miércoles, 11 de noviembre de 2015

11 noviembre: Saber agradecer

Liturgia
          Salomón recibió de Dios un ofrecimiento: “Pídeme lo que quieras”. Y Salomón no pidió algo para su provecho. Pidió la sabiduría para poder gobernar al pueblo con justicia y para conducirlo a Dios. Y a Dios le agradó mucho esa petición y le concedió una sabiduría superior.
          Fruto de esa sabiduría, Salomón discurre hoy (6, 2-12) por un aspecto concreto: la responsabilidad ante Dios depende del grado de conocimiento y formación que tenga la persona. Es evidente que quienes detentan el poder y están constituidos en autoridad, tienen mucha mayor responsabilidad que el pobre o ignorante que no ha recibo esa formación. Y por tanto al que está formado, al que tiene mayores poderes, al que ejerce funciones de mucha mayor responsabilidad, se le exigirá más. Y al que ignora sin culpa, al que está debajo, al pobre que ha carecido de medios, se le va a considerar con una piedad compasiva porque no tuvo las oportunidades del poderoso. El Señor es el mismo para todos, pero con la sabiduría divina no ve a todos de la misma manera. Y acaba con una exhortación a los poderosos y soberanos para que aprendan la sabiduría y no caigan en lo que es injusto. Los que guardan las cosas santas, serán reconocidos santos. Desead, pues, mis palabras; ansiadlas, que ellas os instruirán.

          Lc 17, 11-19 nos trae un conocidísimo episodio, el de los 10 leprosos que se presentaron ante Jesús. Discurría el Señor entre Galilea y Samaria y se dirigía a Jerusalén. Y cuando va a entrar en un pueblo, 10 leprosos le salen al paso. A distancia, porque así lo mandaba la ley para evitar el peligro de contagio que se le atribuía a aquella enfermedad. [Yo imagino a los apóstoles incomodados por aquella “visita” con la que se topan en el camino. Ellos, muy imbuidos de la mente popular, no querían ni saber de aquellos proscritos, a los que la tal enfermedad les había excluido de la vida social, y que tenían que anunciar su presencia a voces para que la gente se refugiara en sus casas cuando ellos aparecían para buscarse la vida en la civilización].
          Respetuosos los diez enfermos de lepra se detuvieron a distancia. Su grito no fue el que les era habitual y obligado (“tabú”, “peligroso”), sino un grito que se hacía oración. No pedían a Jesús que se apartara sino “ten compasión de nosotros, Jesús Maestro”. Y Jesús les grita también, a distancia: Id a presentaros a los sacerdotes. A buen entendedor, bastaba aquella respuesta para saber que habían sido escuchados. Los sacerdotes eran los encargados de certificar la enfermedad o la curación. Si Jesús les decía que fueran a los sacerdotes, no iba a ser para que volvieran a certificarles su lepra sino porque Jesús había tenido compasión –como ellos pidieron- y la ida al sacerdote era la señal de una vuelta a la vida social.
          Y mientras van de camino advierten que sus carnes se han sonrosado…, que su piel ha quedado sin aquellas señales de la terrible enfermedad. Y 9 siguieron tan contentos y pensando ya solamente en su normalización en la vida del pueblo: sólo les quedaba aquel certificado de los sacerdotes.
          Pero uno sintió agradecimiento a Jesús, a la compasión que había tenido con ellos Jesús. Y se volvió de nuevo hacia donde estaba Jesús y se echó por tierra a los pies de Jesús para darle las gracias. Y a Jesús le agradó y conmovió aquella delicadeza del hombre. Y hasta expresó su sentimiento: si habían quedado curados los diez leprosos, ¿cómo es que sólo regresa uno a expresarle el agradecimiento? Y uno que era samaritano, precisamente el que no estaba dentro del pueblo elegido. Jesús se dirigió a él y le dijo: Levántate, vete: tu fe te ha salvado.

          Quiere decir que Jesús es sensible a nuestra finura de sentimientos hacia él. Que recibe con gusto las peticiones que le hacemos y que hasta puede ver una oración detrás de determinadas quejas con las que nos expresamos. Pero que la relación con él no puede centrarse en la oración pedigüeña como si tuviéramos a Dios para que nos soluciones nuestros problemas. Que juntamente con la petición –que es propia del pobre que tiende la mano- le gusta encontrar la expresión de agradecimiento. Que de la oración no hagamos un mero resorte de peticiones sino un modo de comunicarnos amorosamente con Dios. Que aprendamos a no tener en la oración un desahogo de “nuestras cosas” como el tema que nos acucia, sino que vayamos a esa oración con el alma abierta para dejarle a Dios decirnos sus cosas a nosotros. [Y para eso no hay mejor modo que el Evangelio, donde dijo lo que tenía que decir].

2 comentarios:

  1. Jesús se ocupa preferentemente de los marginados, de los pobres, de los enfermos...Los diez leprosos encuentran en Él bondad,respeto, tolerancia, comprensión, curación, pero solo uno reconoció lo que Dios había hecho: su curación interna y la curación de su lepra; y, antes de continuar su camino, regresó para dar las gracias y reconocer abiertamente las "curaciones"que había recibido. Y, es que hay quién se cree que se lo merece todo y si no reciben lo que piden, se enojan y se quejan; el leproso, que era samaritano, lo recibió todo como un Don y, el Espíritu Santo que ve los corazones, le otorgó el gozo de la purificación de su corazón., al tiempo que le devolvió la belleza a su rostro.La actitud del samaritano debe conmovernos; pensemos en todo lo que hemos recibido de Dios: el don de la vida, las personas que se cruzan en nuestra vida para que nos ayuden a afrontar las penalidades del desierto, el consuelo y la paz y la fuerza en la adversidad,¡regresemos al Señor, seamos agradecidos!Sólo Jesús puede curar nuestras lepras: nuetra ingratitud y nuestra falta de amor.

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  2. Ana Ciudad1:43 p. m.

    EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÒN.

    Nacer y crecer son dos acontecimientos distintos en la vida de una persona, pero somos conscientes que hay entre ellos una dependencia ìntima, porque es evidente que nadie puede crecer si antes no ha nacido.
    Estos dos hechos patentes de la vida física, puede ayudarnos a comprender la ìntima relación que tienen en nuestra vida espititual, los sacramentos del Bautismo y la Confirmación.
    La Confirmación es por derecho propio un sacramento distinto y completo; su fin es perfeccionar lo que el Bautismo comenzó en nosotros.
    Por el Bautismo nacemos espiritualmente ; comenzamos a vivir la vida espiritual. Con el sacramento de la Confirmación nos llega una gracia que ahonday enrecia nuestra fe; es un crecimiento espiritual que nos une màs íntimamente a la Iglesia y el alma se enriquece con una fortaleza especial del Espíritu Santo.De esta forma los confirmados qudadn obligados aùn màs como auténticos testigos de Cristo y a extender y defender su fe.

    Continuarà.

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