lunes, 21 de octubre de 2019

21 octubre: La codicia


LITURGIA
                      La 1ª lectura (Rom.4,20-25) no tiene mucho que comentar porque lo que dice lo dice muy en directo y claramente. Lo cual me lleva más a copiar la lectura.
          Abrahán, ante la promesa divina no cedió a la incredulidad, sino que se fortaleció en la fe, dando gloria a Dios, pues estaba persuadido de que Dios es capaz de hacer lo que promete; por lo cual le fue contado como justicia. Pero que “le fue contado” no está escrito solo por él; también está escrito por nosotros, a quienes se nos contará: nosotros los que creemos en el que resucitó de entre los muertos a Jesucristo nuestro Señor Jesús, el cual fue entregado por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación.
          No veo qué explicar más. El propio autor lo explica con la autoridad de que ya no son interpretaciones que podemos hacer nosotros sino que es la mente del mismo Pablo. A Abrahán le fue contado como fidelidad a Dios su acto heroico de fe. Pero eso mismo se da en nosotros los que creemos en Jesucristo y vivimos la fe en Jesucristo, la fe plena con la que nos apoyamos totalmente en él, que es quien nos ha logrado la salvación por su muerte y resurrección.

          El tema del evangelio (Lc.12,13-21) es el del desprendimiento. Y a la vez el que plantea claramente que los temas humanos se han de resolver humanamente. Yo recuerdo a una religiosa muy emocionada porque había hecho una sopa exquisita y me decía que “Dios se había metido en la sopa”. Y yo le respondí que la sopa había salido buena porque le había dado los elementos y la cochura que debía darle.
          Algo parecido tenemos hoy en el texto: uno viene a Jesús a que Jesús le resuelva un problema de herencia en litigio con su hermano. Y Jesús le responde que en ese tema él no entra. Es un problema humano que deben resolver las capacidades humanas de cada uno.
          Y aprovecha Jesús esa oportunidad para plantear el tema de la codicia, y advierte: guardaos de toda clase de codicia, pues aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes. No se va a vivir más ni mejor porque se viva la codicia de bienes materiales.
          Y les pone delante una parábola, que era el género predilecto de Jesús para hacerse entender. Cuenta el caso de aquel ricachón que ha tenido una cosecha impresionante, y no sabe cómo la va a almacenar. Opta por derribar sus graneros y hacer otros más grandes. Y cuando tiene almacenado todo, piensa que ya no necesita preocuparse más. Ya tiene todo lo que necesita para muchos años. Y opta por echarse a comer y beber y dormir y darse a la buena vida.
          Esos eran los planes humanos, los planteamientos de la codicia humana.
          Ahora entra Dios en escena y le dice: Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será? El hombre propone y Dios dispone. Y todos los cálculos del rico se quedan baldíos ante la sorpresa de la muerte aquella misma noche. Ha quedado probada la tesis que Jesús quería dejar clara: la codicia es inútil. Los planes humanos son muy relativos. Con Dios hay que contar. No queda vacío decir siempre: “si Dios quiere”, porque siempre queda finalmente atendible la voluntad misteriosa de Dios.
          Para concluir Jesús la lección escueta que desea explicitar: Así será el que acumula riquezas para sí y no es rico ante Dios.

          A propósito del comienzo de este evangelio, siempre se me pone por delante un hecho que no es tan extraño que suceda. La madre o el padre que tienen la pretensión de que el sacerdote que está de visita sea quien diga cuál de los dos tiene razón, y pretende que el sacerdote dirima a favor de la parte solicitante. O “dígale Vd a mi hijo que estudie más”. Ponen en un compromiso al sacerdote y es una manipulación el querer ponerlo a favor de uno y contra el otro. La respuesta que pega ahí por parte del sacerdote es la que dio Jesús a aquel  hombre que pretendió que Jesús interviniera en su favor contra su hermano en tema de herencia: Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros? Resolved razonablemente vuestros problemas y no pretendáis que lo resuelva una persona ajena al problema que puede existir en un matrimonio, o en la educación de los hijos. O en cualquier otro caso. Los temas humanos se han de abordar con razones y soluciones humanas. Otra cosa es que deben estar iluminadas por unos principios de justicia y equidad. Es decir, por unos planteamientos evangélicos.

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