lunes, 19 de diciembre de 2016

19 dicb.: Zacarías en el Templo

Liturgia
          Dos relatos paralelos en las lecturas de hoy: La mujer de Manoj (Juec 13, 2-7. 24.25) era estéril (en la idea de aquel tiempo). Un día tiene un encuentro misterioso con un personaje (un hombre de Dios”) que le anuncia que tendrá un hijo: Vas a concebir y a dar a luz un hijo. En adelante no bebas vino ni licor, porque el niño que va a nacer será consagrado al Señor desde el seno de su madre. Y la mujer concibió y tuvo ese hijo al que ella llamó Sansón, porque Dios era quien se lo había dado.
          En el evangelio (Lc 1, 5.25) tenemos un matrimonio ejemplar, que ha caminado siempre según la ley de Dios, pero que no habían tenido hijos, “porque Isabel era estéril”. Y ya ambos de edad avanzada.
          No me detengo en detalles porque hace pocos días que lo he hecho. Pero voy a lo esencial: Zacarías era sacerdote. Ahora le tocaba oficiar en el Templo, según el turno suyo (de Abías). Y se despidió de Isabel y se fue al Templo para cumplir su cometido. Y le tocó ofrecer el incienso de la oración d la tarde. Y mientras el pueblo esperaba fuera, él entro en el santuario para oficiar. Y tuvo una visita inesperada en el silencio del recinto sagrado: un ángel de Dios le saludó con el saludo propio de Dios: No temas, Zacarías. Y le dijo algo que tuvo que dejar dubitativo al sacerdote: Tu oración ha sido escuchada. A estas alturas de su edad, puede pensarse lógicamente que ya su oración no era la de tener un hijo. ¿A qué se refería aquel emisario de Dios? Y el ángel le aclara, le concreta, le da todas las explicaciones.
          Zacarías no cabe de gozo y de incertidumbre. ¿Sueña? ¿Puede ser verdad lo que está oyendo? Y en un momento de debilidad llega a pedir pruebas de que aquello que le dice el ángel es una verdad y no un sueño. Gabriel, el ángel de los grandes momentos de Dios, se identifica y le dice: Vas a tener una señal. Pero vas a tener tiempo para meditarla a solas, porque quedarás mudo hasta que el niño nazca. Zacarías quedó anonadado. No había procedido rectamente. Pero al mismo tiempo estaba eufórico porque el anuncio había sido maravilloso.
          Cuando acabó el turno de su servicio Zacarías llegó a su casa, y tras los primeros difíciles momentos para expresar que no estaba enfermo sino que le había visitado Dios, Zacarías e Isabel se fundieron en un gozoso abrazo, porque Dios les había hecho partícipes de sus proyectos, y ya con la inmediatez de ser ellos quienes darían la vida al que había de preceder al Mesías.

EN CASA DE ZACARÍAS E ISABEL  [Del libro: “Quién es Este”]
María llamó desde fuera a Isabel para anunciarse. Cuando Isabel salía, María se adelantó y entró en la casa y saludo a Isabel. Aquello fue como un terremoto. En cuanto el saludo de María llegó a su parienta mayor, se levanta una catarata de emociones en los que Isabel nota claramente que el hijo de sus entrañas da saltos en su vientre. Y a voz en grito, –muy propios de la cultura hebrea- comienza a decir, llevada por un Espíritu superior (“había quedado llena del Espíritu Santo”,  dice el evangelista): “bendita Tú entre las  mujeres, y bendito el fruto de tu vientre”.  . [Me dijo una vez un tocólogo que lo que los saltos del feto de 6 meses de gestación eran imposibles” Yo me limité a responder que donde todo lo que se está desenvolviendo desde la Encarnación es algo inaudito, poco podría extrañarme los saltos del niño en el seno de su madre].
Zacarías salió precipitadamente, entre asustado y curioso: ¿qué pasaba allí? ¿Qué le había ocurrido a su mujer? Yo no sé si Isabel tuvo siquiera en ese momento una palabra explicativa de que aquella muchachita era su pariente María… Más bien fue María la que se adelantó a saludar a Zacarías. Seguía Isabel en sus mil revoluciones por segundo, como abstraída de todo lo demás.
Podemos imaginar la cara de sorpresa y admiración de María. No había mediado palabra ni explicaciones. Ella no había hecho más que saludar, y no salía de su asombro. Pero es que Isabel seguía en su paroxismo místico (allí solamente podía haber hablado Dios), y a María se le viene encima aquello, que es un reconocimiento público del misterio que había guardado con tanto celo... ¿Quién soy yo –sigue exclamando Isabel- para que me visite la Madre de mi Señor? ¡Dichosa tú, que has creído, porque lo que ha dicho el Señor, se cumplirá".  Zacarías mismo estaba absorto

Isabel se calmaba. María estaba con los ojos bajos, entre extasiada y pudorosa. Y cuando ya pudo hablar, lo que más me encanta es que María no dijo a nada que no… No podía decirlo. (Existen personas que parecen quererse como quitar de encima las alabanzas que reciben. Por supuesto María no es así). Cuanto Isabel le ha dicho es verdad. ¿Qué es bendita y agraciada entre todas las mujeres? - Es verdad. ¿Qué es bendito el fruto de su vientre? - ¡Sin la menor duda! ¿Qué la llamarán bienaventurada todas las generaciones? - Lo más seguro. ¿Qué el niño de Isabel dio saltos en el seno de su madre al saludar Ella, que llevaba dentro al propio Hijo de Dios? - Pues no le extraña nada…

1 comentario:

  1. La mujer de Manoj (Juec 13, 2-7. 24.25) era estéril (en la idea de aquel tiempo).

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