viernes, 23 de septiembre de 2016

23 septbre.: El tiempo de la gracia

Liturgia
          Seguimos con el Eclesiastés (3, 1-11) y seguimos con ese estilo que le es propio y que, a bote pronto, suena a fatalista. Hoy se detiene en que en la vida hay tiempo para todo y un tiempo para cada cosa. Y hace una enumeración lenta de ese “tiempo” en forma muy repetitiva: tiempo de nacer, tiempo de morir; tiempo de plantar, tiempo de arrancar…, y así hasta 24 “tiempos” más.
          Una interpretación positiva es que cada cosa tiene su tiempo y es inútil pretender cambiar los ritmos de las cosas, querer adelantar los acontecimientos o que no lleguen cuando tienen que llegar. Sería una forma de encajarse en la realidad de la vida y no pretender buscarle 6 pies al gato, porque las cosas son como son y el tiempo de cada cosa es el que es.
          Pero simultáneamente equivaldría a cruzarse de brazos porque “ya llegará el tiempo correspondiente” y no se va a sacar nada con intentar otra cosa. Es evidente que eso ya no es cristiano, pues Dios nos ha puesto en la vida para cultivarla y para irle sacando el mayor provecho. Y eso supondrá muchas veces “forzar los ritmos” y no dejarlos ir a “su manera”. El cristiano es un ser inconformista por cuanto no puede dejar que las cosas sean como buenamente salgan sino intentando siempre sacarles el mayor provecho.
          En la ya citada -hace poco- parábola de los talentos, el que ha recibido 5 y el que ha recibido 2 han tenido que trabajarlos y no dejar simplemente a que las cosas salgan “a su manera”. El que recibió uno es el que ha pretendido que el tiempo pase “a su amor” sin él buscar el modo de que rinda ese talento. Y es considerado holgazán porque no puso el dinero en el banco…, por lo menos. Porque si hubiera procedido como el que recibió 5 o el que recibió 2, hubiera podido sacar otro talento además del recibido. Pero lo dejó todo a “su tiempo” y acabó por no hacer nada.
          Qohelet, pues –como decía ayer- puede entrar en dos interpretaciones. Y yo prefiero centrarlo en la de dar un tiempo a cada cosa, activamente, trabajándolo, y no en dejarse en la pasividad de que el tiempo sea el que resuelva.

          Lc 9, 18-22 nos trae el conocidísimo momento en el que Jesús preguntó a sus apóstoles quien dicen ellos que es él.
          Primero ha tanteado la opinión de lo que se dice por ahí: ¿quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? Puede ser que quisiera Jesús saber lo que se decía…, lo que había en el sentir popular. Pero tal como se desenvuelve la escena, más bien llego a pensar que les dio cancha a sus apóstoles para que ellos se lanzaran a hablar, puesto que era muy fácil decir opiniones ajenas.
          Pero pienso que una vez roto el hielo, una vez escuchada la variedad de opiniones: unos que Juan Bautista; otros que Elías que ha vuelto a la vida; otros que alguno de los profetas antiguos…, lo que a Jesús le interesa es saber el juicio de sus propios apóstoles, porque quiere cerciorarse de qué terreno pisa.
          Por eso acaba preguntando: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Eso era lo importante. Y Simón Pedro se adelantó a todos y respondió: El Mesías de Dios. Estaba muy bien respondido. Pero ¿estaba entendido? Porque en un clima de espera del Mesías, ver las obras que hace Jesús podía identificarse fácilmente con ese mesías esperado. Pero ¿sabía Simón Pedro lo que era verdaderamente el Mesías?
          En este evangelio se limita Jesús a completar la idea para que –ya que le reconocen mesías- no estén equivocados o desviados de lo que es el Mesías de Dios. Y Jesús entonces les completó: El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y doctores de la ley, ser ejecutado y resucitar al tercer día. Ese es el verdadero cuadro del “Mesías de Dios”. Lo que ellos tenían que asimilar, aunque no que proclamar, porque ellos no lo habían digerido, y en parte porque era una realidad que el pueblo había de ir sacando en claro a través de la vida y las obras de Jesús. No se trataba de dárselo hecho a la gente. En efecto aquí “cada cosa había de tener su tiempo”, y no era conveniente adelantarse a meterlo con calzador. Tenían las gentes que irlo viendo a través de las obras mesiánicas de Jesús.

          En este sentido hemos de estar convencidos que las actitudes  evangélicas no se adquieren forzando el ritmo. Hay que buscar y orar mucho, y esperar que llegue el “tiempo de Dios”…, que venga sobre nosotros “la fuerza de lo alto”. En resumidas cuentas, hay que vivir con mucha humildad el momento en que venga a cada uno la gracia de Dios.

5 comentarios:

  1. Ana Ciudad11:34 a. m.

    CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA continuación)

    CREO EN JESUCRISTO HIJO ÚNICO DE DIOS

    "Desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo...Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación"(Lc 21,26.28).

    QUÉ PASARÁ CUANDO EL MUNDO LLEGUE A SU FIN?.-cuando el mundo llegue a su fin, vendrá cristo, visible para todos.
    Las conmociones dramáticas anunciadas en la Sagrada Escritura, la maldad que se mostrará sin disimulo, las pruebas y persecuciones que pondrán a prueba la fe de muchos, son sólo la cara oscura de la nueva realidad: la victoria definitiva de Dios sobre el mal se hará visible. La gloria, la verdad y la justicia de Dios saldrán a la luz resplandeciente. Con la venida de Cristo habra "un cielo nuevo y una tierra nueva". "Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto, ni dolor porque lo primero ha desaparecido"(Ap 21,1.4).

    ¿Y CUANDO CRISTO NOS JUZGUE A NOSOTROS Y A TODO EL MUNDO?.-A quien no quiere saber nada del amor, no le puede ayudar Cristo; se juzga a sí mismo.
    Como Jesús es "el camino y la verdad y la vida"(Jn 14,6) se mostrará en él lo que tiene consistencia ante Dios y lo que no.Según el criterio de lo que es la vida de Jesús saldrá a la luz la verdad completa de todos los hombres, de todas las cosas y de todos los pensamientos y acontecimientos

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  2. Ana Ciudad12:04 p. m.

    Llevo casi un año comentando diariament los contenidos del Catecismo de la Iglesia Católica. Para algunos de los que se asoman al blog del Apostolado de La Oración habrá supuesto recordar lo que aprendieron en la niñez. Para otros,habrá supuesto adquirir algunos conocimientos.Sea lo que fuere, agradezco al padre Cantero, nuestro Director, haberme dado la oportunidad de sentirme nuevamente catequista.

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    1. Querida Ana, yo soy tu seguidora habitual y siempre disfruto mucho con tus catequesis, compatibles perfectamente con la fe de los Apóstoles, regla segura para la enseñanza de la FE.
      Creo que ha sido un acierto del P.Cantero el que te hubiera encomendado esta interesante labor evangelizadora, a fin de que el anuncio del Evangelio pueda llegar a todos los rincones y que todos los hombres puedan conocer a Cristo, que todos puedan descubrir, aún más,las inagotables riquezas de la FE; que todos puedan amarlo...Él te ayudará para que tu catequesis llegue a muchos...Que Dios te bendiga. Un fraternal abrazo. MªJosé

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  3. Señor, que viva yo según el Espíritu tuyo que habita en mí(Rom, 8)
    No le es fácil al hombre conocer la voluntad de Dios. La oración es camino indispensable para unirnos a Jesús y conocerlo.Pedro no tuvo ninguna duda para responder: "Tú eres el Mesías de Dios" Herodes, ayer, se quedó perplejo...No sabía quién era Jesús.Ante Jesús no es suficiente conocerlo como "opinión pública", hay que conocerlo personalmente, tratarlo y aceptarlo totalmente: sus palabras, sus actitudes, su muerte y su resurrección...

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  4. Ana Ciudad5:10 p. m.

    Te agradezco tu comentario,amiga Maria José.Un abrazo

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