sábado, 12 de octubre de 2019

12 octubre; Escuchar Palabra de Dios


LITURGIA
                      Continúa Joel en su línea, buscando alcanzar la conversión del pueblo. Y comienza (3,12-21) por el juicio que hace Dios sobre los hombres, cuyos pechos están llenos de pecado como cubas rebosantes de maldad. Un juicio en el que el sol y la luna se oscurecen y las estrellas retiran su esplendor, indicando la situación negativa de los malos y el juicio duro de Dios sobre ellos: El Señor ruge desde el cielo, desde Jerusalén alza la voz. Y juntamente con esa situación dolorosa y terrible, surge la otra versión favorable hacia los buenos: el Señor protege a su pueblo, auxilia a los hijos de Israel. Sabréis que yo soy vuestro Dios, que habito en mi monte santo: Jerusalén será ciudad santa. El discurso penitencial de Joel tiene su efecto y el pueblo que permanece fiel a Dios encuentra en él su apoyo y bendición. Y para expresarlo de una manera gráfica, dice que ese día los montes manarán vino, los collados se desharán en leche, las acequias de Judá irán llenas de agua, brotará un manantial del templo del Señor y engrosará el torrente de las Acacias. Son imágenes muy orientales para expresar la prosperidad de un pueblo que ama y adora a su  Dios y vive, en consecuencia una vida honrada y recta.
          Todo lo contrario de los malos, que no quedarán impunes.

          De ahí el SALMO 96 que afirma y repite: Alegraos, justos con el Señor; el Señor reina, la tierra goza, se alegran las islas innumerables. Justicia y derecho sostienen su trono.  Porque Dios es justificador y eleva de la basura al pobre, y hace amanecer la luz para el justo y la alegría para los rectos de corazón.

          El evangelio breve (Lc.11,27-28) nos pone delante el entusiasmo de aquella mujer que ha escuchado a Jesús argüir contra los que decían que echaba los demonios con el poder del demonio, y la afirmación de Jesús de que actúa con el dedo de Dios, y la mujer se ha entusiasmado con la evidencia lógica que Jesús ha expresado, y prorrumpe en una alabanza a Jesucristo y (muy “andaluza) ha extendido la alabanza a la madre: Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron. No lo hubiéramos dicho nosotros de otra manera en nuestro lenguaje normal, salvo que como no somos orientales, lo hubiéramos sintetizado en una sola expresión: Bendita sea la madre que te crió. Era una declaración de acogida y aceptación de la respuesta de Jesús, salida de la fuerza de los sentimientos populares de aquella mujer.
          Pero Jesús aprovecha la oportunidad para voltear la alabanza hacia la adoración a Dios y la enseñanza de que lo principal de todo era algo “mejor: dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen. Eleva, pues, la mirada de la mujer aquella –y con ella la de todos nosotros- para enseñarnos que además de la verdad que se acoge y la admiración por su persona, hay algo “mejor”: que se escuche la palabra de Dios, y que –una vez escuchada- se practique en el día a día.
         
          En este punto creo que merece la pena volver sobre el final del evangelio de ayer, cuando dice Jesús que Satanás, expulsado de un alma, vaga por lugares inhóspitos y no se siente bien. Entonces toma 7 espíritus peores que él y vuelve adonde salió, siendo los finales perores que los principios.
          Pienso que esto es muy aplicable al mundo que estamos viviendo. Ya no es lo malo que ha abandonado la fe y que peca; lo malo es que se está apartando a tanta distancia que está siendo poseído por los siete espíritus peores.
          Y de esto hemos de tomar nota los que pretendemos vivir más acordes con la vida de sacramentos pero que no siempre se toma tan en serio que se plantee una nueva etapa distinta y mejor. Mucho me temo que hay muchas confesiones rutinarias en que los fieles se conforman con la “confesión”, pero no han repasado las 5 cosas necesarias para una BUENA CONFESIÓN: el examen de conciencia, para prepararse y empezar; el arrepentimiento sincero, que supone plantearse la situación con actitud concreta sobre la materia que se confiesa. O sea: PROPÓSITO DE ENMIENDA, básico y esencial para que haya sacramento y no sean nulas las confesiones. Decir los pecados al confesor viene ya en 4º lugar, supuestos los pasos anteriores. Y cumplir la penitencia (que no es una multa, sino una oración de petición de fuerzas al Señor, a la Virgen). Y que tendría mucho más valor si se fuera identificando con el propósito de enmienda. Aunque de esto estamos a más distancia por lo general.

1 comentario:

  1. Gracias a la Compañía por atender cada día las confesiones en el templo.Cuando venimos al centro de Málaga sabemos que hay varias iglesias disponibles para la administración de dicho sacramento de la reconciliación,los Carmelitas de la Alameda, San Juan y ustedes.

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