lunes, 29 de septiembre de 2014

29 septiembre: ARCÁNGELES

Dos líneas de lecturas
          Hoy es la fiesta litúrgica de los tres Arcángeles, y van a prevalecer las lecturas de la fiesta sobre la lectura continuada.
          De la fiesta, tenemos una lectura (Ap. 12, 7-12) muy personalizada en el arcángel Miguel (=Fuerza de Dios), que entabla en el cielo la lucha contra el ángel soberbio, dragón o serpiente llamado Satanás. Éste con sus huestes –los otros ángeles rebeldes- pelean para mantener su acción en el Cielo, pero Miguel con sus ángeles lo derrotan y lo lanzan de allí y lo precipitan a la parte baja del universo (la tierra). Y entonces se levanta en el Cielo un canto de clamor y adoración a Dios: Ya llega la victoria, el poder y el reino de nuestro Dios.
          El Evangelio (Jn 1, 47-51) es el relato del encuentro de Jesús con Natanael (=Bartolomé) en el que Jesús admira al personaje porque lo ha visto cuando estaba debajo de la higuera (momento de tal intimidad de Natanael que se extraña y le rinde a Jesús, al que reconoce “Mesías, Rey de Israel”. Y Jesús le lleva a más altura cuando le dice que le quedan por ver cosas mayores, cuando vea el Cielo abierto y a los ángeles de Dios al servicio del Hijo del hombre.

          A Satanás lo hubiéramos visto hoy actuar en ese relato del libro de Job, que corresponde a la lectura continuada de hoy. Por lo pronto salta a la vista que no se trata de un relato histórico sino de una larga parábola, un intento lejano en el tiempo, de plantearse la vida con un sentido de esperanza, cuando todavía ni se vislumbra la existencia de otra vida posterior.
          Job es un hombre bendecido por Dios y creyente en Dios. Bendecido por Dios en tantos bienes materiales como posee, no sólo en hijos sino en posesiones. Y el autor se plantea que así es muy fácil creer en Dios.
          Entonces aparece Satanás que –ante Dios- se burla un tanto de esa fe de Job, al que todo le va tan bien. Y Dios le permite a Satanás actuar, pero respetando siempre la vida de Job. Y viene ese relato tan forzado de desgracias que viene una sobre otra sin que haya acabado un mensajero cuando ya está el siguiente anunciando otra mayor.
          Y Job se levanta de la mesa del banquete, se rasga el manto, se tapa la cara y se echa por tierra…, todo ello como signos de hombre en desgracia que se humilla. Y pronuncia esa frase lapidaria que se ha repetido tantísimas veces en la vida: Dios me lo dio; Dios me lo quitó; bendito sea el nombre del Señor. Y añade el autor algo muy especial y profundo: A pesar de todo, Job no protestó contra Dios.
          Evidentemente Job habla en las categorías de su tiempo: “Dios me lo dio; Dios me lo quitó”, poniendo a Dios como el causante de aquellas desgracias (cosa que se lleva mal con el sentido auténtico de la acción de Dios). Pero nos vale para el argumento fundamental: A pesar de todo, Job no protestó contra Dios. Lo que resalta es el hombre profundamente religioso y creyente que, aun en sus momentos trágicos y muy dolorosos, no se revuelve contra Dios.

          Es el hombre que aun con su pensamiento primitivo de un Dios que provoca ese daño, sigue sabiendo que Dios es Dios, y que ni siquiera en la tragedia que Job sufre, hay razón para protestar contra Dios. Y esto expresa el sentido de la fe auténtica que sabe que Dios está siempre por encima y más allá de esos hechos. Hoy diríamos nosotros, con la sabiduría de una fe cristiana (emanada de la enseñanza de Cristo) que Dios escribe derecho con nuestros renglones torcidos.

2 comentarios:

  1. Job se levanta de la mesa, se tapa el rostro y se echa por tierra...Él es un hombre bendecido por Dios y, está dispuesto a aceptar el misterio y vivirlo con confianza en el Dios vivo, que está más allá de los diferentes intentos de racionalización y más allá de nuestros manuales de teología. Dios es Señor absoluto de todo lo que existe, es Dueño de la Naturaleza y de la Historia. Dios es más que el hombre y no está sometido a nuestras normas ni medidas. El hombre no es quién para juzgar aquello que Dios hace o deja de hacer. Jesús nos ha enseñado a tratar a Dios, nos ha enseñado a llamarlo ABBA-papaito- porque lo es. Dios es nuestro Padre, tenemos que fiarnos de Él; tenemos que confiar en Él en todas las circunstancias de nuestra vida, sobre todo en las más difíciles. Job nos lo ha insinuado en sus respuestas. Job, está a punto de blasfemar, llevado por las adversidades, pero no lo hace porque , en el fondo no puede separarse de Dios.Me parece que Job es un hombre honrado, íntegro que acaba descubriendo que Dios lo es todo para el hombre y que el sufrimiento puede ser camino para la esperanza. Después de escuchar a Dios no puede hacer nada que no sea aceptar su propia creturidad y reconocer la transcendencia de Dios.

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  2. Anónimo12:38 a. m.

    "...Y a pesar de todo Job no protesto contra Dios "; y me pregunto ..¿.Si las desgracias no vienen de Dios porque habría de protestar Job contra Dios?, y si no llegó a protestar contra Dios , ¿qué merito tiene Job? . Si al fin y cabo Dios no es la causa primera, o mediata de su mal. luego si Job hubiera protestado contra la Causa Segunda origen inmediato de su mal , esa conducta no le sería reprochable , pues no hubiera protestado contra Dios, sino contra aquella circunstancia o persona que le hubiera hecho daño.
    Pero lo Grandioso de Job es que él acepta, con Santo Abandono , el dolor porque él sabiamente , aún cuando no entienda, cree (en el sentido de fe) , que aquel sufrimiento le es concedido por la mano amorosa de Dios para purificarle y llevarle a un mas alto grado de perfección, y de ese convencimiento le viene la fortaleza para seguir viviendo y para no maldecir su Suerte. En sentido contrario si Job pensara que la fuente de su sufrimiento es ajena a Dios, entonces perdería toda esperanza pensado que Dios es un ser impotente incapaz de paliar su sufrimiento , y entonces en ¿ Quien confiar o apoyarse ?.
    De ahí que nuestra generación no acepte el sufrimiento , porque lo ven como un mal que no trae ningún beneficio, como ajeno a la voluntad de Dios. Recordemos la consigna de Santa Teresa de Jesús, en su quinto centenario " Sufrir o Morir".

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