sábado, 10 de septiembre de 2016

10 septbre.: El árbol y sus frutos

Liturgia
          La comunidad cristiana de Corinto puede encontrar en Pablo un padre que les quiere orientar porque los ama. Y como buen padre, también corrige y advierte. Y tiene que dar una de cal y otra de arena. Ayer les mostraba la necesidad de hacer una buena carrera en la vida, al modo en que la hacen los atletas en el estadio, pero con la fuerza mayor de quienes luchan por alcanzar un premio que no es el material. Y todo eso desde el punto de vista del valor del evangelio, que es una llamada superior y no un gusto humano.
          Establecidos esos principios hoy les habla como a gente sensata (1ª, 10, 14-22), y les pone ante un tema de mucha importancia: no se puede participar de las comidas dedicadas a los ídolos porque eso supone estar de acuerdo con los idólatras.
          Y para explicarse pone el ejemplo de la participación de los cristianos en las comidas eucarísticas: el que participa de la Eucaristía se hace una masa con Cristo, y nos une a todos los que participamos de ello en una unidad, porque comemos del mismo pan.
          Por eso mismo no deben nunca de participar de las comidas ofrecidas a los ídolos porque sería hacerse una masa con los paganos, y no pueden participar de las dos copas, la del Señor y la de los demonios, que sería como provocar al Señor.
          Todo esto queda mucho más actual de lo que parece. Y hay que referirlo a esos cristianos que de una parte participan de la Eucaristía y por otra parte están yéndose tras situaciones voluntarias, evitables,  absolutamente contrarias a la Eucaristía.
          Queda actual en esa práctica eucarística que luego se está contraviniendo con criterios no admisibles y mucho más acordes con actitudes profanas “modernas” pero de ninguna manera acordes con criterios evangélicos.
          El razonamiento de Pablo en este trozo de su carta es para pensárselo y para saberlo concretar con la situación que nos da fácilmente la mirada “a la calle”…, a las muchas comuniones y a las no precisamente fidelidades al pensamiento cristiano, a recomponer la vida de la Gracia a través del sacramento de la penitencia.
          Y muchos detalles de la vida que intentan compaginar la fe con la ausencia de práctica y de principios evangélicos. Merecería la pena una reflexión sobre hechos concretos que estamos viendo.
         
          Lc 6, 43-49 enlaza muy bien con todo eso. Nos dice Jesús que al árbol se le conoce por sus frutos, y que un árbol malo no puede dar frutos buenos. Examinando los frutos de la vida de cada uno habremos de sacar en claro de qué árbol se trata. Porque no se sacan higos de las zarzas ni racimos de los espinos. Según los frutos que vemos, sabemos qué árbol hay detrás.
          El que es bueno, de la bondad que atesora su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal, porque de lo que hay en el corazón habla la lengua.
          Y bajando a un tema tan álgido como el de la práctica (frente al absurdo del “creyente-no practicante”), dice Jesús: ¿Por qué me llamáis ‘Señor, Señor’ y no hacéis lo que os digo? Os voy a decir a qué se parece el que se acerca a mí, escucha mis palabras y no las practica: al que construye su casa sobre tierra, sin cimiento… Que cuando llegó la riada, enseguida se derrumba la casa desplomándose.
          Ha sido Jesucristo muy gráfico en las dos comparaciones que ha puesto, muy fáciles de entender. Y que lo que queda ahora es que pasen del entendimiento a la realidad de la vida. Y no me refiero ahora a “gentes perversas”, sino a los católicos españoles que vamos desvirtuando nuestras exigencias… Me refiero a ese conjunto de personas que participan de la eucaristía…, y de las “comidas” ofrecidas a los “ídolos” de la pornografía, del no saber perdonar, de no acercarse a la Confesión con la conveniente frecuencia, del andar entre dos aguas, de la juventud que descuida la vida práctica de su fe y de su participación asidua a la Eucaristía… Me refiero, pues, a la vida diaria de ese conjunto de “creyentes-no practicantes” o “medio practicantes”, que llevan un tanto libremente su sentido cristiano de la vida.

          Y no quiero quedarme fuera como quien mira a otros y se lava las propias manos. Quiero aplicarme estas llamadas evangélicas y sentirme aludido por la Palabra de Dios.

1 comentario:

  1. Ana Ciudad11:52 a. m.

    CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (Continuación)

    CREO EN JESUCRISTO HIJO ÚNICO DE DIOS

    "Cuando se tiene la gracia de vivir una fuerte experiencia de Dios, es como si se viviera algo semejante a lo que les sucedió a los discípulos durante la Transfigución: por un momento se gusta anticipadamente algo de lo que constituirá la bienaventuranza del paraíso. En general se trata de breves experiencias que Dios concede a veces, especialmente con vistas a duras pruebas"(Benedicto XVI).

    PARA QUÉ LLAMÓ JESÚS A LOS APÓSTOLES?.-Jesús tenía un gran círculo de discípulos a su alrededor, eran hombres y mujeres. De ese círculo elige a doce hombres, a los que llamó APÓSTOLES (Lc 6,12-16). Los Apóstoles recibieron de él una formación especial y diferentes tareas:"y los envió a proclamar el reino de Dios y a curar"(Lc 9,2). Jesúsllevó consigo sólo a estos doce apóstoles a la última cena, donde les encargó:"Haced esto en memoria mía"(Lc 22, 19b).
    Los apóstoles se convirtieron en testigos de la Resurrección y garantes de su verdad. Después de la muerte de Jesús continuaron con su misión. Eligieron sucesores para su ministerio: los OBISPOS. Los sucesores de los apóstoles ejercen en nuestros dias los poderes otorgados po Jesús: gobiernan, enseñan y celebran los misterios divinos. La unión de los apóstoles se convirtió en el fundamento de la unidad de la Iglesia (SUCESIÓN APOSTÓLICA). Entre los doce destaca una vez más Pedro a quién Jesús le otorgó una autoridad especial:"Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia".(Mt 16,18). En esta posición especial de Pedro entre los apóstoles tiene su origen el ministerio del Papa.

    ¡POR QUÉ SE TRANSFIGURÓ JESÚS EN EL MONTE?.-El Padre quería manifestar ya en la vida terrena de Jesús la gloria divina de su Hijo. La Transfiguración de Cristo tenía que ayudar después a los discípulos a comprender su muerte y resurrección .
    Tres evangelios relatan cómo Jesús, en la cumbre de un monte, a la vista de sus discípulos,comienza a brillar (se transfigura). La voz del Padre celestial llama a Jesús
    "el Hijo amado", a quién hay que escuchar.Pedro quiere "hacer tres tiendas" y retener el momento. Pero Jesús está en camino hacia su Pasión. Se trata sólo de fortalecer a sus discípulos.

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