viernes, 16 de septiembre de 2016

16 septbre: Resurrección, base de la fe

Hoy comenzamos la ESCUELA DE ORACIÓN en Málaga, para el curso 2016-2017.
A las 5'30 en el lugar acostumbrado.

Liturgia
          Al día de ayer correspondió el texto más primitivo de la revelación cristiana, el llamado kerigma que es el núcleo esencial de la fe. Es que comenzaba el capítulo 15 de la 1Corintios, que es uno de los capítulos más esenciales de la religión cristiana: el que declara la resurrección de Jesucristo, tras su muerte por nuestros pecados (según las Escrituras –que esto lo recalca el apóstol como fundamental-), y fue sepultado y resucitó de entre los muertos al tercer día, según las Escrituras, y se apareció a Cefas y más tarde a los Doce, después a más de 500 hermanos juntos; después a Santiago, a todos los apóstoles, y el último a mí. Este párrafo está escrito con letras de oro en la tradición cristiana y marca el meollo de la fe de la Iglesia (1-15). Por eso, aunque sea a toro pasado, no he querido dejarlo sin referirme a ello y dejar constancia de esa pieza básica de la revelación.
          Hoy (12-20) sigue Pablo argumentando el tema de la resurrección, para dejarlo bien atado y que no se pase de largo. Dice: hay algunos que no creen en la resurrección de los muertos. Eso significaría –arguye- que tampoco Cristo habría resucitado. Y si Cristo no hubiera resucitado, nosotros los testigos –sigue diciendo- apareceríamos como unos mentirosos, que afirmamos falsamente que Cristo resucitó. Y en consecuencia –nueva vuelta de tuerca- vuestra fe no tendría ningún sentido, puesto que nuestra fe se fundamenta en la resurrección de Jesús. Y al final de todo vendríamos a ser los más desgraciados de todos los hombres porque hemos confiado todo a una quimera.
          Pero no: Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos. Lo que lleva consigo que detrás del primero va el segundo y el tercero…, y cada uno de los demás. Ahí está también la resurrección de cada uno de nosotros. Porque la resurrección de entre los muertos es un hecho que ha quedado rubricado por la resurrección de Jesús, y en consecuencia nuestro final no es la tumba. Ella acogerá los despojos de lo mortal, pero la persona es inmortal y acabaremos siguiendo a Jesucristo en la resurrección de nuestros cuerpos.

          Lc 8, 1-3 no se presta a mucha contemplación. Es una reseña breve de algún detalle de la vida de Jesús. Por lo pronto, va caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando la Buena Noticia del Reino de Dios.
          Y no es de poca monta lo que se reseñe, pues la realidad de la vida de Jesús tenía en eso la parte más esencial de su labor. El Reino tiene que ser anunciado y Jesús no descansa, no se detiene. Su labor es ir a cada ciudad y a cada pueblo y a cada aldea, y explicar allí a las gentes los principios evangélicos por los que se establece el Reino de Dios en el Pueblo de la Alianza. Que no quede rincón que no haya recibido ese anuncio.
          Lo acompañaban los Doce. Eso es ya normal desde el momento que los eligió para estar con él y para prepararlos para que ellos sean un día los trasmisores de esta Buena Nueva.
          Y lo acompañaban algunas mujeres que él había liberado de malos espíritus y enfermedades. Y cita en concreto a María Magdalena, de la que habían salido siete demonios; y otras mujeres con sus nombres (algunas de ellas), que servían al grupo de Jesús y los apóstoles en sus correrías por aquellas ciudades.

          Lucas se cuida frecuentemente de introducir a la mujer, de manera que cuando cita un hecho con varones, añade casi a continuación un hecho acaecido con mujeres. Y éste que tenemos hoy delante es un caso concreto. Pero podrían aducirse varios. Invito a los entusiastas del Evangelio a comprobarlo, haciendo una pasada por el texto lucano y señalando las diversas veces en que ocurre esa inclusión de la mujer. De modo que en la extensión del Reino no quedan exclusivos los varones; en su papel propio también las mujeres contribuyen a que Jesús pueda realizar con más libertad su labor, pues ellas se encargan de ayudarles. Y dice expresamente que le ayudaban con sus bienes. Se han dado a la causa de Jesús y en consecuencia ofrecen sus personas y sus mismos bienes para facilitar la labor y que no tengan que estar pendientes Jesús y los Doce de la manutención. Ellas pueden hacerlo y lo hacen de buena gana.

1 comentario:

  1. Ana Ciudad9:11 a. m.

    CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (Continuación)

    CREO EN JESUCRISTI HIJO ÚNICO DE DIOS

    "En cierto sentido podemos decir que precisamente la Última Cena es el acto fundacional de la Iglesia, porque Cristo mismo se entrega y de este modo crea una nueva comunidad, una comunidad unida en la comunión con él mismo" (Benedicto XVI).

    ¿QUÉ SUCEDIÓ EN LA ÚLTIMA CENA?.-Jesús lavó los pies a sus discípulos la víspera de su muerte; instituyó la EUCARISTÍA e inuguró el sacerdocio de la Nueva Alianza.
    Jesús mostró su amor hasta el extremo de tres maneras: lavó los pies a sus discípulos y mostró que está entre nosotros como el que sirve. Anticipó simbólicamente su merte redentora, pronunciando sobre los dones del pan y del vino estas palabras:"Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía.Después de cenar, hizo lo mismo con el cáliz, diciendo: Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros"(Lc 22,19s). De este modo instituyó la Sagrada Eucaristía. Y al mandar a sus APÓSTOLES."Haced esto en memoria mía" (1Cor 11, 24 b), los convirtió en sacerdotes de la Nueva Alianza:

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