miércoles, 16 de noviembre de 2011

16 nvbre.- LAS HORMIGAS Y LAS CIGARRAS

Lc 19, 11-28
Una variedad sobre el evangelio de los talentos”. Y variedades importantes. El rey reparte a un grupo de súbditos unas posesiones. A cada uno igual que al otro. Pero no a todos, a cualquiera. Los evangelistas, unos dicen onzas de oro, otro dice minas De todos modos, algo que puede y debe fructificar. Y luego están los que no han recibido. Y éstos son los “judas” que –bajo cuerda- quieren minar el terreno: “no queremos que éste reine sobre nosotros”.
Cuando vuelve el rey y van a rendir cuentas, está el diligente, el que se toma las cosas en serio, el que va hasta más allá de lo indispensable: el hombre fiel que siempre actúa en beneficio del conjunto y hace lo que puede y lo que no puede. Recibe el premio del Rey que es rey y no mero bastardo; el rey que valora, que sabe lo que quiere, adónde va y lo que es cada uno, y lo que cada uno hace. “Ahí te pongo al cargo de diez ciudades”.
Otro que también recibió diez, pero no ha producido el máximo. No le importa al rey ese detalle. Lo que sabe es valorar su trabajo, su empeño y hasta su labor más allá del pasar como gato entre brasas. El que podrá menos y sabrá menos y no tendrá títulos nobiliarios. Pero es la hormiguita que no descansa. Y recibe cinco ciudades para que las rija. Porque ha demostrado que hace cuanto puede.
El que llega el último es el típico de siempre: el que protesta de todo, el que piensa que todo está mal; el que no hace, pero blasona de sí…, y no rinde ni un grano de alpiste.
Y quedan los traumatizados, los que se sienten “menos” (pero sufren pasiones de envidia). Los que son “judas” de vocación, que se pasan la vida molestos, zancadilleando, protestando y “mandando embajadas”, aunque ni dan golpe ni lo dejan dar. Sólo una finalidad en su vida: que ese Rey no reine sobre ellos. O también podrían decirse: “os que son ellos los que quieren reinar”, aunque en realidad no sirven ni para reinarse a sí mismos y quedan e mariachis de acompañamiento

El escritor judío no entiende de medias tintas y acaba pidiendo que los degüellen.
Cristo no degüella. Pero sabe que se están degollando a sí mismos.., o intentan degollar… ¡Vaya Vd a saber! En política, en economía, en falsa actitud religiosa, en ese desgraciado amor propio (¡ni digo nada si es espiritual…!), donde de lo que se trata n es de poner soluciones sino de jugar al “Don Tancredo”, donde el arte está en derribar al que hace para tenerlo así a los pies. La triste historia de siempre. JESÚS SIGUIÓ SUBIENDO A JERSUALÉN, que es donde se notan a los verdaderos.

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