martes, 29 de diciembre de 2015

29 dic.: La verdad del amor

Liturgia
          Sigue la 1Jn (2, 3-11) que –dedicada a exponer el mandamiento del amor- primero se detiene en un test de sinceridad interior, porque sería mera filantropía hablar de amor si no quedara antes muy claro el grado de honradez del alma ante sí misma y ante Dios. Ayer hablaba de la mentira que es decir que “yo no tengo pecado”, y cómo esa mentira llega a “crear” un dios mentiroso. Hoy remacha la idea de la conciencia del individuo ante los mandamientos de Dios. Y podremos decir que conocemos a Dios si guardamos sus mandamientos. Quien dice: “yo le conozco” pero no guarda los mandamientos, es un mentiroso. Es menester que hoy se enfrenten honradamente a esta presentación los muchos que viven ya al margen de esos mandamientos de Dios…, al margen de sentirse y reconocerse pecadores. Son personas revestidas de mentira, por mucho que pretendan ser ellos los que han descubierto la “nueva verdad” de la vida. Porque quien dice que permanece en él (quien dice que cree en Dios) debe vivir como vivió Él.
          Y puestas estas mimbres, se puede confeccionar el cesto del amor al prójimo (de la solidaridad, del compartir…, que son fórmulas actuales de traducir la mano tendida al hermano). Y aunque crea el mundo moderno que ha descubierto esa “novedad”, es un mandamiento antiguo de la Palabra que habéis escuchado…, de la luz que brilla ya en el horizonte cristiano.
          Y quien dice que está en la luz y aborrece al hermano, está aún en las tinieblas…, camina en las tinieblas, no sabe adónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos.
          Es un dilema: o este hombre moderno sabe amar, y entonces no se explica que deje tan de lado a Dios, o tras todos esos movimientos solidarios humanistas hay un egoísmo solapado que carece de amor, porque carece de la fuente que es Dios. Y el tercer palo de ese “dilema” es que el hombre que pretende prescindir de Dios, en el fondo está adorando a ese Dios en el servicio solidario al hermano.
          En el Evangelio (Lc 2, 22-35) se han acabado los relatos bíblicos de Navidad y se avanza ya en la idea de la presentación el Niño en el Templo, de acuerdo con la Ley. Y el encuentro de María y José con un hombre y una mujer, personas muy religiosas que viven alrededor del Templo, y que esperaban la llegada del Mesías. Lucas, según su costumbre, pone siempre esa duplicidad de hombre y mujer, saltándose así el sentido “patriarcal” judío por el que sólo los hombres ocupan el centro de la historia. Aquí es Simeón, el que toma al niño en sus brazos y profetiza por una parte que ese Niño será alguien ante quien se dividan los corazones; y por otra –que es consecuencia evidente- una espada atravesará el alma de María, su madre.
          La liturgia deja el relato de Ana para el día siguiente.

RELATOS DE NAVIDAD
          José y María se han instalado en aquella casita que les acoge en este momento. Sitúan sus pocos enseres y acomodan un lugar para acostar al Niño. María adecenta lo mejor que puede aquella estancia y la vida de la familia se normaliza dentro de la precariedad de medios con que cuentan.
          José se va por las mañanas temprano a la plaza para ver si es llamado a algún trabajo y puede regresar por la tarde con la alegría de llevar un jornal con que ir costeando los gastos normales de manutención, limpieza, atención al recién nacido.
          Quizás al amanecer era quien iba a traer el agua, aunque no fuera lo normal en los varones, pero alguien tenía que traerla y María no podía hacerlo durante esos cuarenta primeros días.
          María hace sus cosas en la casa entre cada toma del Niño y vive pendiente de él. No sale a la calle porque guardaba su cuarentena, algo que se ha extendido en la historia a través de siglos. Para el mundo judío era una “impureza” legal que llevaban sobre sí las madres recién paridas, y no debían salir de sus casas hasta el momento en que fueran llevando al primogénito para presentarlo en el Templo.
          Que esa era una razón muy poderosa para que aquella familia permaneciera en Belén, porque desde allí les venía más a la mano la ida al Templo de la Ciudad santa.

          Por lo demás, aquellos esposos soñaban ya con el regreso a su casa de Nazaret, lo que planteaban para lo inmediatamente después del ritual de presentación del Niño. Y que de hecho San Lucas así narra la vuelta en cuanto han cumplido con aquella ley.

2 comentarios:

  1. Ana Ciudad11:47 a. m.

    E3L SACRAMENTO DEL MATRIMONIO ( Continuaciòn)

    ¿QUÈ ES LO QUE AMENAZA A LOS MATRIMONIOS?.-Lo que amenaza al matriminio es el pecado; lo que lo renueva es el perdón; lo que lo fortalece es la oración y la confianza en la presencia de4 Dios.
    El conflicto entre hombres y mujeres, que precisamente en el matrimonio llega en ocasiones al odio, a la adversión, antipatía, recìproco , no es una señal de la incompotibilidad de los sexos; tampoco hay una disposición genética a la infidelidad o una limitación psíquica especial ante compromisos para toda la vida. Ciertamente muchos matrimonios están en peligro npor la falta de una cultura del diálogo o la falta de respeto. A ello se añaden problemas económicos y sociales. El papel decisivo lo tiene la realidad del pecado: celos, despotismo,riñas, concupiscencia,infidelidad y otras fuerzas destructoras. Pr ello el perdón y la reconciliación forman parte esencial de todo matrimonio, también a través de la confesiòn`.

    Continuarà

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  2. Simeón es un hombre justo y piadoso, un anciano que persevera en la Oración y tiene la esperanza de ver a Dios. Reconoce su Presencia todos los días, espera en Él y lo busca apasionadamente; sabe traducir cada acontecimiento, puede ver sus manifestaciones en cada paso. Hoy, es el día gozoso que estaba esperando: el Niño Jesús,el Mesías Salvador, es el Niño que tiene en sus brazos ; lo recibe en su corazón y lo acoge con fe. Como Simeón, todos estamos llamados a reconocer al Salvador del mundo, la Luz que nos ilumina, como el anciano, tenemos que ser capaces de convertirnos en profetas que anuncian Su Presencia, de acogerlo con fe y dejarnos conducir por su Luz espléndida a la Casa de nuestro Padre.Como Simeón siempre debemos estar en una actitud orante de impaciente espera.
    ón coraz´pn

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