martes, 22 de octubre de 2019

22 octubre: Vivir preparados


LITURGIA
                      Otra vez la 1ª lectura (Rom.5,12.15.17-19.20-21) está para copiarla y para irla leyendo meditativamente, pues la idea es una sola pero desarrollada de diversas maneras. Se puede reducir a esto: El pecado de Adán ha cogido a toda la humanidad. La redención que ha traído Cristo también abarca a toda la humanidad. Y eso se va expresando de diversos modos: la muerte entra por el pecado; la vida por Cristo y su obra de salvación; el pecado mata a todos; la sangre de Cristo da vida a todos. El pecado de uno condena a todos; la justicia de otro salva a todos. La desobediencia de uno causó la muerte; la obediencia de otro, Cristo, es causa de la vida. Donde abundó el delito, sobreabundó la gracia.
          No he dicho nada nuevo. Es la lectura puesta en paralelos que se hacen muy comprensibles. Léase y saboréese.

          Evangelio muy trillado (Lc.12,35-38) y quizás eso mismo nos demuestra la necesidad de orar para que no acabemos diciendo superficialmente que “ya nos lo sabemos de memoria”. La Palabra de Dios es viva y por tanto cada vez que se acude a ella, aun en temas repetitivos, nos dice algo que debe entrar dentro de nuestro corazón.
          En aquel tiempo dijo Jesús sus discípulos: Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas; vosotros estad como los que aguardan a que su señor llegue y llame. Lucas no ha escrito la serie de parábolas finales que trae Mateo, pero ha sintetizado en dos palabras el mensaje: “ceñida la cintura” como quien está para emprender un viaje, es decir: dispuestos y preparados. “Encendidas las lámparas”, que nos remite fácilmente a la parábola de las 10 jóvenes que esperan al novio. Y que está suponiendo que la lámpara encendida es señal de atención y preparación, de modo que nunca nos pueda coger a oscuras la salida al encuentro del Señor, o el momento en que el Señor decide venir a nosotros.
          De ahí: estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas llegue y llame. Ésta es la lección: la llegada del Señor a cada uno es una realidad cierta pero de tiempo imprevisto. No puede ser que se deja para última hora la disposición del alma para que esté adornada de la Gracia de Dios. Tiene que estarlo YA. [Eso, por otra parte tan moderno, que pretende todo “YA”. Pues apliquémoslo al negocio de la vida, que es el más importante de todos los negocios que se nos pueden presentar]. “Abrir apenas llegue y llame”: es el secreto.
          Dichosos los criados a quienes su señor, al llegar, los encuentre en vela. Y con una palabra muy típica de Lucas, varía la terminación del caso con un detalle cordial: os aseguro que el señor se ceñirá, los hará sentar a la mesa y les irá sirviendo. Mateo dice que el amo, que vuelve, se sienta a comer y los criados le sirven. Lucas nos presenta a ese amo que paga la fidelidad de los criados ciñéndose él y poniéndose a servirles. En realidad es lo que va a suceder: al morir en gracia de Dios, ya no queda a las criaturas nada más que servir ni que hacer. Sólo les queda que dejarse llevar por el abrazo de Dios, “que se pone a servirles”. ¿No es digno de considerar expresamente esta variante de Lucas? Una novedad que nos presenta la Palabra en este día.

          Es evidente que el Señor no se nos presenta ahí a la vuelta de la esquina, y que él no se ha ausentado para irse a la boda. Lo evidente es que nos ha dejado aquí a nosotros el desarrollo de cada día y la relación con los semejantes. Y es ahí donde el Señor se nos presenta: en el servicio que prestamos a nuestros hermanos. En el buen talante con que los servimos. En saber, si es posible, adelantarnos a una necesidad ajena para estar ahí al quite. Y todo eso es lo que va tejiendo el entramado de nuestra vida para estar con la cintura ceñida y la lámpara encendida. Y lo que va a contar el día que se presente el Señor y nos llame, y nos encuentre en vela, preparados, dispuestos, sin necesidad de ir entonces a buscar el aceite para las lámparas.
          La anécdota que se cuenta de San Luis Gonzaga: estaba jugando en el patio de recreo y un compañero le preguntó píamente qué haría si le anunciasen que iba a morir ese día. Esperaba el interlocutor que el santo de Luis diría que se iría a la Capilla a orar. Pero Luis, que estaba haciendo en aquel momento lo que tocaba hacer, le contestó: “seguiría jugando”. Estaba preparado.

1 comentario:

  1. Que bueno el comentario de San Luis Gonzaga, me da paz y confianza.

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