sábado, 13 de septiembre de 2014

13 septiembre. NOVEDADES

Hago nuevas todas las cosas
             Tomo el agua desde atrás, puesto que he tenido dos días sin parada en el mensaje de las lecturas. San Pablo advertía ayer a los corintios la delicadeza que hay que tener con los prójimos débiles. Muchas veces uno puede hacer en sana libertad de su espíritu muchas más coas…, si viviera aislado. Pero muchas de esas “cosas” debe pensárselas cuando alguien está delante, porque a la mujer del rey no le basta ser buena sino también parecerlo. Podría un cristiano comer tranquilamente de la carne que los paganos ofrecieron a su ídolo, puesto que el creyente sabe que el ídolo es nada y que ese ofrecimiento es nada. Pero esta delante quien –por su débil formación y débil fe- se va a escandalizar, se va a tambalear al ver esa forma de proceder. Y concluye Pablo: que el cristiano no coma de esa carne para evitar el escándalo del pusilánime.
             Hoy da un paso más (10, 14-22). En Israel, comer unas víctimas ofrecidas es unirse al altar en que se ofrecieron. Como nosotros que comemos de la víctima Cristo, y nos quedamos unidos en una UNIDAD, porque el PAN ES UNO. Entonces comer de las víctimas paganas es participar del altar pagano. Y eso es demoníaco. Y no podéis beber de dos copas: la del Señor y la de los demonios.
             No está lejos de realidades prácticas. Hay cristianos que están unidos a la Eucaristía y juegan luego con el tarot, la güija, o determinados ritos sospechosos…, dudosos (entre los que no están ausentes -con “falsa tranquilidad- determinadas drogas y formas alucinantes; provocaciones en modas y formas; peligrosas y atrevidas entradas en internet…), bajo el señuelo de “nada es malo”, “a mí no me hace daño”…, que son subterfugios demoníacos (en expresión de San Pablo). Y ya no se trata de “escándalos de débiles sino de un juego doble de estar por la mañana en la Eucaristía y por la tarde en “los ídolos”. Pregunta San Pablo. ¿Vamos a provocar al Señor?

             También en el Evangelio podemos irnos más arriba del texto de hoy, porque ayer nos advirtió Jesús de ls fácil tendencia a pretender “sacar la paja del ojo ajeno” sin haberse quitado uno –primero- la viga que tiene en el suyo. Éste es el origen de la mayoría de juicios y críticas…, y del propio ridículo (porque si uno empezara por trabajarse su propia “viga”, se evitaría muchas falsas “visiones” de lo de los otros. ¡No le quedaría tiempo…, ni ganas de mirar la paja ajena!
             Por eso hoy aterriza (Lc 6, 43-49) en la raíz de esas “vigas”: el árbol…, el fondo del corazón. Porque del árbol bueno proceden frutos buenos, y del árbol malo, los malos. Y el árbol bueno no fa frutos malos, y el malo no da frutos buenos. ¿Nos paramos a ahondar en estas parábolas rápidas de Jesús? Porque Jesús dijo mucho en estas comparaciones que han quedado muchas veces en “frases”, pero en la que Jesús puso todo un tratado para mirar cada cual su propia conciencia, su propio árbol… ¡Mire cada cual sus frutos de andar por casa… y sabrá cómo es su árbol.
             ¿No será que es muy fácil ir al Señor y clamar y repetir palabras…: Señor, Señor…, y que –sin embargo- el corazón no esté con el Señor. Termómetro: quien escucha estas palabras mías y las pone en práctica. Y vuelve Jesús a otra parábola rápida: el verdadero creyente ahonda la Palabra de Dios y la Voluntad de Dios. Cava, profundiza, arraiga, construye en roca maciza… Cuando surjan embates de fuera, no se hunde lo que se construyó; no se tambalea la fe.
             Muchos “Señor, Señor”, ¿en qué quedan cuando viene el primer viento contrario? Lo tenemos visto. Unos, porque se agarran a exageraciones falsamente piadosas, extremosas…, que ni dan nada ni comprometen nada (se quedan en “rito exterior llamativo). Otros porque no llegan… Los primeros porque –lejos de una praxis eclesial- tienen que añadir “aspavientos” (se nota, por ejemplo, en algunos comulgantes). Los otros, porque se acercan a comulgar –permitidme la expresión- como el que va a una pastelería. Unos, que se hacen críticos de lo que pone la Iglesia e incluso del proceder del Papa, aferrados a “sus tradiciones” (e incluso ignorancias). Otros que carecen del respeto necesario hacia la dignidad de los Sacramentos, o del simple Catecismo.
             Jesús nos habla en esa parábola de “hacer lo que Yo os digo”. Y la pregunta que nos queda entonces es hasta dónde la vida de alguno que otro creyente responde a un evangelio, o lo prescinde o lo ignora…
             Quizás eso provoca ese derrumbamiento de “determinadas construcciones sobre tierra” de las que hablaba Jesús en este parábola.
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             Nos decían en el ENCUENTRO NACIONAL  del “Apostolado” que es fácil caer en cierta pasividad al encomendar cada día las INTENCIONES DEL PAPA. Y nos han puesto delante que esas intenciones están para ser interactivas: que lo que pedimos lo busquemos poner en práctica. Si estamos pidiendo este mes por los discapacitados, ver el modo de ayudar a discapacitados. Si pedimos por el servicio a los pobres, buscar algún acercamiento humano al pobre. Que no significa dar una moneda, sino darle una cercanía humana. ¡Cierto que esto es más difícil! Pero esto es haber entrado en las INTENCIONES DEL PAPA.

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