Lc 18, 35-43
El ciego de Jericó sufría su falta de visión. Y eso no sólo es el hecho de no ver sino que ahora no le queda más salida que pedir limosna: ponerse al borde del camino y esperar la moneda.
Inesperadamente y extrañado oy el rumor de tumulto de gente, y el ciego pregunta. Y le dicen, como si nada dijeran: “Pasa Jesús nazareno”. Para él no era simplemente que “alguien pasaba”. Es que pasaba el Hijo de David, el Mesías, que daría vista a los ciegos. Y el ciego grita, clama, se quiere hacer oír. A la gente no le importa mucho el ciego. Si acaso le sueltan una monedita, a ver si se calla. Pero no era eso, ni con eso resolvía su realidad. Y más grita, y más fuerte, hasta que llega su voz a Jesús, en medio del tumulto, cada uno con su tema (que siempre cree que es el más importante).
Jesús se detiene, manda llamar al ciego y cuando lo tiene delante le hace una pregunta que parece muy tonta: “Qué quieres que haga por ti”. En realidad no tenía nada de superficial. Los humanos somos capaces de querer antes una bagatela en la que nos hemos empeñado, en vez de enfrentarnos con la realidad más básica. Puede uno estar más interesado en “milagro” del santo “especialista” en determinadas “causas”, que en caer de rodillas ante el Sagrario. O pedir antes “sacar una oposiciones” que en buscar algún aspecto esencial sacramental.
El ciego debía definirse. Gritó y clamó. ¿Qué es lo que ahora –en presencia misma de Jesús- quiere en realidad? Y el ciego se va directo a su problema: ¡Señor, que vea! Y como va por derecho y sabe lo que necesita, Jesús le dice: “Recobra la vista”. Y el ciego ahora brinca, grita de alegría y se va tras de Jesús. Y el gentío goza, alaba a Dios.
Esta mañana me costó entrar en materia, con ser tan clara, fácil y evidente. Pero cuando te encuentras con el “ciego” que en vez de querer ver, se coge su pataleta porque él –que no ve- quiere cambiar de pronto lo que hace 13 años que se lleva sin problemas con estupendo orden, no tienes más remedio que pensar si el “ciego” es ciego porque lo es o porque no quiere ver; si el ciego no pide “ver” o se empeña en palpar cuando no ve. Y como la vida es como es, cabe que andemos por ahí un puñado de ciegos (ciegos de soberbias, espirituales o no), que prefiramos la “pataleta” antes que reconocer y sentir y pedir, que lo que nos hace falta pedir el Señor, que vea
Yo quierro pedir a Jesús, que, lo que hay en interiordel ABDOEN ME DESAPAREZCA.
ResponderEliminarQue pueda pagar el recibo del entierro, para mi y mihermana.
Volver a ver con el ojo derecho.
Que cuando me acueste, a mi compañero de habitación, le entre mucho sueño.
Me amenaza porque me levanto pronto para ir a rehabilitación
Querido Ricardo:
ResponderEliminarTe he dedicado un rato amplio para unirne a tu correo, y tus deseos son hermosas y uno, a menos quiero dejarte un acuse de recibo y una bienvenida a tu COMENTARIO, que hará mucho bien. Por lo demás te diré que te he escrito un correo amplio y se me ha perdido. Y como ahora es muy tarde, me reduzo a darte la enhorabuena y la partcIpación en el blog, y cuenta con que nosotros, miembros de asociación cristiana y católica, Cuyo nombre es e ANTIGUO TETMENTEO, Pero ya no tengo tiempo para más, El Señor te conecda lo que pides.
Un abrazo y ¡hata pronto!
APOSTOLADO DE LA ORACIÓN, vamos a pedir mucho por tus
Hola Ricardo!
ResponderEliminarSólo darte las gracias por tu comentario y saludarte afectuosamente. Un fuerte abrazo. Hoy te tendré presente en la Misa.
Querido Ricardo: Ayer tuve que acabar como los toreros malos: "faena de aliño", porque te había escrito un correo más detallado y se me fue al garete sin saber cómo.
ResponderEliminarLos temas de tu comentario son todos interesantes, y la verdad que se los puede hacer cualquiera: tu dolor de abdomen, el recibo que necesitas poder pagar, el ojo derecho, y el amigo que ¡ojalá durmiera como un lirón!
Y si siguiéramos pudiendo medio caer en los millones de necesidades y dolencias o carencias que hay a tu alrededor..., y dos calles más abajo, o en tu ciudad, tu región, el mundo..., nos quedaríamos abrumados de tanta dolencia, tanta necesidad, tanta pena que hay en la vida.
Los que somos del APOSTOLADO DE LA ORACIÓN (como tú lo serás, al menos oficiosamente, porque oras y pides a Dios), tendremos el recurso magnífico de MIRAR ARRIBA y saber que no estamos solos, y que Alguien hay que vela y protege y ayuda y sostiene. Somos un "ejercito" de más de 50 millones en el mundo, y el arma de que disponemos en la ORACIÓN.
Cuenta con ella para esas tus necesidades, y tú pon ante Dios las otras necesidades que corren por esos mundos. Y piensa que ni una oración se pierde, pero ni ningún acto de tu vida, sea bueno, sea de padecimiento, sea como sea.
Cuenta con nosotros. Nosotros contamos contigo.