lunes, 28 de octubre de 2019

28 octubre: Quedas libre de tu enfermedad


LITURGIA.- San Simón y San Judas Tadeo               Las lecturas que se leerán son otras de las que pongo aquí.
          Empieza la 1ª lectura (Rom.8,12-17) con una referencia al tema  doble del hombre carnal y el hombre spiritual. Y dice: estamos en deuda pero no con la carne para vivir carnalmente. Pues si vivís según la carne, vais a la muerte. Esta es una idea clara en San Pablo, que traduciría la de Cristo: “No se puede servir a dos señores”. El creyente no puede ir encendiendo una vela a Dios y otra al diablo. Y vivir carnalmente es una manera de morir a la vida de Dios en el alma.
          Pero la deuda es con el Espíritu, con el que dais muerte a las obras del cuerpo, y viviréis. Y los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos  de Dios.
          Desemboca Pablo en una de las afirmaciones más importantes de la teología, que en definitiva es la traducción de la Palabra de Dios: Habéis recibido no un espíritu de esclavitud para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: ABBA (Padre). La relación con Dios ha de estar basada en el amor. Ese es el efecto que el Espíritu Santo produce en nosotros. Y cuanto hagamos, o de cuanto nos dominemos, debe fundamentarse en el amor. Nunca en el temor. [Que por eso la Biblia, cuando expresa el sentido del “temor de Dios”, lo hace en paralelo con el amor filial, reverente, como de un hijo a su padre, que no debe ser nunca por miedo al padre o por miedo al castigo, sino por el amor que nos suscita el Dios que nos ha mostrado Jesucristo de muchas maneras a través del evangelio].
          Sigue Pablo: Ese Espíritu y nuestro espíritu dan testimonio concorde de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, también herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él glorificados.

          El SALMO (67) nos hace repetir, como un estribillo que expresa esa idea fundamental, Nuestro Dios es un Dios que salva. No un Dios que condena. Y más adelante: Bendito sea el Señor cada día; Dios lleva nuestras cargas, es nuestra salvación

          Pasamos al evangelio (Lc.13,10-17) y recuperamos un hecho de la vida de Jesús. Estamos en sábado y estamos en la sinagoga. Y estamos ante una situación de las que conmueven el Corazón de Cristo: una mujer encorvada hace 18 años, y andaba encorvada sin poderse enderezar. Típico de la mentalidad de la época, se atribuye esa situación –inexplicable para la ciencia del momento- a un “espíritu”.
          Al verla Jesús, le dice: Mujer, quedas libre de tu enfermedad. Le impuso las manos y enseguida se puso derecha. Y glorificaba a Dios. No hay más acción ni más diálogo. Sencillamente un gesto de trasmisión de la salud y de bendición: la imposición de manos. Y aquella mujer, a los 18 años de no poder ver el cielo, ahora puede verlo como el resto de los mortales.
          El jefe de la sinagoga lo llevó a mal, indignado porque Jesús había curado en sábado, y como no se atrevió a encararse con Jesús, se dirigió a la gente y les dijo: Seis días tenéis para trabajar; venid esos días a que os curen, y no los sábados. La cosa era llevar hasta el extremo ese sentido farisaico del descanso sabático, que por una parte era institución del propio Dios, pero no hasta los extremos casuísticos a los que lo habían llevado los mentores religiosos de Israel.
          Por eso Jesús interviene severamente, y le dice: Hipócritas; cualquiera de vosotros ¿no desata al buey o al burro y lo lleva a abrevar, aunque sea en sábado? En efecto esas acciones sí las admitían en sábado, pues era un deber para con los animales. Y a esta hija de Abrahán, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no había que soltarla en sábado? Jesús era muy lógico. Tomaba los ejemplos de la vida real ordinaria para explicar las cosas sobrenaturales. Y si ya era lícito soltar a los animales para llevarlos a abrevar, ¿cómo no iba a ser lícito soltar aquella amarra que tenía a la mujer tantos años sin poder levantar la cabeza?
          Jesús se ha adaptado a la mentalidad de la época, que –por otra parte- estaba metida en el pueblo y entonces él mismo participaba de ese pensamiento, y habla de que Satanás tenía encorvada a la mujer. Hoy día nadie pensaría que una persona encorvada es víctima de un espíritu. Sería un caso a estudiar por la medicina, y a intentar evitar con la medicina. Salvo una acción milagrosa de Dios, que siempre es posible.

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