miércoles, 9 de diciembre de 2015

9 dicbre.: Yugo, pero suave

Liturgia
          Extrayendo la esencia de las lecturas de hoy, hay un punto de confluencia: Is 40, 25-31 concluye que lo humano se cansa, se fatiga. Mientras que los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, les nacen alas como de águilas…; marchan sin fatigarse.
          El evangelio (Mt 11, 28-30) es una palabra de Jesús en primera persona: Venid a mí todos los que estáis cansados, y yo os aliviaré. Y no es que nos separa de la lucha diaria, ni que nos promete una vida de merengue. Nos habla de su yugo y su carga (porque también hay yugo y carga en ir con Él). Pero Él mismo mete el hombro bajo esa carga de cada uno, y hace que sea llevadera.
          Mensaje propio de adviento que mezcla lo penitencial con la alegría del encuentro…; el marchar pero sin fatigarse, y el tomar el yugo sin que agobie.

          RELATOS DE ADVIENTO
          María hizo al ángel una pregunta fundamental. Supuesto todo lo que ha dicho el mensajero, y el anuncio de una maternidad, ¿qué es lo que se me pide…, qué tengo yo que hacer? Y una razón de su pregunta: Aún no conozco varón maritalmente.
          El ángel disipa la cuestión con la afirmación de que ella no tiene que tomar iniciativa porque la obra la hace Dios: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Ya estaba dicho todo para lo que María necesitaba saber. No obstante el mensajero del Cielo concretó que quien va a nacer es Hijo de Dios. Afirmación estremecedora para aquella muchacha que queda envuelta en un halo de infinito misterio que se ha posado sobre ella. Y sin querer ya saber más…, casi sin escuchar conscientemente el resto del anuncio, se apresura a dar su consentimiento: Yo soy esclava del Señor; hágase lo que dices.  Y el ángel se retiró. Y María quedó sumida en un séptimo cielo, como quien no vive en la tierra… Y así pasó un tiempo en el que no pensaba…; estaba transida y arrobada en aquel anuncio y aquella realidad que se había hecho en ella. Porque estaba convencida que su había sido acogido por Dios y que el Hijo de Dios había entrado en ella y ya se albergaba en su seno de mujer. Todo esto es para perder el juicio…, o para que el juicio se detenga y sencillamente se viva la realidad nueva que le acaba de suceder.
          Lo más seguro es que Joaquín y Ana estaban extrañados de aquella ausencia de María, a la que hacía ya un buen rato que no habían visto. Cuando María salió de aquella habitación, reflejaba en su alma algo especial. Joaquín y Ana observaban casi de reojo, pero evidentemente con unas ganas inmensas de saber qué ocurría.
          María se fue a ellos y les hizo sentarse. Casi ruborizada y con lágrimas como perlas que salían de sus ojos, les contó a ellos lo que acababa de sucederle. “Comprendo que lo que voy a contaros no es fácil de comprender de pronto. A mí me ha pasado igual. Pero me ha visitado un ángel de Dios”. Joaquín y Ana se cogieron fuertemente las manos como buscando apoyo recíproco para digerir aquello. María se dio cuenta. Pero siguió… Ya podéis imaginar que me quedé de una pieza, sobre todo cuando me saludó con palabras bellísimas que me causaron turbación: me llamó llena de gracia, me dijo que el Señor está conmigo…, que soy bendita entre las mujeres… Yo estaba ruborizada y extrañada. ¿Cómo todo eso iba a mí? Y como advirtió mi turbación, me dijo palabras que tenemos muy conocidas por la Escritura: No temas…, y ahora pronunció mi nombre: MARÍA…, porque has hallado el favor de Dios, y vas a concebir en tu seno a un hijo a quien pondrás por nombre JESÚS. Os aseguro que me estremecí porque sé muy bien lo que eso significaba: venía a mí el Salvador… Y no salía de mi asombro cuando añadió que será grande, hijo del Altísimo, con el trono de David, y reino eterno.

          María sollozaba de emoción en este momento… Las últimas palabras casi no pudo decirlas sin llanto. Joaquín y Ana estaban paralizados… Se les había venido a las manos todos los misterios que conocían como anuncios divinos a través de los siglos. No podían hablar. Cuando María se había emocionado y lloraba, no pudieron hacer otra cosa que tomarle la cabeza entre las manos y expresarle apoyo. No entendían nada. No podían comprender. Se sentían rebasados. Aquello que María acababa de decirles era inmenso, y ocurría allí, en su casa, en la hija, en la aldea de Nazaret… Pero de lo que sí eran capaces de sentir es que el relato de María, aun pareciendo inverosímil y propio de una mente juvenil soñadora y exaltada, ellos –que conocían bien a María- sabían que allí había un relato de una realidad.

1 comentario:

  1. Ana Ciudad9:35 a. m.

    EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA Y DE LA RECONCILIACIÒN (Cntinuaciìn)

    EL MINISTRO DE ESTE SACRAMENTO._Puesto que Cristo confiò a sus Apòstoles el ministerio de la reconciliación, los Obispos,sus sucesores y los presbíteros, colaboradores de los Obispos, continúan ejerciendo este ministerio en virtud del Sacramento del Orden, tienen el poder de perdonar los pecados "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".
    Hay pecados particularmente graves y que están sancionados con la excomunión la pena eclesiástica màs severa, que impide la recepoìon de los sacramentos y el ejercicio de ciertos actos eclesiásticos y cuya absolución puede ser concedida por el Papa, el Obispo del lugar o por sacerdotes autorizados para ello.
    Sòlo en casos de necesidad existencial( por ejemplo en la guerra,en un bombardeo o en otra circunstancia en la que un grupo de personas se encuentren en peligro de muerte) puede un sacerdote conceder la absolubiòn a un grupo de personas, sin que previamente se haya dado una confesiòn individual de los pecados (es llamada Absolución general). En cualquier caso , si se supera esta circunstancia, hay que confesar individualmente los pecados graves en la primera ocasión que se tenga.

    Continuarà

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