viernes, 18 de diciembre de 2015

18 dic.: Boda de José y María

Liturgia
          El hecho más grande que tiene ante su mente el pueblo hebreo es el del paso prodigioso del Mar Rojo y la liberación de los egipcios y de la esclavitud. Pues bien: hoy Jeremías nos trasmite (23, 5-8) que ya no habrá que recurrir a ese hecho para descubrir la mano de Dios sobre el pueblo, porque ahora sucede algo más grande todavía: la libertad de la esclavitud de Babilonia. Pero la liturgia lo trae aquí con la mirada puesta en el hecho excelente y sublime de esa nueva y definitiva liberación que trae la entrada en el mundo del enviado de Dios.
          En la liturgia se ha querido acabar con el planteamiento que hace San Mateo sobre los hechos que desembocan en el nacimiento de Jesús. Por eso, una vez que ayer presentó el árbol genealógico de Jesús, que acababa en José, el esposo de María de la cual nació Jesús, hoy concluye todo con el hecho de José (1, 18-24) que –avisado en sueños por un ángel- es llamado por Dios a hacer las veces de padre de Jesús, no sólo porque realiza su boda con María (no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer) sino porque se le encarga la misión de padre de familia que pondrás al Niño por nombre Jesús, porque él salvará al pueblo de sus pecados.

RELATOS DE ADVIENTO
          Coincide perfectamente este “relato” con el tema de la liturgia: María ha regresado de Aim Karím. Y ya es el momento de realizar la boda con José. Tras aquellas primeras horas en que María fue contando sus vivencias con Isabel y Zacarías, y el momento emocionante de la circuncisión de Juan, lo que se plantea es fijar la fecha de la boda, los preparativos de una gozosa ceremonia nupcial al modo oriental. Y que, dentro de unas condiciones económicas que corresponden a aquellas dos familias, han de tener la solemnidad que requiere el acontecimiento. Un hecho que esta avalado por Dios, al que José va con esas bendiciones de quien le ha comunicado y puesto delante el misterio encerrado en esa boda.
          El día señalado, José con los amigos del novio (Jesús se refirió a esa circunstancia que concurría en las bodas), acudió a la casa de Joaquín y Ana, la casa de María, la novia, que estaba flanqueada por  lo que hoy llamaríamos “damas de honor”. Y el cortejo emprendió el camino hacia el punto en que aquellos jóvenes iban a formular oficialmente su compromiso de mutua pertenencia y entrega de amor. Se formalizaba con la entrega simbólica de la dote (que quedó expresada en la arras –esas que hoy día tienen el encanto de no ser una entrega en una sola dirección sino de recíproca donación, en la que él da a ella y ella a él con una misma fórmula de compartir los bienes). José recibió así en su casa a la nueva dueña y señora, y comenzaron los festejos que, en aquella cultura, duraban varios días de regocijo.
          Joaquín y Ana marcharon a su casa. Les quedaba dentro todo un misterio de lo que habría de ser aquel matrimonio. Una satisfacción del deber cumplido y de haber cubierto con prudencia los diferentes pasos (y misterios) que rodearon aquella situación.
          Por su parte, acabadas las celebraciones festivas, José y María quedaban en su casa, la de José, y ahí empezaba un tiempo de meses sin hechos extraordinarios, vividos en la simplicidad de la vida ordinaria. Y en esas conversaciones entre ellos sobre la realidad tan especial que les cubría. Eran esposo y esposa pero no estaban en las condiciones normales de un matrimonio, por cuanto que Dios había entrado directamente en aquellas vidas y de las manos de Dios dependían en toda la realización de sus vidas en común.
          Un hecho indiscutible era que Dios poseía a María. La encarnación virginal ponía ya una línea divisoria con todo lo que fuera un matrimonio normal. El aviso de Dios a José recordándole la profecía a Acaz, de una doncella que concibe y da a luz…, y el fruto de sus entrañas es Enmanuel…, Dios..., dejaba a José de cara a una relación igualmente virginal hacia aquella mujer. Y no podían menos que conversar de esas cosas, porque su matrimonio estaba llevado en la palma de la mano de Dios, y todo movimiento que ellos vivieran, había de estar colocado en esa mano divina que le sostenía y llevaba.

          José se iba a su trabajo. María adecentaba la casa, amasaba el pan, cosía y guisaba, traía el agua de la fuente y esperaba con toda ilusión el regreso de José, que muchos días no podía venir hasta la caída del sol. Era un encuentro de estreno, porque la limpieza del alma y del cuerpo les mantenía en un halo de cariño que parecía renovarse en cada nueva tarde y cada nueva mañana.

2 comentarios:

  1. Ana Ciudad9:08 a. m.

    EL SACRAMENTO DEL ORDEN.

    El Orden es el sacramento gracias al cual la misión confiada por Cristo a sus Apòstoles sigue siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de los tiempos
    Quien es ordenado recibe un don del Espíritu Santo que le confiere un poder sagrado y que le es otorgado por Cristo por medio del Obispo.
    Ser presbítero o sacerdote no supone únicamente asumir una función o un cargo.Mediante el Orden, el sacerdote recibe como don una fuerza particular y una misión en favor de los hermanos en la fe
    El sacramento del Orden tiene tres grados: Obispo (Episcopado), Presbitero(presbiteado), Diàcono(diaconado).

    Continuarà

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  2. Jesús es Hijo de Dios, a lo largo de su vida pública, para Jesús, Dios no es solamente"el Padre de Israel, el Padre de los hombres", sino "Mi Padre, MIO:Por eso, los judíos querían matarlo, porque llamaba a Dios su Padre.

    En Jesús, se cumplen todas las profecías del pasado...Le pondrán por nombre Emmanuel, que significa :"Dios con nosotros"(Mt. 1, 23). Realmente, es Dios que baja del cielo y se hace hombre. Como San José, humilde y justo que se abre a los caminos del Señor; así nosotros debemos escuchar al Señor y ver y tratar de entender los signos de vida que el Señor nos envía día trás día; debemos creer en el misterio dela Encarnación, confiar en su poder y en sus planes y tener valor para dejar nuetras débiles seguridades para unirnos a Él totalmente y decididamente, ocupados en descubrir la voluntad de Dios para actuar según su plan con prontitud y confianza.

    Entre los hebreos, las genealogías se hacían por la via masculina; y, José, el esposo de María, era el padre legal de Jesús y estaba sujeto a todas las obligaciones de un padre hebreo.Debía trabajar para sostener a su familia y ocuparse de que Jesús lo acompañara a la Sinagoga y de que aprendiera un oficio.Era José, como María, de la Casa y familia de David, de donde nacería el Mesías que Dios había prometido.Y.Jesús, descendiente de David, fué empadronado en la casa real, según la costumbre.

    José amó a Jesús como un padre ama a su hijo.El amor de San José a la Virgen debió ser purísimo dado que, conociendo su deseo de mantener su voto de castidad que le había hecho a Dios, accedió a desposarse con Ella y renunció a tener sucesión antes que vivir separado de María a la que tanto amaba.

    Con José, cogidos de su mano, al tiempo que le pedimos que nos explique"cosas" de Jesús y de María; nos introducimos en aquella cálida gruta de Belén...

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