miércoles, 30 de octubre de 2019

30 octubre: La puerta estrecha


LITURGIA
                      Ayer lamentaba Pablo la situación dolida y expectante de una creación que está gimiendo como en dolores de parto porque no nos manifestamos como hijos de Dios…, porque el mundo se ha ausentado de Dios y vive como si Dios no existiera. Y eso se refleja en la misma creación estrujada y sangrante por el pecado del hombre, y en la manera de vivir de los mismos hombres, que también gemimos en nuestro interior, mientras aguardamos la redención plena, que ahora está realizada por Cristo pero no vivida por la humanidad.
          Y hoy engarza ese pensamiento con un pensamiento optimista y esperanzado. (Rom.8,26-30): El Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no sabemos pedir como conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que escruta los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios. Dentro del corazón de la persona hay un UN GEMIDO INEFABLE (que no se puede traducir en palabras), que es el grito del Espíritu de Dios que trata de mover los corazones de una humanidad vacía y sorda, que se destruye a sí misma, y que busca alocadamente una salida feliz, que no puede encontrar lejos de Dios.
          Por otra parte, sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien; a los cuales ha llamado conforme a su designio. Un “resto” de esa humanidad, como aquel “resto de Israel” (el conjunto de almas que permanecieron fieles a Dios), vive la fe de que “a los que aman a Dios, todo les sirve para el bien” y viven según los deseos de Dios. Son llamados de Dios, que cada día se esfuerzan por ser fieles a ese Dios, al que aman.
          Y se llevan el gozo profundo de estar viviendo la vida de cada día como un reflejo de la vida de Cristo, su Salvador: Porque a los que había conocido de antemano los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito entre muchos hermanos. Y en consecuencia van caminando en ese proyecto salvador de Dios: Y a los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.
 
         
Lucas 13, 22-30: Hay preguntas a Jesús que Jesús no responde directamente, sino que da las pautas para que el interlocutor saque las consecuencias. Caminaba Jesús e iba predicando por ciudades y aldeas, y se le presenta uno que le hace una pregunta: «Señor, ¿son pocos los que se salven?» No era una pregunta que construyera o que buscara algo mejor. Y Jesús responde con lo que a él le interesa: lo de menos es si son muchos o pocos. Lo que hay es que vivir en actitud de salvación (palabra que no es sólo el límite con la condenación, sino que expresa una salud más plena). Él les dijo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Esa es la lección importante: el camino para tener salud en el alma es entrar por la puerta estrecha. O lo que es lo mismo, entrar por la puerta del evangelio, que no está para las almas blandas sino para los esforzados.
          Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo: “Señor, ábrenos”; pero él os dirá: “No sé quiénes sois”.  Ahí está el secreto de la salvación y de si son muchos o pocos: entrar a tiempo por la puerta de la casa del amo, que llegará a cerrarla en su momento, y los que entraron por esa puerta a tiempo, se salvan. Los que no entraron, no se salvan. ¿Muchos? ¿Pocos? El secreto está en entrar a tiempo.
          Entonces comenzaréis a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”. Vendrán los titulillos de los que no entraron a tiempo y que ahora quieren justificarse con sus cuatro detalles superficiales, materiales, meros cumplidos, que no significan para nada la entrada por la puerta estrecha. Por eso
él os dirá: “No sé de dónde sois. Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad”.
Son obesos que están inflados de sí mismos y no pueden pasar por la puerta estrecha, de puro orondos que están con sus cosas. Fiel reflejo del mundo que vive al margen de Dios y sólo va a su avío, a sus conveniencias, a sus placeres, a su dinero. Todo eso infla mucho e impide pasar por la puerta estrecha.
          Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero vosotros os veáis arrojados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos».

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