jueves, 21 de abril de 2016

21 abril: Volvieron gozosos

Liturgia
          Pablo sale hacia Antioquía (Hech 13, 13-25). En su sinagoga hace un resumen de la Historia de la Redención (el kerigma cristiano), partiendo desde la Profecías y anuncios hechos a los antepasados. Es decir: deja claro que no trae una novelería sino el mensaje antiguo que ya se ha realizado plenamente en la muerte y la Resurrección de Jesucristo. En realidad, hoy la lectura lo deja todo en David, y será en la lectura de mañana en la que desembocará en Jesús.
El evangelio (Jn 13, 16-20) está tomado de las palabras de Jesús en la Santa Cena, después de haber lavado los pies a los discípulos. Jesús pone unos principios básicos para la vida de la comunidad: El criado no es más que su amo, ni el enviado es mayor que el que lo envía. Y Jesús envía a sus apóstoles con la misión misma de Él: y el que recibe a sus enviados, lo recibe a él. Y no sólo a él: recibe al mismo que envió a Jesús: recibe al mismo Dios. [Lo que volviendo esa afirmación del revés sería: el que no recibe al enviado de Jesús, no recibe a Jesús, y no recibe a Dios. He ahí la gran responsabilidad del momento presente]

VIDA GLORIOSA
            Jesús se ha ido ya de Palestina; Jesús ya no pisa este mundo. Jesús se ha ido al Cielo. No se ha desentendido de nosotros porque ese mismo Jesús que habéis visto subir, de la misma manera bajará…, está ya bajando y se está estableciendo en el corazón de todos los fieles. Y una prueba evidente de esa fuerza diferente a lo meramente humano, es que los que estuvieron en la despedida de Jesús, después de adorarlo se volvieron a Jerusalén con gran gozo. ¿Es explicable en un terreno de vida “normal”, que después de despedir al ser querido en la Estación, los amigos y familiares se vuelvan –ya huérfanos- con gran gozo?
            En el terreno humano no tiene explicación. Más aún: no es ni humano. Pero en ese otro terreno en que se desenvuelven las cosas tras la resurrección de Jesús, es perfectamente comprensible. Se trata de que Jesús resucitado ha traído la misión de dar consuelo, de salir por encima de cualquier otra reacción. Y se trata de unos hombres y mujeres que ya no piensan para sí mismos y según propias conveniencias, sino que saben salir de sí para poder gozar con el gozo del ser amado.
            Es todo lo contrario a la envidia. La envidia sufre porque el otro es feliz, prescindiendo si yo lo soy o no. El amor es gozar con el bien del amado, prescindiendo de si yo tengo el gozo o no lo tengo. O mejor: yo tengo ya todo el gozo porque la persona a la que amo está gozosa. Cristo ya había triunfado; Cristo había vuelto a su Cielo, del que partió. Había cerrado la órbita de su gran viaje, iniciado el día de la Encarnación. Jesucristo ya no sufre más. Y eso me hace gozar con toda mi alma. Aparte de que el triunfo de Jesucristo es ya la prenda de que yo también voy a gozar de su misma suerte. Mi destino es el Cielo y mi órbita la estoy recorriendo en mi vida actual. Ahora camino con María y los Once en esa avenida de la oración en común, en la que perseveraban todos los discípulos del Señor, a la espera de la plenitud de la Promesa, en la venida de Pentecostés.

            ¿Por qué de aquella nube que se interpuso?
            Porque el Cielo de Dios no está arriba ni a la derecha, a la izquierda o abajo. Y Jesús hizo un ademán de SUBIR para elevar así también el foco de nuestra mirada.
            Ni el Cuerpo de Jesús resucitado era un cuerpo físico (que por eso podía presentarse con las puertas cerradas).

            El CIELO es DIOS, el abrazo de Dios (expresión para decir el amor íntimo que Dios tiene a cada persona, y que viviremos cada uno en una plenitud plenificante sin que nos quepa más felicidad). Nosotros tampoco resucitaremos con cuerpos físicos. No vamos a ocupar un “lugar”. Seremos nosotros, cada uno, por supuesto, con nuestra individualidad, pero ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el entendimiento humano puede alcanzar a comprender lo que Dios nos tiene reservado. Es el error de querer materializar lo inmaterial lo que nos conduce a querer imaginar lo que seremos. Por muchas vueltas que demos a nuestra cabeza y a las comparaciones, siempre estaremos a distancia abismal de la realidad, por lo mismo que esa realidad es MUY OTRA… Es realidad divina. Y eso mismo no podremos acercarlo a nuestro entender sino el día que ya estemos allí, y podamos –eso es lo indecible infinito- ver a Dios cara a cara, tal cual es.

3 comentarios:

  1. Ana Ciudad8:56 a. m.

    CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (Continuación)

    QUINTO MANDAMIENTO:"NO MATARÁS"

    "El amor es la alegría ante el bien; el bien es el único fundamento del amor. Amar quiere decir: querer hacer el bien a alguien".

    Hoy se infringe a menudo la prohibición de matar por motivos aparentemente humanos.Pero ni la eutanasia ni el aborto son soluciones humanas.Por eso la postura de la Iglesia ante estas cuestiones es de una claridad meridiana.
    Todo aquel que procure un aborto, ejecutándolo directamente o prestando su colaboración necesaria, si el aborto se produce, está automáticamente excomulgado. Cuando se suicida una persona mentalmente enferma, su responsabilidad está no pocas veces disminuida y con frecuencia totalmente anulada.

    POR QUÉ, SIN EMBARGO, SE DEBE ACEPTAR LA MUERTE DEL OTRO EN LEGÍTIMA DEFENSA?
    Quien ataca la vida de otros puede y debe ser frenado, en caso necesario mediante la mujerte del agresor
    La legítima defensa no es sólo un derecho; puede ser incluso un deber grave para quien es responsable de la vida de otros. N o obstante, las medidas de legítima defensa no deben recurrir a medios abusivos ni ser desproporcionamente violentas.

    Continuará

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  2. La Primera Lectura nos recuerda el incidente entre Pablo y sus colaboradores:Juan se separó de ellos y volvió a Jerusalén. Los demás siguieron su viaje apostólico y llegaron a Antioquía. Lo que le pasó a Juan fe que le falló el ánimo, estaba asustado y se volvió a casa. Pablo, al principio, se enfadó mucho; pero su enojo no podía durar " eternamente" y, unos años más tarde, será uno de los colaboradores más queridos del Apóstol.
    Jesús nos enseñó a ser los servidores de todos, incluso lo vemos con los discípulos, siempre en actitud del que sirve, siempre como criado, nunca como amo.Por lo tanto, nosotros, sus enviados, no podemos actuar de otra manera.Los que nos reciben tienen el derecho de esperar nuestro servicio. Si cada día compartimos el pan alrededor de la Mesa, invitados por el mismo Jesús, sería una traición imperdonable no actuar con sus mismas actitudes. La Iglesia debe ser conocida como una Comunidad fraterna donde cada uno se pone al servicio del otro.

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  3. Oración: Dichosos seréis si lo hacéis vosotros así
    https://youtu.be/UaA8-83DeIE

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