sábado, 28 de mayo de 2016

28 mayo: Escuchar a Dios

Liturgia
          La despedida de la 1ª carta de San Pedro (17, 20-25) es una exhortación a permanecer en la doctrina de los apóstoles. A los que se sienten seguros, animadlos. A los que titubean, confortadlos, pero manteniendo total distancia de lo que es el pecado y los bajos instintos. Al pecador, compasión. Con el pecado, corte total.
          Y gloria a Dios que puede preservaros de tropezar.
          A los sacerdotes (Mc 11, 27-33) les ha quedado clavada la espina de la actuación de Jesús con los mercaderes, que –al fin y al cabo- ellos les habían permitido hacer sus ventas en el templo porque era parte del negocio que ellos montaban a propósito de sus privilegios. Y cuando regresa Jesús a Jerusalén al día siguiente, vienen a pedirle cuentas: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?
          Jesús sabía que no le iban a aceptar la respuesta y que, incluso, la iban a tomar como una blasfemia. Y optó por hacerles un juego: que ellos digan de dónde venía el bautismo de Juan. ¿De Dios o de los hombres?
          Ellos vieron que estaban en la trampa, porque si decían que venía de Dios, ¿Cómo es que no le creyeron? Y si decían que era cosa de hombres, la gente se les echaba encima. Y fingiendo desconocerlo, respondieron: No lo sabemos. A lo que les respondió Jesús: Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto.
          No podían quejarse. Era la misma moneda que ellos habían usado, y con ella se encontraban. Y se quedaron sin la respuesta que Jesús podría haberles dado. Pero no estaban en disposición de recibir una respuesta porque caminaban llenos de prejuicios e ideas fijas preconcebidas, y nunca hubieran aceptado que Jesús le dijera que actuaba con el poder de Dios. Por menos lo iban a condenar días después.

          Esta conversación me suscita una idea, cuando la gente se queja de que “Dios no les oye”. Pienso que tendremos que plantearnos en qué grado y medida nosotros estamos a la escucha de Dios, y a fondo perdido, como aquello de Samuel: Habla, Señor, que tu siervo escucha. Puede el Señor decir lo que él quiera. Que de nuestra parte habría hipotéticamente una acogida plena. Y así, puede el Señor contar con nosotros y recibiremos sus favores que tanto necesitamos. Y no diremos nunca que el Señor no nos escucha; más bien que no supimos pedir o no lo sabemos escuchar o no lo supimos entender. Él tiene su lenguaje y muchas veces hemos de poner oído avizor para captar lo que nos quiere decir a través de los signos más originales. Unas veces más directamente, por sus inspiraciones. Otras veces, mediante otras personas o circunstancias.
          De ahí la necesidad de la Oración, de la escucha humilde y perseverante, de la atención a los detalles. Sencillamente de la verdadera oración, que no va a satisfacer las propias devociones sino a captar los caminos que él quiere mostrar, cuando lo quiere mostrar.

MARÍA
          ¿Quién le iba a decir a María los caminos misteriosos de Dios en Ella? Cuando el ángel se presentó, María pudo soslayar aquella “descabellada” propuesta como algo que no tenía pies ni cabeza. Ni por ser ella la pobre aldeana de Nazaret, una adolescente, y por el mismo mensaje que le llegaba.

          Pero María escuchó. Se tomó en serio e indagó: ¿Cómo puede ser eso? Y se plegó. Y escuchó la otra original “voz de Dios” que le llegaba desde un edicto civil que desbarataba la tranquilidad de su hogar. Pero también “oyó a Dios” entonces. Y lo escuchó en el trance tan duro de Belén cuando para ellos no hubo lugar en la posada, y luego cuando se trataba de la tiranía de un rey enloquecido que estaba dispuesto a matar al niño. ¡Todo lo supo escuchar como mensajes de Dios! ¡Esa es la maravilla! No se perdió en echar culpas o quejarse. Se puso en los brazos del misterio y “tradujo” las noticias que le llegaban y descubrió a Dios detrás de todos los hechos que se produjeron allí. 

2 comentarios:

  1. Ana Ciudad9:00 a. m.

    CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (Continuación)

    SÉPTIMO MANDAMIENTO:"NO ROBARÁS".

    "Así como es bueno que alguien haga buen uso del poder en el gobierno de muchos, igualmente es extremadamente reprobable el abusar del mismo"(Santo Tomás de Aquino).

    ¿QUÉ DICE LA IGLESIA DE LA DEMOCRACIA?.-La Iglesia apoya la democracia porque, entre los sistemas políticos, es el que ofrece las mejores condiciones para que se realicen la igualdad entre la ley y los derechos humanos. Pero,para ello, la democracia debe ser algo más que un mero dominio de la mayoría. Una verdadera democracia es posible únicamente en un Estado de derecho que reconozca los derechos fundamentales de todos y, en caso necesario, los defienda contra la voluntad de la mayoría.
    La historia nos enseña que tampoco la democracia ofrece una protección absoluta frente a los ataques a la dignidad humana y los derechos humanos. Está siempre en peligro de convertirse en la tiranía de la mayoría sobre una minoría. La democracia vive de presupuestos que ella misma no puede garantizar. Por eso especialmente los cristianos deben estar atentos a que no se socaven los valores sin los que una democracia no es duradera.

    ¿CUAL ES LA POSTURA DE LA IGLESIA ANTE EL CAPITALISMO Y ANTE LA ECONOMÍA DE MERCADO?.-Un capitalismo que no está insertado en un ordenamiento jurídico sólido corre el riesgo de desvincularse de BIEN COMÚN y de convertirse en un mero instrumento del afán de lucro de algunos. A esto se opone la Iglesia decididamente. Por el contrario, aprueba una economía de mercado que esté al servicio del hombre, evite el monopolio y garantice a todos el suministro de los bienes y el trabajo necesario`para vivir.
    La DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA valora todas las organizaciones sociales en función de su servicio al bién común, esa decir , en la medida en que "los hombres, las familias y las asociaciones puedan lograr con mayor plenitud y facilidad su propia perfección"(Concilio Vaticano II).Esto es válido también para la economía que, en primer lugar, tiene que estar al servicio del hombre.

    Continuará

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  2. Compasión con el pecador, ayudarlo si es posible a salir de su situación pecaminosa;Jesús aborrece el pecado pero ama al pecador y lo espera para perdonarlo. Muchos han sido los que rechazaron a Juan cuando los llamó a la conversión y, ahora tampoco creen que Jesús es el Mesías enviado que actúa con la autoridad del Padre. Jesús no los desprecia y todo lo que hace es para que reflexionen y saquen consecuencias de lo que están viendo.

    El Evangelio nos interpela a todos; nos invita a examinarnos sobre nuestra honestidad, si tenemos segundas intenciones en nuestras relaciones con los demás y, especialmente, con Dios. No dejemos de hacer el bien por miedo al que dirán los demás.

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