sábado, 17 de septiembre de 2016

17 sepbre.: ¿Cómo resucitaremos?

Liturgia
          Ya le presentaron a Pablo una de esas preguntas curiosas de las que somos tan aficionados a hacer: cómo será el cuerpo resucitado. (1Cor 15, 35-37. 42-49). Y podía decir con toda razón que “no lo sabía”, porque es meterse en un terreno de lo sobrenatural y desconocido. Y de lo innecesario. Porque a la hora de la verdad nos basta saber que “resucitaremos”; que cada uno resucitará con su individualidad. Pero más allá de eso, poco puede responderse en línea de razón, porque –sencillamente- no es un hecho de razón.
          De ahí que Pablo haga sus elucubraciones para responder a la pregunta. Seguramente lo más simple que dice es lo que mejor puede explicar: el grano de trigo que se siembra es muy distinto de la planta que crece. Y sin embargo es el mismo grano de trigo el que da la tal planta y la tal espiga. No siembras lo mismo que va a brotar después… Pues eso pasa –dice Pablo- con la resurrección de los muertos: se siembra lo corruptible (este cuerpo nuestro material que va a la tumba o que se convierte en cenizas), resucita lo incorruptible. Se siembra lo miserable, resucita glorioso; se siembra lo débil, resucita fuerte; se siembra un cuerpo animal, resucita un cuerpo espiritual. Podía decir Pablo ahora: “¿Os habéis enterado? ¿Habéis sacado algo en claro?”
          No cabe duda que Pablo ha dicho mucho y ha dado muchas pistas, pero en definitiva no ha podido decir más de lo que ha dicho. Y con lo que ha dicho no ha explicado nada razonable, sino que ha metido en pleno misterio: muere este cuerpo y resucita esta persona. Pero ya no puede decir más.
          Sigue explicándose: venimos de Adán que nos dio la vida; sin embargo es Cristo quien nos dio el espíritu, Adán era terreno y así somos en la tierra. Cristo es espiritual y así seremos en el Cielo, a imagen del Hombre celestial que es Cristo.
          ¿Ha satisfecho a quienes preguntaban con esta respuesta? Al final podemos decir que estamos ante lo que no sabemos ni podemos explicar. Resucitaremos, sí. Y eso es incuestionable por la fe. Y resucitaremos NOSOTROS, CADA UNO. Lo demás ya no podemos saberlo y queda en la curiosidad el querer averiguarlo. Porque Dios ya no ha revelado más allá de lo que necesitábamos saber.

          En Lc 8, 4-15 nos encontramos con la muy conocida y tantas veces explicada parábola del SEMBRADOR. No cansa volverla a explicar pero ya está muy conocida la explicación que puedo ofrecer.
          Empiezo por la razón que mueve a Jesús a expresarse en parábolas, que luego explicaba a sus apóstoles. Es que ellos estaban ya en disposición de comprender el pensamiento de Jesús, mientras que el pueblo llano no estaba en esa onda. Y como, además, era una cultura muy dada a las imágenes, Jesús le pone esas imágenes que eran verdaderos dibujos virtuales de lo que Jesús quería enseñar. Porque el pueblo mira y no ve; oye pero no se entera. En cambio “la imagen” la capta y con ello se aprovecha de la exposición de Jesús.
          Así “sale el sembrador” a sembrar a voleo, y al sembrar una parte de la semilla cae al borde del camino. Ni que decir tiene que esa semilla no germina porque unos granos son pisados por la gente y otros se los comen los pájaros. Así ocurre con la Palabra de Dios, que muchas veces cae en barbecho, en almas que ni le hacen caso.
          Otra parte cayó en terreno de poca tierra, y al crecer se secó por falta de humedad. Son los que escuchan la Palabra y les gusta pero no arraiga; creen algún tiempo pero cuando la cosa se pone difícil porque exige, fallan. Aquí podría situase todo ese caudal de Palabra de Dios que resbala del corazón, porque es muy bonito escuchar el evangelio pero es difícil vivirlo.
          Otro poco cayó entre zarzas y espinos y creciendo al mismo tiempo, acaba ahogada la Palabra. El mundo, las preocupaciones, los otros intereses, los afanes humanos…, son un frontón para acoger la palabra de Dios. Que es otra de las reflexiones personales que tenemos que hacernos cada cual, porque cada uno tenemos mucho follaje de cosas que impiden aceptar lo que dice Dios.

          Y una parte cayó en tierra buena y dio fruto. Es la parte que se acoge de la Palabra de Dios y nos dejamos influir y mover por ella, y se refleja en la vida de la persona. Es lo que yo llamo: habernos dejado bautizar por esa Palabra. Que quiere decir que hay otras zonas de nuestra vida que “no están bautizadas”. Jesús, en su misericordia, llega a dar por tierra buena a los que siquiera han respondido en un 30 por ciento. Yo digo que debemos aspirar entonces a dar el 60 y a llegar a más, cuanto sea posible.

1 comentario:

  1. Ana Ciudad9:45 a. m.

    CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (Continuación)

    CREO EN JESUCRISTO HIJO ÚNICO DE DIOS

    "Que para verificarse /que era hombre verdadero/ fue menester que su carne/tuviese a la muerte miedo" (Lope de Vega).

    TUVO JESÚS MIEDO ANTE LA MUERTE EN EL HUERTO DE LOS OLIVOS, LA NOCHE ANTES DE MORIR?.-Puesto que Jesús era verdaderamente hombre, experimentó en el H uerto de los Olivos verdaderamente el miedo humano ante la muerte.
    Con las mismas fuerzas humanas que tenemos todos nosotros Jesús tuvo que luchar por su asentimiento interior a la voluntad del Padre de dar su vida para la vida del mundo.En su hora más difícil, abandonado por todo el mundo e incluso por sua amigos, Jesús se decidió finalmente por un sí:" Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad"(Mt 26, 42).

    ¿POR QUÉ JESÚS TUVO QUE REDIMIRNOS PRECISAMENTE EN LA CRUZ?.-La Cruz en la que Jesús inocente fue ajusticiado cruelmente, es el lugar de la máxima humillación y abandono. Crist, nuestro Redentor, eligió la Cruz para cargar con la culpa del mundo y sufrir el dolor del mundo.De este modo, mediante su amor perfecto, ha conducido de nuevo el mundo a Dios.
    Dios no nos podía mostrar su amor de un modo más penetrante que dejándose clavar en la Cruz en la persona del Hijo. La Cruz era el instrumento de ejecución más vergonzoso y más cruel de la Antigüedad. Los ciudadanos romanos no podían ser crucificados por grandes que hubieran sido sus culpas. De este modo Dios penetra en lo más profundo del dolor humano.Desde entonces ya nadie puede decir:"Dios no sabe lo que yo sufro".

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