sábado, 14 de noviembre de 2015

14 noviembre: Orar insistente

Liturgia
          Hay un versículo que se repite en la Navidad: Cuando un silencio profundo lo llenaba todo y la noche llegaba a la mitad de su carrera, tu omnipotente Palabra bajó del Cielo, expresándose así de modo poético el misterio de Belén. Y de ahí viene que la celebración de ese misterio se celebre a la medianoche: “la noche llegaba a la mitad”… (=media noche).
          Pues bien. Hoy (Sab 18, 14-16; 19, 6-9) encontramos ese verso en su punto original en el libro de la Sabiduría, con la referencia concreta a lo que está referida tal expresión: el pueblo hebreo caminaba en la noche, perseguido por los egipcios, pueblo opresor. La noche era tan densa que el pueblo de Dios se encontraba copado entre el mar Rojo que le cerraba la huida, y el ejército egipcio que le acosaba. Ha llegado a su noche plena, su “media noche” cerrada. En ese momento tu Palabra todopoderosa se abalanzó, como paladín inexorable desde el trono real de los cielos al país condenado, llevando como espada afilada la orden terminante… Era el momento de la liberación del pueblo elegido. Se vio la nube dando sombra protectora al campamento…, y el mar Rojo convertido en camino practicable, y el oleaje violento hecho vega verde; por allí pasaron los que iban protegidos por la mano de Dios.
          Cuando este año la Navidad nos recuerde ese versículo, sabemos que hay mucho más que una referencia poética al Nacimiento. Se está hablando de una PALABRA hecha carne que llega a liberar al nuevo pueblo de Dios; se está refiriendo al poder de Dios que se hace hombre para ayudarnos a traspasar las fronteras de la esclavitud, y que podamos atravesar nuestro “mar rojo” (nuestras esclavitudes personales) como nueva vega fértil en la que nos quiere situar la Palabra poderosa de Dios, donde prorrumpir en alabanzas al Señor, nuestro liberador.
            La respuesta al Salmo nos lleva a una repetitiva oración de reconocimiento: Recordad las maravillas que hizo el Señor.

            El evangelio –Lc. 18, 1-8- vuelve a ser una repetición de Jesús sobre nuestra manera de orar, que debe ser constante e insistente. Se ve que era una idea que Jesús llevaba en su alma. Y para hacer grafica esa enseñanza, nos presenta a una mujer viuda (y por lo mismo, pobre e indefensa), que está decidida a alcanzar su objetivo: que el juez le haga justicia contra el acoso de un enemigo.
            Al juez poco le importa la viuda y la justicia: ni teme a Dios ni le importan los hombres. Pero la viuda no ceja e insiste. Y el juez llega a temer que la viuda le acabe pegando. Y por eso la atiende. Saca Jesús de ahí la conclusión que quiere sacar: que hay que pedir sin desfallecer.
            Y acaba diciendo: Pues Dios, que es JUSTO (bondadoso, respetuoso, bueno), ¿no va a escuchar la oración insistente que se le hace? Dice Jesús que atenderá la petición y no le dará largas… Hará justicia sin tardar.
            Por lo pronto, ya sabemos: pidamos a Dios a sabiendas de que no le molesta nuestra insistencia. Y no es que Dios necesite de esa repetitiva petición. Él ya se la sabe. Pero nosotros no nos lo sabemos, y no sabemos pedir o no sabemos aquilatar nuestra petición. Somos nosotros los que tenemos que insistir por necesidad nuestra. Y porque en esa insistencia iremos aumentando nuestra fe y purificando nuestra oración.
            Aquel fariseo que oraba erguido y presentando “la factura” de sus méritos, en realidad no oraba. Si hubiera insistido y se hubiera ido haciendo consciente de lo que estaba diciendo, hubiera tenido que moderar su manera de orar. Hubiera tenido que corregirse a sí mismo. Y eso ya hubiera sido un fruto de su insistencia. Hubiera comprendido que necesitaba orar como los demás, que van a Dios con sus pobrezas en la mano como único instrumento para insistir. Como el publicano, que sencillamente pide misericordia, porque no ve más título para rogar que el ser un pobre pecador. En efecto, esa oración es tan inmediatamente atendida por Dios que dice Jesus que salió de allí limpio. Dios le respondió sin hacerle esperar. El fariseo está todavía esperando porque no ha sido capaz de cambiar su modo de ir a Dios.
            Buena lección para nosotros y nuestro modo de suplicar a Dios. Y cuando nos parezca que “Dios no nos oye”, todavía tendremos que examinar nuestra manera de pedir, o el objeto mismo de la petición. Porque no es Dios quien tarda en atender: hará justicia sin tardar.

            La pregunta final que se hace Jesús es de las que cuestionan a fondo: Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿hallará esta fe en la tierra?

3 comentarios:

  1. Ana Ciudad11:24 a. m.

    El SACRAMENTO DE LA CONFIMACIÒN ( Continuación)


    Rito del sacramento._El ritual de la Confirmación es el siguiente: el Obispo depie,se dirige a los confirmandos, con las manos extendidas , gesto que desde el tiempo de los Apòstoles es el signo del don del Espíritu. y el Obispo invoca así la efusión del Espíritu:
    "Dios Todopoderoso ,Padre de nuestro Señor Jesucristo,que regeneraste,por el agua y el Espíritu Santo a estos siervos tuyos y los libraste del pecado : escucha nuestra oración y envía sobre ellos el Espíritu Santo Paràclito; llènalos de espíritu de sabiduría y de inteligencia, de espíritu de consejo y de fortaleza, de espíritu de ciencia y de piedad; y còlmalos del Espíritu de tu santo temor. Por Jesucristo nuestro Señor."
    Sigue el rito "esencial" del sacramento en la que el Obispo coloca su mano sobre la cabeza de cada uno de los confirmandos yn traza con el pulgar el signo de la Cruz , que ha untado previamente con el santo "crisma".Mientras hace esto dice :Yo te signo con la señal de la Cruz y te confirmo con el crisma de la salud,en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
    El beso de la paz con el que concluye el rito del sacramento significa y manifiesta la comunión eclesial con el Obispo y con todos los fieles.
    Efectos de la Confirmación._El efecto del sacramento de la Confirmación es la efusión del Espíritu Sanro ,como fue concedida en otro tiempo a los Apòstoles el dìa de Pentecostés:
    _Confiere crecimiento y profundidad a la gracia bautismal
    ._Nos intrduce màs profundamente en la filiación divina que nos hace decir "Padre".
    _Nos une màs firmemente a Cristo.
    _Aumenta en nosotros los dones del Espíritu Santo.
    _Hace màs perfecto nuestro vìnculo con la Iglesia.
    _Nos concede una fuerza especial para difundir y defender la few mediante la palabra y las obras como verdaderos testigos de Cristo,para confesar valientemente el nombre de Cristo y para no sentir jamàs verg¨uenza de la cruz.

    _.

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  2. Me ha gustado mucho leer lo que D. Lorenzo Orellana ha escrito en Diócesis para este domingo y que viene hoy muy bien sobre la Oración y lo que escribió Santa Teresa: "“Sacando el agua de un pozo, que es nuestro gran trabajo; o con noria y arcaduces, que es menor trabajo; o tomando el agua de un río o arroyo… que es a menos trabajo; o con llover mucho, que la riega el Señor sin trabajo ninguno nuestro.” (V 11,7)
    Teresa aplica esta alegoría a la oración, y añade, en el primer paso: “con el gran trabajo que es echar muchas veces el caldero en el pozo y sacarle sin agua”. Y es que, este camino de oración puede arrancar en sequedad pura y encontrarnos sin una gota de agua gratificante.
    Esta reflexión me ha gustado mucho.
    En esa situación, recoger los sentidos y estar tratando con el Señor exige perseverancia y esfuerzo.

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  3. El Señor siempre hace justicia a sus elegidos, todos somos sus elegidos; pero, desde nuestra libertad, nos acercamos a orar sin las debidas disposiciones. El Señor escucha siempre nuestras oraciones si se las ofrecemos con el corazón. Hay que pedir con constancia y con tenacidad, insistiendo con pasión para mantener viva la llama de la fe, y esto, a pesar del dolor y el cansancio.No siempre sabemos pedir lo que nos conviene pero Dios si lo sabe. Debemos confiar en Él y dirigirle nuestras súplicas con sinceridad y pobreza de corazón.Pidamos sólo lo que es justo, lo que necesitamos...

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