domingo, 6 de diciembre de 2015

6 dic.: 2º domingo-C de Adviento

Liturgia del 2º domingo-C de Adviento
          Avanza el período del Adviento y hoy estamos en el 2º domingo. Baruc ha dibujado preciosamente todo el sentido de este tiempo, viviéndolo en dos etapas diferentes. Una, en la promesa de liberación de un pueblo en el exilio, al que ya ve (5, 1-9) saliendo de aquella situación opresiva. Dios le exhorta entonces a quitarse las ropas de luto y a vestirse con sus ropajes de fiesta, porque Dios mostrará su esplendor a cuantos viven bajo el cielo. Y con ese importante símbolo del nombre, como identificativo de la persona, Dios anuncia un nombre nuevo que valdrá para siempre: Paz en la bondad.
          Consecuente con esa alegría, Jerusalén ha ponerse en pie…, ha de prepararse festivamente, contemplando a sus hijos, reunidos de Oriente y Occidente, a la voz del Espíritu, gozosos, porque Dios se acuerda de ti. Es que se fueron llorando, y ahora vuelven alegres a la casa del Señor, traídos por Dios como en carroza real.
          Pero eso no se da sin más: la acogida de la salvación que viene de Dios, está pidiendo que cada uno enderece su camino… Porque todos llevamos una vida con vericuetos que no dejan diáfano el camino por el que quiere llegar a nosotros el Salvador. Enderezar y abajar colinas y rellenar baches y barrancos es la labor del último tramo de aquel adviento del pueblo de Dios. El primer tramo lo ha regalado Dios al haberlos liberado de la esclavitud del exilio. Pero el tramo concreto tiene que recorrerlo ahora cada uno.
          Es la predicación de Juan Bautista, que hoy viene ya presentado en el Evangelio como un personaje real que vivió unos tiempos históricos muy concretos, mientras aquel pueblo vivía con unos determinados gobernadores en lo civil y en lo religioso. Juan Bautista (Lc. 3, 1-6) viene a hacer suya aquella predicación de los profetas. Juan viene a predicar y realizar un gesto simbólico de purificación de un pueblo que necesita disponerse a la venida del Mesías. Y para ello ha de enderezar senderos, allanar colinas y rellenar valles… ¡Un cambio de actitud, como merece el Señor que viene…!
          ¿Habrá algo que modificar en las actitudes familiares, entre esposos, entre padres e hijos? ¿Se da por bueno lo que ya se vive, o habría que afinar mucho más en la delicadeza, las palabras, los gestos, la manera de comunicarse…?
          ¿Cabría una mejor manera de relacionarse los esposos entre sí? ¿Cabría planteárselo para empezar a exigirse un detalle nuevo?
          ¿Cabría pensar si la relación de mayores-más jóvenes (y viceversa) debería fluir con mayor cercanía?
          ¿Cabría hacer un replanteamiento en los modos de llevar las relaciones hacia afuera…, relaciones de vecindad, de comunicación con otros, de trato social…, de forma que cuidara qué conversaciones y qué manera de comentar?
          Si tomáramos conciencia de la finalidad del adviento litúrgico, nos enseñaría que quedan flecos en nuestro vivir diario que bien merece la pena tomarse en cuenta para que preparemos un camino derecho para la venida diaria del Señor, eliminando esos zigzag tan frecuentes con los que vamos soslayando determinadas exigencias que nos pide nuestra mirada profunda al interior de nuestros pensamientos y sentimientos.
          Una voz grita: Preparad el camino al Señor. Y habrá que rellenar determinados baches que ocultan la verdad; abajar colinas y montes que expresan esa soberbia innata que pretende siempre quedar por encima. Enderezar, en una palabra, esa realidad nuestra interior, que no vive precisamente en la plena sinceridad de nuestras actitudes.
          El adviento diario es la llegada diaria de la gracia de Dios a cada uno. Y uno de los encuentros reales que tenemos es esta participación en la Eucaristía…, esa llegada de Jesús a cada uno en la Comunión de su Cuerpo y Sangre. Pues ese Jesús de nuestra Comunión personal nos está convocando a una novedad en nuestra acogida diaria a las diferentes formas y modos de la llegada del Señor. El Señor nos llega, es claro, con sus gracias e impulsos al bien. Nos llega en la Eucaristía. Nos llega en su Palabra. Nos llega (y ya puede quedarnos menos claro) en los hermanos que tenemos a nuestro alcance. Nos llega en los acontecimientos (porque en todo suceso hemos de saber descubrir la parte que lleva de Dios).
          Y es evidente que –con solo observar nuestras reacciones- ya hemos de ser conscientes de que los caminos de acogida a ese Señor que viene, no están tan derechos como deben estar. Nos queda, pues, una labor que hacer, y no permitirnos que un domingo nuevo en el adviento pase sin pena ni gloria. Hoy nos habla alto la Comunión que recibimos, Jesús que viene a nosotros, y que quiere ser debidamente recibido.


          A Dios, que trae la salvación a nuestra tierra, pedimos que nos mueva a acoger esta llegada de Jesús.

-         Para que seamos capaces de mirar dentro de cada uno, algunos aspectos que no están aún derechos en nuestros pensamientos y sentimientos. R al S.

-         Para que seamos capaces de concretar lo que puede enderezarse en nuestra relación familiar, de esposos, padres, hijos, mayores, jóvenes… R al S.

-         Para que la Comunión de este día nos suponga un encuentro sincero cara a cara con Jesús que viene a hacerse más presente en nuestra vida, R al S.

-         Para que sepamos descubrir a Jesús que nos viene en cada persona y en cada acontecimiento, R al S.

Dios de misericordia, que vienes a recordarnos un nuevo adviento que hemos de purificar nuestro corazón para recibirte dignamente,
          Concédenos una sinceridad profunda para saber enfrentarnos a nuestros baches y soberbias, y así decidirnos a enderezar nuestros caminos para la llegada tuya a nuestra vida.

          Por Jesucristo N.S.

3 comentarios:

  1. Ana Ciudad10:27 a. m.

    ElSACRAMENTO DE LA PENIRENCIA Y DE LA RECONCILIACÒN ( Continuación)


    CONFESIÔN DE LOS PECADOS.-Por la confesiòn de sus pecados, el hombre se siente culpable, asume su responsabilidad y por ello se abre de nuevo a Dios y a la comunión con la Iglesia con el fin de hacer posible un nuevo futuro.
    Hay obligación de de confesar todos los pecados graves que se recuerden y que aùn no han sido confesados. Quienes callan conscientemente algunos pecados, no están presentando ante la bondad divina nada que pueda ser perdonado por mediación del sacerdote. Es como si el enfermo, se avergüenza de descubrir su llaga al mèdico ;la medicina no cura lo que el mèdico ignora.
    Sin ser estrictamente necesario la confesiòn de los pecados veniales, la Iglesia lo recomienda, porque ayuda a formar la conciencia, a luchar contra las malas inclinaciones, a dejarse curar por Cristo ,a progresar en la vida espiritual. Cuando nos dirigimos a un sacerdote y nos confesamos, nos arrojamos a la brazos abiertos de nuestro Padre celestial..
    Confesarse parece no estar de moda.Quizà sa difícil y al principio cueste un gran eszfuerzo. Pero es una de las mayores gracias que podamos comenzar siempre de nuevo en nuestra .vida.Dios es misericordioso y no desea màs ardientemenre que nosotros nos <acojamos a su misericordia.

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  2. Ana Ciudad12:04 p. m.

    ORACIÒN POR LOS SACERDOTES.

    Cristo Jesús, presente en el Santìsimo Sacramento,
    que quisiste perpetuarte ente nosotros
    por medio de tus sacerdotes,
    haz que sus palabras sean sòlo las tuyas,
    que sus gestos sean los tuyos,
    que su vida sea fiel reflejo de la tuya.

    Que ellos sean los hombres
    que hablen a Dios de los hombres
    y hablen a los hombres de Dios.

    Que no tengan miedo al servicio,
    sirviendo a la Iglesia como ella quiere ser servida.

    Que sean hombres,
    testigos del Eterno en nuestro tiempo,
    caminando por las sendas de la historia
    con tu mismo paso y haciendo el bien a todos.

    Que sean fieles a sus compromisos,
    celosos de su vocación y de su entrega,
    claros espejos de su propia identidad
    y que vivan con la alegría del don recibido.

    Te lo pido por tu Madre Santa Marìa;
    Ella que estuvo presente en tu vida
    estarà siempre presente en la vida de tus sacerdotes.
    Amèn

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  3. POR SI ES DE UTILIDAD A ALGUIEN QUE QUIERE HACERLO MEJOR...
    Primer Mandamiento
    ¿Tengo a Dios por encima de todo? ¿Trato de aumentar mi fe, conocer y amar a Jesucristo? ¿He recibido indignamente algún sacramento?
    Segundo Mandamiento
    ¿He pronunciado palabras injuriosas contra Dios, la Virgen María, los santos o las cosas sagradas, incluso delante de otros? ¿He jurado con mentira o sin necesidad?
    Tercer Mandamiento
    ¿He asistido en el domingo a la celebración de la Eucaristía intentando participar? ¿Dedico más tiempo el domingo a la familia, a obras de caridad, a cultivarme espiritual y humanamente?

    Cuarto Mandamiento
    ¿Honro a mis padres con el amor, el respeto y la obediencia, o los maltrato y hago sufrir con mi conducta, mi soberbia, mi egoísmo o malos tratos? ¿Ayudo a mis padres en sus necesidades: enfermedad, ancianidad? ¿He reñido con mis hermanos, hijos, familiares, amigos? ¿No me hablo con alguno de ellos, les tengo envidia o les he dado mal ejemplo?
    Quinto Mandamiento
    ¿Tengo odio, rencor o enemistad con alguien? ¿He tratado mal a alguien: con envidia, ira, desprecio, burla? ¿He causado algún mal físico a otros? ¿He conducido imprudentemente el coche o la moto? ¿He alcohol en exceso o tomado drogas?
    Sexto y noveno Mandamiento
    ¿Me he entretenido en pensamientos, deseos o recuerdos impuros? ¿He guardado debidamente la vista y demás sentidos? ¿He cometido o deseado alguna acción impura: solo o con otros, de distinto o del mismo sexo? ¿Me he puesto en peligro consciente de pecado: diversiones, lecturas, espectáculos, páginas indecentes de internet? ¿Tengo amistades peligrosas? ¿Guardo la debida castidad en el noviazgo o matrimonio?
    Séptimo y décimo Mandamientos ¿He robado alguna cosa o cantidad de dinero? ¿Lo he devuelto? ¿Reacciono como cristiano contra abusos e injusticias que perjudican a los más débiles? ¿Contribuyo con mis bienes a las necesidades de la Iglesia y de los pobres?
    Octavo Mandamiento ¿He mentido? ¿He reparado el daño derivado de mis mentiras? ¿He criticado a otros? ¿He descubierto faltas graves de otros? ¿He hecho juicios temerarios contra el prójimo? ¿Los he comunicado a otra persona? ¿He calumniado a otros atribuyéndoles algo que es falso?

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