Lc 21, 20-28
Permitidme la broma inicial de que hoy escribo un poco “a lo San José”: por aquello que he visto entre sueños, porque la verdad es que hoy h estado en un sopor que no me lo quitaba ni a puñados.
Pero no me pesa: tengo la impresión de que “entre sueños” se me ha iluminado de modo práctico este evangelio de hoy que, como el resto de estos días, es de esas narraciones espeluznantes que ponen mal cuerpo si las lee uno como una historia.
Y sin embargo son descripciones que ya las querría para sí el mejor novelista de los que quieren trazar una escena londinense de brumas y lluvias torrenciales en una película de terror.
El evangelista ha dado muestras de su gran arte literario para cogernos el pellizco en el al alma: ejércitos sitiadores, destrucción de la Ciudad emblemática, hombres y mujeres despavoridos, los unos que quieren refugiarse en sus casas, y los otros que huyen hacia el ícampo. La debacle. Dias de venganza, días de desesperación de las mujeres que ilusionaban su primer hijo, angustias terribles en esa tierra, castigo para ese pueblo…
Y las escenas tremendistas del guionista cayendo las criaturas a golpe de espada, secuestrados y cautivos, Jerusalén pisoteada por los paganos…, ¡nada menos que la Ciudad Santa conculcada por los gentiles!, y como un llanto apocalíptico de suprema magnitud, el sol, la luna, las estrellas y la misma tierra con signos enloquecedores por el estruendo del mal y el oleaje… Ya, los hombres sin aliento, machacados por el miedo y la ansiedad…
Ya está diseñada la escena. El público, en sus butacas, ni se mueve siquiera. Se ha conseguido el efecto pretendido. Estamos ante la hecatombe final, entre estridente música atronadora que cala por los mismos poros del espectador.
De pronto, un silencio. Un susurro musical sugerente de amanecer, de esperanza… El cielo que empieza a abrirse y, entre el resquicio luminoso, se abre una preciosa ráfaga de luz… Y en medio, la aparición maravillosa del Hijo del hombre, sobre carroza de nubes, poder y gloria. Y una palabra sugerente, que va in crescendo hasta llenar la sala y sosegar a los antes aterrados espectadores con una gozosa promesa: Levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.
Hoy vivimos todavía. Sobre la vida de cada “espectador y actor” de la vida, se ciernen espantos por doquier. Lo que experimentamos es el miedo a la muerte que trunca todas las esperanzas. El FINAL de un año litúrgico nos avisa, nos pone en trance: la vida aquí no es eterna, la vida no es simplemente para “vivirla”. Por muchos terrores que experimentemos, incluso que nos desespere, el panorama está dibujado más arriba.
Pero cuando parezca que ya nos ahora, el ADVIENTO nos pondrá susurro de esperanza, bellezas de nuevo comenzar.
Pero ¡ojo también! Lo que sigue a este capítulo es ya LA PASIÓN DE JESÚS. Vuelve ahora, ya sin sueños, el terror de la injusticia, la venganza, el dolor, la maldad, la traición…
Estaríamos a punto de gritar entre los espasmos del que está siendo crucificado, cuando una luz se abre en el Cielo y aparece JESUCRISTO EN LA GLORIA DEL RESUCITADO.
Todo este cambio de decoraciones que parecerían volver loco al espectador de butaca, son la gran película real que nos lleva al CONOCIMIENTO INTERNO DEL SEÑOR PARA QUE MÁS LE AMEMOS Y LE SIGAMOS.
El sopor puede deberse a una falta de descanso oportuno debido a un exceso de trabajo.
ResponderEliminarDe cualquier forma, para haber escrito entre sueños, está muy bien lograda la meditación.