jueves, 17 de diciembre de 2015

17 diciembre: La circuncisión de Juan

Liturgia
          Adviento: 2ª parte. Ya centrados en el hecho mismo salvador. Una 1ª lectura (Gn 49, 2. 8-10) en que se ensalza la figura de Jacob que agrupa a sus hijos y destaca a Judá como comienzo de la estirpe de la que vendrá el Salvador. No se apartará de Judá el cetro ni el bastón de mando…, y le rendirán tributo los pueblos.
          El Evangelio (Mt 1, 1-17) es ese que nunca gusta leer al Sacerdote que oficia la Eucaristía…, y menos les gusta a los fieles. Y sin embargo es de un calado inmenso en la Historia de la Salvación y en la mente de un hebreo: es toda su familia, todos los ascendientes, que son el honor de la familia. Y no porque todos sean santos sino porque son el tronco de esa familia. Y Mateo sitúa hoy a Jesús como el descendiente de Abrahán, el prototipo de la fe y el depositario de la PROMESA DE DIOS, que –en su descendencia, incontable como las arenas del mar- hará salir un Salvador. Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo. Ahí está la clave. La genealogía concreta que se ha presentado es un artificio de 3 grupos de 14 generaciones. La 2ª la inicia David (Jesús es designado el Hijo de David). Y el salto final de Jacob a José es llamativo, pero cumple la misión que pretendía el escritor sagrado.

RELATOS DE ADVIENTO
          Momento clave en la vida de aquella familia fue el nacimiento de Juan. Un hijo tantos años esperado y que llegó en el momento previsto por Dios para poner el último eslabón de la anunciada salvación de Israel.
Y no menos importante el momento de 8 días después, cuando Zacarías circuncida al niño y así lo hace miembro del pueblo de Dios, y le impone el nombre que el ángel le había señalado. Una práctica orientada a facilitar el día de mañana la procreación, aspecto básico en la mente de un israelita, cuya honra estaba en llenar la casa de hijos.
Era un momento sublime para una familia israelita, por más que resultara doloroso por la parte “sangrienta” que tenía para la criatura. Pero aquello era un ritual tan sublime que se vivía con verdadera emoción. Y el niño pasaba a la madre, quien acercaba el pecho a la criatura y pronto se tranquilizaba.
María se bebía cada instante. Lo estaba viviendo como anticipo de lo que ella había de experimentar de aquí a no mucho tiempo. Se emocionó con la emoción de todos, sufrió con el llanto del niño, y aprendió que el pecho que se le ofrecía en ese momento siguiente era la solución instantánea para la criatura.
Si yo pensara al modo nuestro, no podría menos que imaginar que María entró en las dependencias interiores de la casa y sacó unos platos que Isabel y Zacarías habían preparado previamente para invitar y festejar aquel día tan grande para la familia. JUAN iba ya marcado con un nombre dado por Dios, y –por tanto- con una misión muy específica por delante.

María había cubierto su misión. Y lo expuso a Zacarías e Isabel. Ella debía ya marchar. Había pospuesto su boda en el deseo de hacer aquel servicio que ha hecho allí. Pero José ya espera. Han pasado tres meses y ya toca regresar. Zacarías se encargó de visitar en Jerusalén a las personas que se responsabilizaran del viaje de regreso de María, así como de enviar correo de postas a Nazaret para comunicar el día de regreso de María.
El día convenido Zacarías acompañó a María a Jerusalén para emprender el viaje. Le despidió con un beso en la frente que era amor y agradecimiento y admiración. Porque, como luego comentaron Isabel y Zacarías, María había dejado un aroma excelente en aquellos meses en la montaña. Dulce, prudente, delicada, servicial, comunicativa, cariñosa, alegre, dispuesta, cercana, espiritual, profunda… Tanto ellos como los familiares y amigos y vecinos que la habían conocido, se hacían lenguas de la forma de ser de aquella muchachita, tan joven y a la vez tan madura. Sentía el matrimonio la marcha de María pero era lo normal.

María, mientras tanto, viajaba ya hacia Nazaret, con el gozo del deber cumplido, la ilusión de regresar a su pueblo, a sus padres, y a José, con esa alegría de la muchacha que ve cercano el momento de su boda, y a la vez con el misterio que se cierne sobre la misma, dado que era muy consciente de que no serían un matrimonio como cualquier otro, puesto que Dios había tomado posesión de aquella plaza, y Él había de marcar recorrido.

2 comentarios:

  1. Ana Ciudad11:09 a. m.

    LOS SACRAMENTOS AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD Y DE LA MISIÒN.

    ¿Còmo se llaman los sacramentos al servicio de la comunidad?.
    Quien està bautizado y confirmado puede además recibir en la Iglesia una misión particular mediante dos sacramentos específicos y ser por ello tomado por Dios a su servicio; se trata del Orden sacerdotal y del Matrimonio.
    Ambos sacramentos tienen algo en común, están ordenados a "otras personas". Nadie se ordena para uno mismo y tampoco nadie contrae matrimonio sòlo para sì mismo. El sacramento del Orden y el sacramento del Matrimonio deben construir el pueblo de Dios, es decir, son un canal por medio del cual Dios hace llegar su amor al mundo.

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  2. Hoy hemos repasado la genealogía de Jesús la cual nos ayuda a contemplar el misterio que estamos a punto de celebrar: que Dios se hizo Hombre, verdadero Hombre y que vivió entre nosotros.

    " Sabiduría del Altísimo, que todo lo ordenas con firmeza y suavidad, ven y enséñanos el camino de la prudencia".

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