miércoles, 18 de noviembre de 2015

18 novb.: Historias de ayer y de hoy

Liturgia
          Los dos libros de “los Macabeos”, pertenecientes a los llamados “libros históricos” de la Biblia, bien se puede decir que hacen historia, porque –leídos hoy en nuestra realidad actual- siguen siendo actuales. Hoy leemos en la Misa 2Mac 7, 1. 20-21. No es en balde que se hable de “siete hermanos”, teniendo en cuenta que ese “7” no es un número ordinal sino simbólico de plenitud. Y está reflejando una historia de persecuciones y de odio a la religión (o de lucha de culturas) que no es ajena al momento que vivimos.
          Lo que importa es ir al fondo de la cuestión y descubrir ahí a los mártires de entonces y de ahora, en razón de su fe. Y al sentido hondo del amor a Dios sobre TODAS las cosas, que queda simbolizado en aquella madre que me morir en un día a sus 6 hijos, y cuando sólo le queda el menor, aún es ella la que le incita a ofrecer la vida en razón de su fe. Es el “premio” mayor que puede darle ese hijo en correspondencia a la vida que ella le dio. Dios está ahí por encima de su amor maternal, y de su tragedia espantosa de quedar huérfana. ¡Pero el premio a su arraigada fe!
          Y el hijo menor, digno de tal madre, incita al verdugo a acabar con su vida, pero él permanecerá en la fe de sus padres y no obedecerá los mandatos injustos del rey, tramados contra todo el pueblo hebreo. Porque esa es la realidad: la persecución no es contra esa familia: es contra todo el pueblo…, contra la fe de ese pueblo.
          Ese es el temple que se pone ante nuestros ojos; el tenor de respuesta que se nos manifiesta. Y nuestros tiempos, desde solapadas persecuciones contra la fe católica, no puede dejarnos impertérritos, como quien ve los toros desde la barrera.
          Un evangelio muy clarificador (Lc 19, 11-28), que le gana a la parábola de los talentos porque en ella se presentaban encargos de diversa envergadura a cada sujeto. En esta parábola de “las onzas” (o las “minas”), todos reciben por igual, y la diferencia no viene marcada por el don sino por la correspondencia a ese don. [Valga de aclaración de “la mina” era una moneda de amplio valor, equivalente a diez jornales].
          El noble se va a ausentar para alcanzarse el título de “rey”. Y antes, reparte bienes entre sus súbditos, una “onza” (o “mina”) a cada uno, para que –en su ausencia- comercien con ese don y lo hagan fructificar. Todos reciben lo mismo. Y cuando regresa ya aquel con su título de rey, pide cuentas a los súbditos del negocio que han llevado a cabo.
          Uno viene con la “mina” multiplicada por 10. ¡Es un valioso colaborador! El rey lo pone al cargo de 10 ciudades. Otro ha multiplicado por cinco. También es alabado, y recibe el cargo de cinco ciudades. Y si se siguiera la secuencia de personas, uno traería 8, otro dos, otro habría duplicado lo recibido y traería una onza nueva. Todos ellos recibirían su premio. Habían sido hombres trabajadores y útiles.
          Pero llegó uno que no había hecho nada. Simplemente guardó lo recibido y lo devuelve tal cual. Ese es un inútil, por más que es el único que viene con sus explicaciones y justificaciones para decir que no ha hecho nada. Justificaciones y explicaciones que se vuelven contra él. Y el rey manda que se le quite su “mina” y se la entreguen al que multiplicó por diez. Eso les extraña a los encargados y advierten que ¡ya tiene diez! La respuesta es muy clara: Al que tiene, se le dará; al que no tiene (porque ha dejado perder su oportunidad), se le quitará hasta lo que tiene.
          El comienzo de la parábola dice que la contó Jesús porque algunos pensaban que el Reino de Dios iba a despuntar de un momento a otro. Y Jesús deja claro un tiempo intermedio para negociar…, y otro tiempo siguiente para que el que tenía diez todavía pueda seguir negociando… Y cuando ha contado todo eso, ahora emprende de nuevo su camino hacia Jerusalén…, su caminar hacia ese Reino de Dios que va a tener mucho sufrimiento que arrostrar.

          Hay una frase al final que deja mal sabor: A esos enemigos que no me querían por rey, traedlos acá y degolladlos en mi presencia, frase que está revelando a un autor judío, vengativo, que tiene que acabar el relato violentamente. Bien claro que todo lo contrario de la forma de proceder de Jesús, que siempre buscó la salida airosa para los pecadores…, que expresó la misericordia con el hijo derrochador que había abandonado a su padre, y al que todavía se le acoge amorosamente a su vuelta derrotada. No partían de Jesús esas reacciones violentas, aunque el autor del relato las apunte como si así quisiera acentuar el triunfo de Jesús. ¡Mal favor le hace!

2 comentarios:

  1. Ana Ciudad10:13 a. m.

    EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÌA (Continuación)

    En el corazón de la celebración de la Eucaristía ,se encuentran el pan y el vino que, por las palabras de Cristo y la invocación del Espíritu Santo se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
    Fiel a la orden del Señor, la Iglesia, continùa haciendo, en memoria de Èl hasta su retorno glorioso lo que Jesús hizo la víspera de su pasión.
    En la Antigua Alianza el pan y el vino eran ofrecidos, como sacrificio entre las primicias de la tierra en señal de reconocimiento al Creador. Pero reciben un nueva significación en el contexto del Éxodo :los panes ácimos que Israel come cada año en la Pascua , conmemora la salida apresurada y liberadora de Egipto. El recuerdo del manà del desierto sugerirà siempre a Israel, que vive de la Palabra de Dios. El pan de cada dìa, es el fruto de la Tierra prometida, prenda de la fidelidad de Dios a sus promesas. El cáliz de la bendición, al final del banquete pascual de los judíos, añade a la alegría festiva del vino, la de la espera mesiánica del restablecimiento de Jerusalén. Jesús instituyò su Eucaritìa dando un sentido nuevo y definitivo a la bendición del pan y del vino.

    Continuarà

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  2. "Defiende a tu Iglesia, Señor, con la protección de los apóstoles,ya que ha recibido por ellos el primer anuncio del Evangelio, reciba, por su intercesión, aumento de gracia hasta el final de los tiempos".

    El Señor nos ama; nos exige mucho porque nos ama; confía en nosotros. Es bueno, justo y está lleno de misericordia, quiere que hagamos un buen uso de nuestra libertad; pero quiere que nos arriesguemos, que nos comprometamos, que nos salvemos. Ya no podemos esperar para comenzar a trabajar por el Reino, a fin de multiplicar las onzas que se nos han dado. Tomemos en serio las cosas de Dios; juguemos con todo lo que nos ha dado, aunque nos equivoquemos, aunque no obtengamos el fruto esperado; no nos quedemos quietos; procuremos hacer lo que hagamos lo mejor posible, que no nos frene la, indiferencia o una falsa humildad, ¡que busquemos apasionadamente el Reino de Dios y su justicia!. Queremos ser colaboradores infatigables del Señor y utilizar nuestros talentos para ayudar a nuestros hermanos.

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