sábado, 19 de noviembre de 2011

18 nbre. SIN EVANGELIO PERO CON DIOS

SIN CITA EVANGÉLICA Y CON DIOS EN MEDIO
Mis queridos y habituales lectores: Hoy no os voy a comentar el Evangelio del día. No porque me guste menos o me guste más. Sino porque no he podido orar aún sobre él y yo nona quiero escribir por escribir, sino trasmitir oración, experiencia sentida y vivida bajo la luz de Dios que –por lo menos- busco.
Estoy levantado desde antes de las 6 de la mañana, con la torpeza de movimientos que me impone mi pie enfermo. Salvo el aseo y el desayuno tempranero (que un caritativo Hermano de comunidad de trae a mi cuarto a las 6’45), no he hecho otra cosa que orar, y que sentir el gozo infinito de haber estado en el confesionario a las 8 de la mañana y no haberme dado tiempo ni a encender la luz. Pero –creo- eso sí, que intentando repartir LUZ. Por eso hoy, casi no puedo deciros nada.
Bueno: algo sí, aunque es de la 1ª lectura, con el añadido “inventado” (y sin embargo, real) que se me ha ocurrido, porque me salía del alma. Antíoco, rey soberbio, dominador, megalómeno, que no tiene necesidad de más, pero con su deseo expansionista, manda un gran ejército, muy bien pertrechado, a una ciudad, Elimáida, por el prurito de poseer. Pero los habitantes salen a defenderla con uñas y dietes, y el gran ejército de Antíoco tiene que salir huyendo a la desbandada, dejándose en el campo su caudal de víveres, armas, pertrechos.
Y los judíos recogen todo ese conjunto de riqueza t la usan para purificar las abominaciones de ídolos y altares sacrílegos, y levantar una muralla alta para defensa de Jerusalén.
Antíoco, otrora el ogro que se comía el mundo, cae en una depresión mortal porque no puede soportar aquella derrota, y él mismo reflexiona ahora y piensa que le ha venido aquella tristeza porque él quiso provocarla a los demás. Reconoce que él era feliz con lo que tenía, “pero ahora se me pone delante el daño que he hecho a Jerusalén y por eso me ha venido esta desgracia”.
Me ha encantado. No le duele la guerra perdida, el ejército suyo desarmado, el fracaso militar. Lo que le duele como un puñal es que, sin necesidad, siendo él feliz, hizo daño a Jerusalén, por esa megalomanía suya.

Permitidme entrar en el túnel del tiempo e imaginar a JESÚS MISMO junto a aquel lecho de Antíoco. En realidad Antíoco está en actitud de arrepentimiento real. No es ya “una falsa culpabilidad” (psicológica). Es el sentimiento profundo de su estupidez de haber hecho daño, cuando él –de hecho- no necesitaba de entrar en Elimáida.
¿Qué papel jugaría aquí Jesús? Judas se desesperó porque no supo ni sentir un arrepentimiento creador. Tomás o Simón Pedro, o María Magdalena se salvaron porque se reconocieron pecadores, sin depresiones enfermizas ni soberbias.
Antíoco esté en buena disposición: Llora, sufre, se muere de pena…, porque hizo daño…, y lo reconoce abiertamente. Jesús a su lado, ¿qué hubiera hecho? Veo al más grande y puro Corazón de Jesús, abrazándose al casi moribundo de pena, dándole ánimos, alabándole su sinceridad, su reconocimiento sin sordinas, y animándole a sacar fuerzas de flaqueza. “Yo no te condeno”. No has sido un Judas Iscariote, desesperado de sí mismo y de su error garrafal. Reconoció su culpa pero en desesperanza total. No le dolió el daño que hizo sino lo mal que lo había hecho…, ¡su propia vergüenza!
Y Jesús abrazó a Antíoco…, y si murió en su dolor, murió abrazado por el propio Corazón de Jesucristo. EN PAZ CONSIGO MISMO.

Hoy tuve una mañana de esas que Dios regala. No pude hacer –casi- oración…, y no he dejado de regustar oración. No pude “estar con Dios” porque Dios se me vino a las manos en figuras humanas, Disfruté como un niño. Sentí que “salía de mí una energía que sanaba” (permitidme la cursilería). Y a estas alturas, rezumo el gozo de estas horas en la que “no he hecho nada”, pero Dios usó la brocha gorda para hacer pintura naif. De verdad que salto de gozo y alegría. ¿Y qué será el día? Ya lo preveo… A lo mejor no me puedo lavar los dientes. Pero comprendo que Dios no me puso en la vida para lavarme yo mis dientes. ALABADO SEA DIOS.

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