11 abril: Tú ¿quién eres?

ESCUELA DE ORACIÓN (Málaga)

el viernes 15

Liturgia

          Esteban se destaca entre los cristianos. (Hech 6, 8-15). Lleno de gracia y poder realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo. Y –como suele suceder- eso levanta recelos y envidias. Y unos miembros de la sinagoga llamada de “Los Libertos” se ponen a discutir con Esteban sobre las realidades de la fe cristiana y no lograban hacer frente a su sabiduría y al espíritu con que hablaba. Y como por razones no pueden irle a la mano, recurren a la acusación y a la calumnia, diciendo que enseña que Jesús destruye el templo y cambia las tradiciones de Moisés.

          El tribunal miró a Esteban y quedaron admirados de su presencia: su rostro les pareció el de un ángel. Pero la persecución estaba servida.

          El evangelio (Jn 6, 22-29) nos remite a hechos pasados: en el lugar de la multiplicación de los panes sólo había una barca y n ella se embarcaron los apóstoles sin Jesús. Ahora resulta que van otras barcas y Jesús no está allí (sabemos que vino a los suyos andando sobre el agua). Y le preguntan: Maestro, ¿cuándo has venido aquí? ¿Cómo has venido desde allí? Y Jesús les responde: Me buscáis por el signo y lo que significa sino porque os saciasteis de pan: Trabajad por el alimento que perdura, el que os dará el Hijo del hombre.

          San Juan está preparando el camino al discurso del Pan de la Vida.

VIDA GLORIOSA

            Hay dos líneas en el desarrollo del blog: el domingo con su liturgia, y la meditación diaria que va siguiendo sus pasos. Esta vez se ha entremezclado el tema de la aparición en el Lago. Y aunque sea volver sobre el mismo tema, seguimos el paso de la contemplación por donde la dejamos.

          ES EL SEÑOR fue el detonante para que Simón Pedro, siempre espontáneo más que reflexivo, acabara ciñéndose la túnica y echándose al mar para tratar de encontrarse con EL SEÑOR. Es claro que aquello no fue un encuentro nítido como el día de la aparición. Y que Simón llegó a la playa y tuvo que echar manos de su fe, de quien descubre las obras aunque no ve la mano de quien las hace. El personaje de la playa seguía siendo misterioso.

          Los compañeros de Simón acercan la barca a la orilla (llegaron casi al par que Simón), y todos descubrieron entonces que sobre la arena había una fogata y que allí estaba asándose un pez, y que había pan.

          El hombre les dice que traigan su pesca y Simón sube a la barca y saca la red, que la arrastran hasta la playa y Simón cuenta los peces que han pescado y todos se admiran de la gran cantidad que hay; 153 peces grandes.

          ¿Añadieron a las brasas alguno de aquellos peces para que desayunaran todos? ¿Había bastante con el pez que ya estaba asándose? No puede extrañar que el hombre quisiera que aportaran algo de su pesca para que les quedara la satisfacción de poner algo suyo. La táctica de Dios es la de dar todo pero no querer que lo humano quede baldío. Y ya que los pescadores han sacado aquella pesca, nada extraño sería que aportaran algo del fruto de su trabajo. El refrán castellano (aunque inicialmente tenga otro sentido menos bonito) lleva razón: A Dios rogando y con el mazo dando. En frase de San Ignacio: Hacer todo como si todo dependiera del hombre y luego saber que todo depende de Dios. Tener la convicción de que Dios no nos suple en nuestro trabajo, sino que quiere que lo hagamos y que sea fructuoso. Pero luego vivir con el convencimiento de que sin mí nada podéis hacer, y que estamos colgados de la mano de Dios. San Pablo nos lo concreta elocuentemente: Todo lo puedo…, en aquel que me da las fuerzas. Puedo…, pero con la ayuda de Dios.

          Y el hombre invita a desayunar, que con tantas ganas lo cogerían aquellos pescadores. Y cada vez están más convencidos de que el tal HOMBRE DE LA PLAYA es el Señor. Por eso, por una parte no se atreven a preguntarle: Tú, quién eres…, y por otra están seguros que es EL SEÑOR. SABEN que es el Señor. Experiencia muy semejante a la nuestra diaria, en la que no vemos a Jesús con los ojos de la cara, y sin embargo estamos convencidos de que en nuestra vida ES EL SEÑOR quien se nos hace presente a cada paso. No lo vemos pero lo sabemos. Como nos pasa en la misma Eucaristía o en cualquier situación en la que descubrimos a Jesús como compañero de camino, y sin embargo es siempre el misterioso personaje entre las brumas “de la playa”, y el seguro Jesús que nos da continuamente la mano. Y lo palpamos con la seguridad de la fe.