miércoles, 13 de abril de 2016

13 abril: A ti ¿qué?

ESCUELA DE ORACIÓN (Málaga)
Viernes 15, 17’30 horas

Liturgia
          La 1ª lectura (Hech 8, 1-8) empieza por una persecución muy fuerte que se desata en Jerusalén contra los seguidores de Jesús. La gente se dispersa para librarse de la muerte. Los apóstoles siguen en sus opuestos. En la huida, todos van dejando un reguero de Buena Noticia de modo que muchos de los lugares por donde iban abrazaban la fe. Felipe baja a Samaria y allí predica a Cristo, y el pueblo acepta con satisfacción, máxime cuando se están dando unos signos que llaman la atención: paralíticos que caminan, posesos que quedan libres, lisiados que se curaban. Y lo que había comenzado con un mal –la persecución- acaba en una alegría.
          El Evangelio corresponde a Jn 6, 35-40. Retoma el final de ayer: Yo soy el pan de vida; el que viene a mí no pasará hambre y el que cree en mí no pasará nunca sed.
          Es difícil de comprender lo que Jesús anuncia y reconoce que no lo creen. Pero todo lo que me da el Padre viene a mí porque he bajado del Cielo, no para hacer mi voluntad sino la voluntad del que me ha enviado. Y esa voluntad es que no se pierda nada de lo que el Padre pone en manos del Hijo, sino que tengan una resurrección al final de sus días. Y tengan vida eterna

VIDA GLORIOSA
          San Juan remató su evangelio con un final de mucha proyección, porque dejaba una de las lecciones más importantes que ha de saber quien se encuentra con los misterios de la fe.
          Hecha por Simón su triple confesión de amor, Jesús se volvió a Simón Pedro y le dijo: Sígueme. Era una reafirmación de la primera llamada, precisamente ahora cuando ya se sabía la historia completa. El primer seguimiento de Simón llevaba mucho de novedad y de aventura, a la par que todo el mérito del desprendimiento de aquel hombre que lo dejó todo para irse detrás de Jesús. Pero el paso de los días y de las enseñanzas del Maestro demostraban que aquel seguimiento tenía mucha más tarea que la de una primera emoción. Y tuvo sus tropezones, sus escándalos, sus resistencias, y la dificultad que lleva consigo entrar en la verdad de la vida.
          Cuando ahora, tras aquellos años, habiendo pasado por la Pasión y ya con el triunfo de la resurrección palpado a las claras, Jesús repite la palabra primera: Sígueme, no cabe duda que lleva encerrado un sentido muy fuerte de lo que esa llamada significa. Por su parte, Simón se encontraba ahora con una llamada particular, muy personal. Era él quien tenía que dar respuesta. Y sintió el vértigo de la soledad. Y preguntó por lo que podía ser del otro discípulo: Señor, ¿y éste, qué? No se hacía Pedro a emprender el camino solo.
          Y Jesús le respondió: Si yo quiero que éste se quede hasta que yo vuelva, ¿a ti, qué? La llamada era, en efecto tan personal que Pedro había de responder por sí mismo y sin apoyaturas.
          Se corrió la voz, entre los compañeros, de que ese discípulo no moriría. Y ahora apostilla Juan: No dijo que no moriría sino: si yo quiero que éste se quede hasta que yo vuelva, ¿a ti, qué?
          A mí me impresiona este final porque me sumerge en el misterio. No hay explicaciones. No se admiten explicaciones. Ante aquella llamada no queda sino que liarse la manta a la cabeza y “echar la red” en el nombre de Jesús. Sólo Él. No queda otra explicación. No la quiere dar Jesús.
          Y a mí se me agranda el horizonte cuando me encuentro ante este final del evangelio porque me dice claramente que a Dios no se le pueden pedir explicaciones. Caben ciertas preguntas, las que son necesarias para realizar un proyecto al que llama Dios. Como María preguntó al ángel cuando necesitaba saber lo que ella tenía que hacer. Pero una vez que ha quedado en claro lo indispensable, el resto se sume en el misterio. ¡Lo que Dios quiera, como él lo quiera, cuando él lo quiera! Esa es la disposición válida en nuestra postura ante el Señor.

          Así siguió Simón Pedro a Jesús en aquel camino misterioso en ese “viaje a ninguna parte y a todas partes” (que me gusta decir), que representa el abandono pleno y absoluto en la voluntad de Dios. Y Él será quien vaya marcando los tiempos y las horas y los pasos. Él sea bendito por siempre.

2 comentarios:

  1. Ana Ciudad8:56 a. m.

    CATECISMO DE LA IGLESIA CATÒLICA (Continuación)

    CUARTO MANDAMIENTO:"HONRARÂS A TU PADRE Y A TU MADRE"

    "La vida de los padres es el libro que leen los hijos"(San Agustin)

    ¿A QUIÊN SE DIRIGE EL CUARTO MANDAMIENTO Y QUÈ NOS EXIGE?.-El cuarto mandamiento se dirige en primer lugar a los padres, pero también a la personas a quienes debemos nuestro bienestar, nuestra seguridad y nuestra fe.
    Lo que debemos en primer lugar a nuestros padres, es decir, amor, agradecimiento y respeto, tiene que regular también nuestra relación con las personas que nos dirigen y están a nuestro servicio. Hay muchas personas que representan para nosotros una autoridad natural y buena, otorgada por Dios: padres adoptivos o de acogida, parientes mayores y antepasados,, educadores , maesros , empleadores, superiores. A ellos debemos honrarlos justamente en el cuarto mandamiento. Este mandamiento nos indica incluso, en un sentido màs amplio, nuestras obligaciones ciudadanas frente al Estado.

    Continuarà

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  2. Oración
    https://youtu.be/74N5NmamAAQ

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