lunes, 23 de noviembre de 2015

23 novb.: Los pobres de Yavhé

Liturgia
          Esta semana va cerrando el ciclo que comenzamos en el Adviento pasado, y lo hace con el libro de Daniel, uno de los profetas que más han retratado la escatología (o el paso hacia el encuentro con la salvación, a través de las vicisitudes de la historia).
          Lo que hoy nos ha dejado la 1ª lectura (1, 1-6. 8-20) es el hecho original de toda esa situación. Nabucodonosor, rey de Babilonia, invade Israel, expolia el Templo y comete la profanación de llevarse los utensilios sagrados al templo de su falso Dios. También se lleva consigo a jóvenes agraciados, que quiere poner a su servicio. Y acabará por deportar a todo el pueblo, llevándoselo a Babilonia.
          Detrás de todos estos hechos se va dibujando el proyecto de Dios, que aun de loas males saca bienes. Entre todos los jóvenes que están preparando para que el rey escoja a los que él quiera, vendrán a ser 4 judíos los que mejor aspecto presentan. Y eso, a pesar de que no han aceptado ellos los manjares del rey sino que han logrado congraciarse con el encargado de su custodia, para que sólo les sirvan legumbres y agua. ¡Pues al final tienen mejor aspecto que los otros, tratados con manjares del rey!
          Todo va mostrando una acción de la providencia que desemboca en la elección de ellos, y en las cualidades de Daniel para resolver enigmas.
          Adelantándome a todo lo que está porvenir, hay finalmente un efecto de trascendental importancia en toda la historia del exilio del pueblo hebreo, que vive mucho tiempo en ese estado de migración, perdida su nación, profanado su templo, y en un ambiente pagano y hostil a su fe. Y es que allí se decanta la verdad de la fe de cada uno, porque se va produciendo una relajación de costumbres, una violación de las leyes religiosas que identificaban a Israel, y una apostasía de una buena parte del pueblo, que acaba emparentando con las mujeres babilónicas, y perdiendo la fe en el Dios Yawhé.
          Pero al mismo tiempo se acendra la fe de los verdaderamente fieles, que constituyen un resto (así se les llama, aunque son muchísimos), que permanecen en su fe y sus costumbres en medio de un ambiente y una cultura extranjera.
          No deja de ser un espejo para nuestros tiempos. ¡Cuantos que fueron ejemplares en su expresión religiosa en tiempos de bonanza, se dieron la vuelta cuando cambiaron las tornas y “emparentaron” con las costumbres paganas…! ¡Y cómo ahí es donde se vio a los verdaderos creyentes y fieles, que –aun en ambiente contrario- mantienen su fe y su fidelidad a los principios y exigencias de su fe!
          Aquel resto es el que acabó llamándose pobres de Yawhé, porque –desposeídos de toda otra seguridad- se echaron confiadamente en los brazos de su Dios, y conservaron su religión, y fueron los trasmisores a nuevas generaciones de aquella fe que recibieron de sus padres, Abrahán, Isaac y Jacob. A este grupo de los pobres pertenece María, esclava del Señor, que acepta todo el misterio que Dios le pone delante, y que ella acoge sin dudar, porque toda su confianza está puesta en el Señor.
          El evangelio de hoy, Lc 21, 1-4, nos presenta un caso concreto de POBRE DE YAWHÉ en aquella viuda, pobre económicamente, pero sobre todo POBRE que todo lo da a Dios…, pobre que vive en toda su intensidad la fe de Israel, y que atrae la atención de Jesús porque no es la persona que hace su ofrenda porque puede hacerla y aun le sobra, sino porque ha dado en ofrenda lo que tenía para su sustento. Ella ha comprendido lo que es el valor de desposeerse de sí misma si eso ha de ser en ofrenda a Dios.
          Otra vez, sin más remedio, volvemos la mirada sobre nosotros: nuestra vida espiritual, nuestras prácticas religiosas, nuestras limosnas…, pueden ser todo lo profusas que se quiera, pero lo que nos toca plantear es en qué medida entregamos nuestro sustento. O sea: si más allá de todas nuestras respuestas espirituales, hay un desposeimiento del YO, de lo personal, de lo que nos asegura nuestros pies para nuestra satisfacción y tranquilidad.

          Porque la verdad es que estamos dispuestos a mil sacrificios, pero muchas veces –dicen los autores espirituales- somos como la serpiente que es capaz de dejar que le machaquen el cuerpo por tal de salvar la cabeza, porque al final el cuerpo se va a regenerar. Y lo que nos separa de ser santos y nos deja sólo en “buenos” es que hemos hecho muchas cosas pero hemos dejado “la cabeza” intacta. O sea: no hemos dado el paso. Nos hemos reservado lo más íntimo nuestro. Aun no hemos puesto TODA NUESTRA CIONFIANZA EN EL SEÑOR. Por supuesto que todo eso no es cuestión de “esfuerzos” sino de disponibilidad a la Gracia de Dios.

2 comentarios:

  1. Ana Ciudad9:59 a. m.

    EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÌA (Continuación)

    El Señor nos dirige una invitación urgente a recibirle en el sacramento de la Eucaristía :" En verdad, en verdad os digo :si no comèis la carne del Hijo del Hombre, y no bebèis su Sangre ,no tendréis vida en vosotros ".
    Para responder a esta invitación, debemos prepararnos para este momento tan grande y santo. San Pablo exhortaba a un examen de conciencia : "Quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor .Examínese,pues , cada cual,y coma entonces del pan y beba del cáliz.Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo,come y bebe su propio castigo".
    Quien quiera recibir la sagrada EUCARISTÌA , debe ser católico. Si fuera consciente de un pecado grave o mortal debe confesarse antes.Antes de ponerse ante el altar hay que reconciliarse con el prójimo..Tambien hay que guardar el ayuno que manda la Iglesia, así como tener una actitud corporal( gestos, vestidos adecuados) se manifiesta de esta manera, la solemnidad ,el gozo de ese momento en que Cristo se hace nuestro huésped.
    Hasta hace pocos años estaba dispuesto no comer nada como mínimo tres horas an tes de una celebración eucariìstica; de este modo se querìa estar preparado para el encuentro con Cristo,en la COMUNIÒN. Hoy dìa la Iglesia pide al menos una hora de ayuno.Repito,un signo de respeto es el"vestido" con el que nos acercamos a recibir al Señor del mundo.

    Continuarà

    ResponderEliminar
  2. Impresiona el gesto de la viuda pobre. Lo ha dado todo por Dios, su gesto debe alumbrar nuestra vida de fe; porque esta mujer marginada y pobre no ha dado lo que le sobraba, que no le sobraba nada. Abramos bien los ojos, miremos con la mirada de Cristo y obremos con la generosidad de la viuda que lo ha dado todo por Dios.Dios no nos abandonará y se conmoverá por cada pequeño gesto que hagamos por Él o por los hermanos.

    ResponderEliminar

¡GRACIAS POR COMENTAR!