sábado, 7 de mayo de 2016

7 mayo: Nuevas formas de conversión

Liturgia
          En la 1ª lectura tenemos un caso práctico para pensar. Hech 18, 23-28 nos habla de un tal Apolo, con muy buenas cualidades oratorias y una voluntad de oro, que pone sus conocimientos al servicio del evangelio y de Jesucristo. Pero se dice expresamente que no tenía una formación suficiente porque toda su experiencia religiosa se quedaba en el bautismo de Juan. Y sin embargo no se amilanó para exponer lo que sabía de la vida y la obra de Jesús. Dos cristianos lo tomaron a su cargo para formarlo en las verdades de la nueva doctrina e hizo una gran labor de catequesis entre los creyentes, y rebatiendo a los judíos en público, demostrando con las Escrituras en la mano que Jesús es el Mesías.
          Jn 16, 23-28 expone un momento en que Jesús habla del Padre y su relación con los seguidores de Jesús. Ya no es que Jesús tenga que pedir al Padre por nosotros, sino que el Padre nos ama y nos escucha cuando pedimos en nombre de Jesús.
          En la víspera de la celebración litúrgica de la ascensión, la última frase es muy concreta: Salí del Padre y he venido al mundo; ahora dejo el mundo y me voy al Padre.
 
MARÍA
          Hoy es sábado. Un día que está dedicado a María. Un día que pudiera ser una ocasión de recordatorio para dedicar una atención particular a María. Como otros años, yo haría fuerza en la conveniencia de dedicar alguna atención especial a esa imagen de la Virgen que tenemos en nuestras casas. Estamos tan familiarizados con ella que podemos incluso pasar de largo ante la imagen por la fuerza de la rutina. Pero los hijos, los nietos, nosotros mismos, podemos recibir una “catequesis” añadida con ese resaltar la imagen en este mes de mayo.

EVANGELIO
          Cuando Jesús expuso las Bienaventuranzas acababa de hablar de la necesidad de arrepentimiento y conversión, como dos pasos en la vida de todo fiel que quisiera entrar en el reino de Dios. Los pobres que eligen ser pobres, ya tienen en sus manos ese reino: Dios es su rey.
          Los mansos poseen la tierra por cuanto que no viven peleados con nada ni con nadie, aunque otros le hubiesen ofendido y humillado. Están también en línea de convertidos y eso les da el señorío sobre las realidades que viven.

          Hoy pasamos a otros que están en línea de conversión: los que sufren, los que están afligidos, sea por causa de otros, sea por su propia limitación. El afligido está sufriendo. Y puede ser un afligido que se revuelve contra todo y contra quien le aflige y contra sí mismo. Es evidente que ese no es feliz en su situación, y que poco consuelo admite. No pertenecería al orden de los convertidos.
El que sufre con paciencia, con resignación, sabiendo salir de ese estado negativo para ponerse ante Dios y ofrecer su propio sufrimiento, ese es consolado. Tiene un resorte superior a las causas de su aflicción y encuentra en Dios su consuelo. Acepta la vida como es, a los demás como son y a Dios como se le manifiesta. Por eso vive en paz.
Los que tienen ansias de bondad y justicia: hambre y sed. No son ansias angustiosas sino deseos profundos de su corazón, por cuya razón quisieran ser fieles a Dios en todas las cosas, y desearían que todos los hombres y mujeres del mundo también lo fueran. Ansían vivir el término justo que da a Dios lo que es de Dios y a los demás lo que les pertenece. Y ese impulso también lo proyectan en los otros porque el mundo sería más feliz si cada cual tuviera el corazón bueno y cada uno desde su realidad pusiera el granito de arena propio.

Serán saciados. Lo más seguro que no en esta vida. Pero al final se impondrá la justicia (la bondad). Viven convirtiéndose día a día en ese deseo de dar a Dios la mejor respuesta, y no renuncian a pensar que todavía queda en el fondo del corazón de la humanidad una posibilidad de cambio hacia el bien. Piensan que el mundo se ahoga en su propia sangre y que un día ha de resurgir de sus propias cenizas. Esas son sus ansias, y en ese sueño viven y ya encuentran un motivo para sentirse dichosos. Aunque sólo en la otra vida serán plenamente saciados, porque entonces habrá triunfado la bondad y Dios lo será todo en todo.

2 comentarios:

  1. Ana Ciudad8:58 a. m.

    CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (Continuación)

    SEXTE MANDAMIENTO:"NO COMETERÁS ACTOS IMPUROS"

    "Donde brota el amor atrapa a todos los demás instintos y los convierte en amor".

    LAS OFENSAS A LA CASTIDAD.
    La lujuria es un deseo o goce desordenado del placer venéreo.El placer sexual es moralmente desordenado cuando es buscado por si mismo , separado de las finalidades de procreación y de unión. Son ofensas a la castidad: la masturbación, la fornicación, la pornografía, la prostitución y la violación.

    ¿ES LA MASTUBACIÓN UNA OFENSA CONTRA EL AMOR?.-La masturbación es una falta grave contra el amor, porque convierte el placer sexual en un fín en si mismo y lo desvincula del desarrollo integral personal en el amor entre varón y mujer. Poe seo el sexo con uno mismo es una contradicción en si misma.
    La iglesia alerta del riesgo de quitarle importancia al autoerotismo. De hecho muchos jóvenes y adultos están en peligro de aislarse en el consumo de imágenes y películasd eróticas y ofertas en internet, en lugar de encontrar el amor en una relación personal. La soledad puede llevarles a un callejón sin salida, en la que la masturbación se convierte en adición.Pero nadie es feliz siguiendo el lema. "No necesito a nadie para el sexo; me lo hago a mí mismo, como y cuando lo necesito".

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  2. Nuestra Señora me salvó de la desesperación. Ese es el más grande peligro. La gente como yo tienen siempre la fe y la caridad necesarias; pero es en la esperanza donde puede fallar.

    Durante dieciocho meses, yo no pude decir el “padrenuestro”. Hágase, Señor, tu Voluntad. No podía decir esta frase, porque no podía aceptar su voluntad. Era horrible. No se trata de decir oraciones a la ligera; sino de sentir verdaderamente lo que se dice. Entonces, recé a María. Las oraciones a María son oraciones de reserva. No hay una sola en toda la liturgia, ni una, que el más grande pecador no pueda verdaderamente rezar. En la búsqueda de salvación, el Avemaría es el último socorro. Con ella nadie se pierde.

    Charles Péguy
    Lettre à Joseph Lotte Carta a Joseph Lotte

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