lunes, 14 de diciembre de 2015

14 dic.: Ojos clarividentes. Y JOSÉ

Liturgia
          Ahora se hace más difícil de ver el mensaje de adviento que nos quieren traer las lecturas. Hoy, Num 24, 2-7. 15-17 nos cita a Balaán que se define a sí mismo como profeta de ojos perfectos (o sea: clarividente), y que está contemplando –aunque no ocurrirá pronto- el avance de la casa de Jacob, que vencerá a las otras tribus que se le oponen. Ahí está el anuncio mesiánico.
          En el evangelio (Mt 21, 23-27) los sacerdotes y senadores vienen a pedirle cuentas a Jesús por qué echó a los mercaderes del Templo. Y Jesús les dice que les va a responder si ellos responden a una pregunta que Jesús les hace: el bautismo de Juan era de Dios o de los hombres. Se encuentran cogidos por el dilema: si dicen que vino de Dios, ¿por qué no le creyeron? Si dicen que es de los hombres se echan al pueblo encima… Y pretenden salirse por la tangente: No sabemos. Y Jesús responde: Pues tampoco yo os digo en razón de qué yo hice eso.
          Respecto de la 1ª lectura creo que la interrogante para nuestro adviento propio es la sinceridad de ojos perfectos, clarividentes…, que no pretendan ocultarse la propia verdad. Porque el Adviento debe decirnos algo y debe verse en algo. A estas alturas, ya merece la pena hacer parada a ver en qué se modificó algún aspecto de nuestra vida. Juan Bautista, por su parte trajo un bautismo del cielo, o sea, de parte de Dios, precisamente para ratificar posturas de cambio.
          La pregunta a nosotros está servida.

RELATOS DE ADVIENTO
          José le expresaba a Joaquín su emoción: ¡Qué grande es Dios! Y comenzaba a querer explicarse cuando Joaquín le dijo: ¿Llamamos a María? Y como José asintió convencidamente, Joaquín llamó a su esposa y a la muchacha porque intuía que Dios había hecho de las suyas, y lo mejor era que José se explicara.
          Vio venir a María y sintió una conmoción especial. Ahora mismo María era a los ojos de José no sólo la muchacha de sus ilusiones sino la joven que llevaba a Dios en su seno. Y a José se le saltaron las lágrimas, a la par que saludaba a Ana con su mejor sonrisa y se quedaba mirando a María con verdadera veneración. Ahora sé todo, María. Y dirigiéndose a los tres, dijo con emoción profunda: Me ha visitado Dios…Y bajó los ojos con pudor. Sí: no puedo decir más que en medio del sueño ha tenido una visita de Dios que me lo ha contado todo. Y me ha dicho que no tema tomarte por esposa, porque lo que hay en ti viene del Espíritu Santo. Ya puedes comprender que no entiendo nada humanamente, pero Dios es Dios y Él sabe lo que dice.
          El silencio se cortaba. Por el rostro de María caían unas perlas de agradecimiento a Dios, que hacían –si fuera posible- más bella a María. José se hubiera abrazado a ella, pero no eran costumbres que encajaran en aquella cultura. Más bien María hacia su reverencia a José, al varón, que era “amo” de su vida. Ana lloraba y Joaquín contenía esa enorme emoción del que palpa la maravilla de Dios.
          José continuó: Dios me encarga la paternidad de ese Niño; me ha dicho que yo le pondré el nombre de Jesús. Y todo me lo ha relacionado con el anuncio de Isaías…: Tú eres, María, la doncella escogida que unes en ti la virginidad y la maternidad. Enmanuel va ser tu hijo, y el mío por el conducto legal… Por mi parte vengo ya dispuesto a que concertemos la fecha de nuestra boda, tal como en el sueño se me ha dicho: Que te reciba en mi casa. Ardo en ilusiones de ello, aunque comprendo que Dios nos lo ha puesto distinto a como sería en cualquier matrimonio. Pero Dios será quien lleve la voz cantante.
          María asintió plenamente. Ahora todo dependían de Dios. Pero tengo ahora mismo algo pendiente, que te presento a ti, mi señor, para que se haga si tú lo consientes. El día que Dios vino a mí, me comunicó que mi pariente anciana Isabel estaba embarazada de seis meses. Yo no sé si era una llamada de Dios… Lo que sí pienso es que es un deber mío atenderla. Ella anciana y avanzada en la gestación. Yo, muy joven, que puedo echarle una mano… Pienso que acertaría yendo a ayudarle. Pero tú, José, mi esposo, tienes la palabra.

          José sintió esa pequeña contrariedad en su entusiasmo de este momento, pero vio razonable el deseo de María. Suponía un pequeño retraso de tres meses, y una delicadeza de su parte que podía ofrecer a su prometida. Y quién sabe si, más allá todavía, un acto de fidelidad y correspondencia a Dios, que había obrado en él tantas maravillas… Y asintió al planteamiento de María, acordes todos en este momento.

2 comentarios:

  1. Ana Ciudad10:49 a. m.

    EL SACRAMENTO DE LA UNCIÒN DE LOS ENFERMOS (Continuación)

    El sacramento de la Unciòn de los enfermos se administra a los gravemente enfermos, ungièndolos en la frente y en las manos con aceite de oliva debidamente bendecido o , según las circunstancias, con aceite de plantas y, pronunciando una sola vez estas palabras:"Por esta santa unciòn,y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo, para que,libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad".
    La Unciòn de los enfermos " no es un sacramento sòlo para aquellos que están a punto de morir. Por eso, se considera tiempo oportuno para recibirlo cuando el fiel empieza a estar en peligro de muerte por enfermedad o vejez".
    Si un enfermo que recibió la unciòn recupera la salud, puede en caso de nueva enfermedad grave, recibir de nuevo este sacrtamento.En el curso de la misma enfermedad, el sacramentopuede puede ser reiterado sin la enfermedad se agrava. Es apropiado recibir la Unciòn de enfermos antes de una operación importante. Y esto mismo puede aplicarse a las personas de edad avanzada cuyas fuerzas se debilitan.

    Continuarà

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  2. Los Sumos Sacerdotes cuestionaban las cosas que hacía Jesús; se resistían a creer que era el Hijo de Dios; también nosotros tratamos de "investigar" a Dios; le hacemos preguntas y nos parece que no nos responde; sus silencios se nos hacen eternos e incómodos...Pero Cristo es su Palabra; su Doctrina,sus milagros...cada gesto, cada silencio, cada acción son invitaciones que nos ayudan a transformarnos y a fortalecer nuestra fe y a confiar siempre en Dios, a reconocerlo en la Creación y en todos los acontecimientos de la vida.

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