martes, 13 de septiembre de 2016

Para el día 14

El día 15 no habrá tema nuevo en el blog, por ausencia en el ENCUENTRO NACIONAL del Apostolado, en Madrid

Liturgia
          Hoy tenemos una lectura primera que tenemos muy conocida quienes hemos estado en el ministerio de las bodas. Y un tema muy deseado por las parejas porque les suena “bonito” y lleva un cierto aire de canción.
          Arranca Pablo desde el final que tuvimos ayer (1Cor 12, 31-13, 1-13): ambicionad los carismas mejores. Para concretar en el carisma del amor mutuo, que es superior a hablar lenguas misteriosas de ángeles o de hombres; si no tengo amor no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden (repito: aunque hablara lenguas de ángeles).
          Superior a tener el don de predecir el futuro y conocer todos los secretos del saber, e incluso tener una fe que moviera montañas de su sitio. Si no tengo amor, no soy nada. (Aunque fuera un gran sabio).
          Podría repartir limosnas y dar todo lo que tengo y aún dejarme quemar vivo. Si no tengo amor, de nada me sirve. (Aun eso).
          Y ahora entra la enumeración que subyuga a los novios, y que realmente les suena más a deseo y a canción, pero que yo voy a intentar sacar de la poesía: El amor comprende al otro, y se hace servicial. No entiende de envidias o celos. Por eso no se permite una palabra o un gesto que sea falto de educación ni expresión egoísta. Amor y egoísmo se contraponen radicalmente. El amor no admite irritarse ni llevar cuentas de defectos ajenos. No se alegra de lo malo, sino que goza con la verdad de las cosas. Disculpa siempre; tiene fe sin límites en el otro y confía siempre en el otro. AGUANTA SIN LÍMITES.
          Todo lo demás, por hermoso e importante que sea, pasará de largo. El amor verdadero nunca se pasa. Pero eso se entiende cuando el niño deja de ser niño y surge el adulto del espíritu que ya no se deja llevar de las cosas del niño.
          Ahora permanecen aún la fe, la esperanza y el amor. Pero la que durará siempre será el amor, porque en el Cielo sólo se sabrá amar. Allí no hará falta la fe ni habrá que esperar nada. Allí todo será amor.

          Lc 7, 31-35 es la queja de Jesús con aquel pueblo y aquellos dirigentes que no saben lo que quieren. ¿Con qué puede comparar Jesús a esa generación que ni vive ya lo antiguo no acoge lo nuevo? Responde Jesús: se parece a los niños que se echan en cara en la plaza que tocaron palmas y no se alegraron los otros; cantaron cantos de muerto y no lloraron.
          Queda clara la intención de Jesús: Porque -les dice- vino Juan Bautista que ni comía ni bebía y dijisteis que tenía demonio. Viene el Hijo del hombre que come y bebe y decís: Es un borracho y comilón, amigo de publicanos y pecadores. Vuestra sabiduría se manifiesta claramente ahí.
          Merece la pena la reflexión sobre esa advertencia de Jesús, aunque ya no sea en tema tan importante como acogerlo a él o no acogerlo. Creo que lo podríamos bajar a la vida diaria y descubrir esas situaciones o personas siempre displicentes a las que no les cuadra ni blanco ni lo contrario. Personas que viven en una continuada negatividad aún en las cosas más simples. El hecho es ver siempre la media botella vacía, el sacar siempre a relucir el fallo, el defecto, la carencia… Hay ciertamente personas así y hacen recordar aquel chiste del novicio que entró en una congregación en la que sólo se permitían dos palabras al año. Y el primer año pronunció sus dos palabras: cama dura. Al año siguiente le llegó el turno: comida mala. Al tercer año: mucho frío. Y como fue advertido de su superior por la carga de negatividad que encerraban sus comunicaciones, acabó al año siguiente diciendo: Me voy. Es el final amargo de alguien que no acepta la realidad y tiene siempre que oponer un “pero” a cualquier cosa.

          Que aparte de lo amargo que debe ser para el sujeto, si es medio consciente de lo que siente, es que reparte amargura a su alrededor. Y provoca un malestar que no es fácil de digerir, y por eso se va encontrando solo cada vez más.

1 comentario:

  1. Si el Amor "perdura a pesar de todo, lo cree todo, lo espera todo y lo soporta todo" no hemos de tenerle miedo, con él no hay obstáculos en el camino. Yo que pertenecí al Coro de Santo Domingo, tengo experiencias muy dichosas: los recién casados solían escuchar el Evangelio con tanta atención que, algunos lloraban y todos hacían buenos propósitos de no intimidarse ante cualquier dificultad. ¡La Carta a los Coríntios interpretada por el Coro es preciosa! Algo sobrenatural debe tener el Amor que si es verdadero todo lo padecemos por él...¿Será porque Dios es AMOR?

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