gracejo de la simpatía y la bondad de corazón. La relación amistosa no tardó en surgir, la conversación se hizo viva, y cada una explicó el motivo de su viaje. María dijo con toda sencillez que iba a estar unos meses con una parienta suya mayor, que estaba encinta.
Pasó un tiempo con conversaciones, anécdotas, silencios. A María esos silencios le llevaban a disfrutar porque eran su ambiente más propicio para llevar su corazón hasta Dios, y su mirada recatada y amorosa hacia el Hijo de sus entrañas.
A media mañana tuvieron la parada de rigor, en que todos habían de echar pie a tierra, estirar músculos, descansar de sus posturas varias horas mantenidas, mientras que las bestias abrevaban y tomaban alguna hierba que les refrescaba y alimentaba. No sé si en esas paradas había algún hospedaje o simplemente eran espacios de descanso en los que poder romper la monotonía del viaje, que duraría varios días. Y los jefes de caravana ya tenían todo muy medido.
María estuvo entre las demás mujeres, quizás tomando alguna pequeña cosa que sostuviera hasta la hora del almuerzo, y luego caminando a ratos, echándose sobre la hierba, otras veces, distraída con algún bichito que pasaba por allí. En cualquier caso, su corazón iba por otras alturas, y su mente se detenía en el recuerdo de ese buen Dios que les proporcionaba el aire, el sol, el riachuelo…, aquella naturaleza, que podría estar más o menos poblada a lo largo del trayecto. El responsable –que llevaba el cargo de María- se interesó cómo estaba y cómo le iba, o si necesitaba alguna cosa.
Cuando se dio la orden de marcha, cada uno ocupó su puesto, se comprobó que estaban todos, y se reemprendió el camino. Quedan otras varias horas por delante hasta que se llegara a la posada.

Y este monótono avanzar/descansar, parar en posadas al efecto podríamos repetirlo cuatro días o cinco. Y puede CONTEMPLARSE con fruto, con las variaciones diversas que deje la imaginación. Pero es claro que yo no voy a hacerlo día por día. También nos tocará entrar en un aspecto menos resaltado hasta ahora: EL SILENCIO DE MARÍA y sus efectos benéficos en las compañeras de la caravana.  Cuatro o cinco días de viaje en esas condiciones se hacían pesados. Cada día más. Por eso, cada día había menos cosas que decir y menos ganas. En la carreta se adoptaban las posturas más cómodas, aunque no fueran siempre las más estéticas.
Era, podríamos decir, la hora de María, la hora de gozar de su silencio, de su misterio, de su Dios, de su Hijo. Esos momentos en que aflora la profundidad que hay en el alma. Poco estorbo encontraba ahora María para ese regocijo espiritual. El silencio de María no es simple silencio, mero aburrimiento. Era como el vaso que se va colmando, naciendo desde el manantial interior. Lo que María meditaba en su Corazón era ya la explosión de esa vida interior que sostiene todo lo demás. La que no deja lugar al cansancio porque a más silencio, más crece esa vida, más se expresa en requiebros y emociones del alma.

1 comentario:

  1. El Evangelio de hoy es muy soso de leer (Mt 1, 1-17) pero encierra un enorme contenido

    ResponderEliminar

¡GRACIAS POR COMENTAR!