sábado, 26 de diciembre de 2015

26 diciembre: Pastores

Liturgia: San Esteban
          El primer mártir de la fe cristiana. El primero entre la fila interminable de cristianos que murieron por su fidelidad a Jesús y a la doctrina de Jesús. Y siguen muriendo. La lectura 1ª narra el martirio del santo (Hech. 6, 8-10; 7, 54-59).
          En el Evangelio (Mt. 10, 17-22) el anuncio de Jesús sobre las persecuciones que padecerán sus seguidores.

          Evidentemente todo eso muy despegado del ambiente interior que llevamos dentro en estos días, centrado en el portal de Belén.

RELATOS DE LA NAVIDAD
          El Niño ha nacido. María y José viven ahora mismo volcados en el niño. Sobre la realidad tan gozosa de un bebé, el misterio de aquel nacimiento. El misterio del momento en sí y el enorme misterio de quienes sabían que el engendrado en el seno de María era el Hijo del Altísimo. Es un momento en que no se sabe si toca acoger al infante, y ponerle los pañales y abrazarlo…, o adorarlo. Y en un sentimiento constante de lo uno y lo otro, María abraza al niño; José le coge los piesesitos, María y José lo besan y juntamente se vuelven a Dios y rinden sus personas ante él… Ante Dios…, pero es que es también Dios aquel niño que tienen entre sus brazos. Jose pone la mano sobre el niño con inmensa reverencia y con el cariño paternal…; ¡que ahora mismo es muy difícil saber dónde está la primacía! María lo recuesta en el pesebre, y ambos quedan inclinados contemplando a Jesús…, en admiración y adoración. Están al mismo tiempo sirviendo y queriendo escuchar…
La liturgia de la Navidad ya nos pone el texto de Pablo en que se dice que apareció la Gracia de Dios enseñándonos. Porque la realidad es que ese Niño enseña. Es una lección abierta de Dios: sin lugar concreto para nacer…, porque Jesús no es de nadie en concreto y es de todos y para todos. Nace en un lugar de pastores y sin puertas para que entre todo el que quiera y, a más pobre, sintiéndose más en sus casa. Solo, sin que nadie lo sepa, y a su vez acompañado de los ángeles que dan a conocer su nacimiento. Entre pañales, vestiduras de un recién nacido, sin más connotaciones.
Y, en efecto, aquella nube de ángeles cantores que aparece a los pastores que velaban sus rebaños a poca distancia, para anunciarles la GRAN NOTICIA que es, además, noticia directa para ellos: que en la ciudad de Belén os ha nacido un niño, que es el Salvador, el Mesías, el Señor. Y ante aquellos atónitos hombres el ángel les está invitando claramente a pasar a verle: encontraréis un Niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre. ¡Era su ambiente!, el de ellos. El Mesías, el Señor, había venido a nacer en ese ámbito tan sencillo que ellos, los pastores, podían acudir a verlo.
Y dejando de guardia al que –por suertes (¡mala suerte!)- le tocó quedarse al cuidado de los rebaños, los demás se dispusieron a ir a ver lo que se les había anunciado. Alguno comentó que una familia que se ha alojado en un establo debe ser una familia necesitada, y que deben llevar algo. Y uno toma un requesón, otro un vellón de las ovejas, otro una zalea, otro toma leche que tenia ordeñada…, y así van reuniendo unas cuantas cosas de primera necesidad y así se ponen en camino.
No les costó demasiado dar con el lugar por aquel rescoldo que había encendido a la entrada, con el que Jose se había calentado y había dado un poquito de calor al lugar.
Desde dentro ya se había puesto en guardia José, ante el murmullo de hombres que se acercaban y que venían muy derechos hacia el lugar. ¿Quizá a reivindicar sus derechos de aquel establo? Podría darles la explicación de que no habían tenido más remedio que alojarse allí…
Los hombres se presentaron con toda humildad y saludaron con toda reverencia: ¡habían recibido aviso de ángeles, y venían a adorar al Niño! José se quedó de una pieza. María oyó desde dentro y se le vinieron las lágrimas a los ojos: ¡Dios había preparado su propia fiesta!

José se hizo a un lado y los dejó pasar y se quedó en segundo plano y observó con enorme devoción: los pastores se arrodillaron, adoraron, se sintieron transidos ante la vista del Mesías, ¡del Señor! Y con la mayor sencillez ofrecieron sus pobres dones y contaron todo lo que les había ocurrido mientras guardaban sus ovejas… Y María conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón… Es que si no es así, es para quedarse paralizado.

2 comentarios:

  1. Ana Ciudad11:43 a. m.

    EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO (Continuación)

    El sacramento del Matrimonio se lleva a cabo mediante una promesa hecha ante Dios y ante la Iglesia que es aceptada y sellada por Dios y se consuma por la unión corporal de los esposos. Dado que es Dios mismo quien anuda el vìnculo del matrimonio sacramental, este vìnculo une hasta la muerte de uno de los contrayentes.
    El sacramento de Matrimonio se lo confieren el hombre y la mujer recíprocamente. El Presbìtero o el Diàcono invoca la Bendición de Dios sobre la pareja y es únicamente el testigo cualificado de que el matrimonio se celebra en las condiciones adecuadas y que la promesa se da completa y en público. El matrimonio sòlo tiene lugar cuando hay un "consentimiento matrimonial", Es decir,cuando el hombre y la mujer, libremente y sin temor o coacción quieren el matrimonio y cuando no están impedidos para contraerlo por otros compromisos naturales o eclesiales (matrimonio ya contraìdo o promesa del celibato). (Continuarà)

    ResponderEliminar
  2. El Señor nos avisa de los peligros y nos invita a fiarnos de las inspiraciones del Espíritu Santo. No podemos quedarnos callados cuando tengamos que defender nuestra Fe, tampoco debemos callar cuando debemos hacer una corrección fraterna o manifestar abiertamente nuestras convicciones desde una actitud cristiana, aceptando las contrariedades consabidas, como auténticos testigos de Cristo, como San Esteban, proclamando sin miedo lo que había visto.

    ResponderEliminar

¡GRACIAS POR COMENTAR!