martes, 20 de septiembre de 2016

20 sept.: Escuchar y practicar

Liturgia
          Me limitaré a transcribir las máximas de Prov 21. 1-6. 10-13, y si me surge algún comentario. Por lo demás, los dichos que afirma el autor son los que quedan ahí para poderlos pensar y sentir.
          Al hombre le parece siempre recto su camino, pero Dios es quien pesa los corazones. Todos justificamos nuestros pensamientos o actitudes. Dios sabe lo que es verdad.
          Dios prefiere la práctica de la justicia y el derecho a que le ofrezcan sacrificios. Lo interior gana la partida a lo meramente externo.
          Pecados son la altivez de los ojos y la mente ambiciosa. La soberbia es el pecado originante de todo pecado.
          Los planes del diligente traen ganancia; los del atolondrado traen indigencia.
          Los tesoros ganados por boca embustera son humo que se disipa y lazos mortales. La mentira y la falsedad no tienen consistencia.
          Afán del malvado es buscar el mal; no mira con piedad a su prójimo.
          El sabio aprende  con la enseñanza. El inexperto aprende cuando el cínico fracasa. Puede decirse: el ignorante aprende a base de golpes.
          Quien cierra los oídos al clamor del necesitado, no será escuchado cuando grite.

          Lc 8, 19-21 es muy conocido. Vienen adonde está Jesús, con el deseo de verlo, su madre y sus parientes. Y le avisan a Jesús que están allí… Jesús responde que su madre y sus hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.
          Es una gran lección. Es muy importante la familia, pero siempre es más importante vivir el servicio que se tiene encomendado. Y Jesús era Mesías de Israel y su misión era la de enseñar y la de curar y la de mostrar a todos el reino de Dios.
          Ahora está en eso. Entonces Jesús no lo va a dejar porque su familia quiera verlo. Tiempo habrá cuando acabe su cometido. Pero ahora hay algo más importante que los lazos del afecto humano. Y concreta Jesús que lo verdaderamente importante en la vida es escuchar la palabra de Dios y ponerla por obra.
          Cuando le dieran a la familia aquella respuesta, María lo entendió perfectamente y no se dio por menos querida. Ella misma había hecho eso cuando el anuncio del ángel. Sabía ella que se complicaba la existencia ante sus propios padres y ante José, su prometido. Pero ella había escuchado la palabra de Dios, trasmitida por el ángel, y María dio el paso al frente: puso por obra aquella palabra que se le comunicaba: hágase en mí…
          Por eso mismo la respuesta de Jesús era para ella una alabanza porque la definía a ella exactamente.
          No lo recibirían igual los otros deudos porque no estaban en esa línea de comprensión de algo tan profundo. Incluso me temo que más de uno de los “aquí presentes” –los que leen este evangelio- se queden con una sensación de desabrimiento ante la respuesta de Jesús, sin entender la profundidad de lo que ha dicho. Nosotros, desde nuestros pensamientos y afectividades hubiéramos gustado más que Jesús dejara aquella catequesis para irse corriendo a abrazar a su madre. Quiere decir que seguimos estableciendo un cierto velo ante el primer mandamiento de la ley de Dios, y que no hemos asimilado que el amor a Dios sobre todas las cosas ha de ser verdaderamente SOBRE TODAS, incluido el amor de los afectos humanos.

          Por eso, un evangelio tan simple como éste, aun encierra una interrogante muy fuerte a la que debemos enfrentarnos para enderezar nuestros pensamientos y sentimientos. No nos podemos quedar en la lectura simple de un texto. Hay que buscar siempre la parte que nos atañe personalmente y hacer una valoración de nuestros sentimientos, para que vayamos adecuándonos a las líneas del evangelio, que serán siempre las directrices esenciales de nuestro vivir. Que es el vivir cristiano que necesita estar permanentemente revisado y en corrección de los polvos que se pegan a los pies a lo largo del camino. No es que podemos dar por supuesto que “estamos ya en la meta” sino que caminamos y luchamos para irnos acercando.

1 comentario:

  1. Ana Ciudad12:26 p. m.

    CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (Continuación)

    CREO EN JESUCRISTO HIJO ÚNICO DE DIOS

    "Cuando contemplamos la Cruz comprendemos la grandeza de su amor.Cuando contemplamos el pesebre, comprendemos la ternura de su amor por tí y por mí, por tu familia y por toda familia"(Santa Teresa de Calcuta).

    HAY PRUEBAS DE LA RESURRECCIÓN DE JESÚS?.-No hay pruebas de su Resurrección en el sentido de las ciencias positivas.Pero, como hecho histórico y transcedental a la vez, dió lugar a testimonios individuales y colectivos muy poderosos, por parte de un gran número de testigos de los acontecimientos de Jerusalén.
    El testimonio escrito más antiguo de la Resurrección es una carta que escribió san Pablo a los Corintios aproximadamente veinte años después de la muerte de Cristo:"Porque yo os transmití en primer lugar, lo que también yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas y más tarde a lo Doce; despues se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales vive todavía, otros ha muerto"(1 Cor 15,3-6). Pablo informa aqui de una tradición viva, que él se encontró en la comunidad primitiva, cuando uno o dos años después de la Muerte y Resurrección de Jesús llegó él mismo a ser cristiano a causa de su propio encuentro deslumbrante con el Señor resucitado. Como primer indicio de la realidad de la Resurrección entendieron los discípulos el hecho de la tumba vacía (Lc24,5-6). Y precisamente fueron mujeres, que según el derecho entonces vigente no eran testigos válidos, las que la descubrieron. Aunque se dice del Apóstol Juan, ya ante la tumba vacía, que "vió y creyó"(Jn 20,8b), la certeza de que Jesús estaba vivo sólo se afianzó por medio de gran número de apariciones



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