domingo, 20 de octubre de 2019

20 octubre: DOMUND


LITURGIA        Domingo 29-C, T.O.
                      Eficacia de la oración y perseverancia. Son las dos características que salen de las lecturas que marcan la enseñanza de este domingo.
          En el libro del Éxodo (17,8-13) Moisés entabla una lucha con Amalec. Josué debe llevar unos hombres para hacer aquella batalla, y Moisés le dice que él orará a Dios para el buen resultado de aquella lucha.
          Y sube al monte y desde allí divisa el panorama. Levanta sus brazos y ora a Dios, y vence Josué; cuando se cansa de tener los brazos en alto y los baja, vence Amalec. Y entonces le sostienen los brazos en alto hasta que –llegada la caída de la tarde- Josué ha derrotado al enemigo.
          Ha habido una confianza en la fuerza de la oración y una constancia. Y el resultado ha sido la victoria.

          En el evangelio Jesús explica esa importancia de la oración con una de sus parábolas (Lc.18,1-8), con la viuda perseverante en su petición al juez para que le haga justicia frente a su enemigo. El juez le da largas y la viuda insiste. Hasta que el juez se plantea que o le hace justicia o la mujer le va a arañar en la cara.
          Concluye Jesús: eso ocurre con un juez injusto. Bien podemos colegir que Dios, que es bueno, se deja llevar de la oración perseverante de los que acuden a él: hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche.
          La pregunta que se hace Jesús es si esa actitud de oración y de fe confiada y constante será lo que él encuentre en la tierra.
          Estamos los fieles en un mundo espiritual. No siempre descubrimos la eficacia de la oración que hacemos, pero tenemos comprometida la palabra de Jesucristo. Y como decía San Pedro de Alcántara, “a mí me basta que lo haya dicho Jesucristo”.

          En la 2ª lectura (2Tim.3,14-4,2) la insistencia está en la fuerza de la Palabra de Dios, que es útil para enseñar, para corregir, para educar en la virtud, para reprender los vicios, y con ella estará la persona perfectamente equipada para toda obra buena. Por lo que insta Pablo a su discípulo, ante Dios y ante Cristo Jesús, a proclamar la Palabra, a insistir en ella a tiempo y a destiempo, y exhortar y corregir con toda comprensión y pedagogía. De ahí la importancia que tiene acudir a la Palabra de Dios no solo para el alimento personal sino para el trato con los otros.

          Hoy es el DOMUND. Un día que la Iglesia dedica a las misiones extranjeras para ayuda espiritual y material de las mismas y así colaborar en la obra misionera, a la que estamos llamados en razón de nuestro propio bautismo. Y a la que muy bien van aplicadas las enseñanzas de este domingo: por una parte, la oración que debe ser en nosotros una preocupación constante por esas misiones y misioneros que se desenvuelven tantas veces en situaciones difíciles, y por lo general con una notoria carencia de medios, pero con una perseverancia ejemplar.
          A las misiones se alimenta con la Palabra de Dios, que sirve para exhortar y educar en los principios de la vida de la fe.
          Y se les ayuda desde la aportación material de los medios económicos que puede aportar solidariamente la caridad de los cristianos.

          Una concreción misionera que podríamos aplicar a este día es el sentido misionero de la MISA. “Misa” y “misión” son la misma raíz y el mismo verbo latino. Indica “envío”. De tal manera que el final de nuestra Misa, aunque parezca una despedida en ese amorfo “podéis ir en paz”, en realidad es un envío misionero que se hace a los participantes en la Eucaristía. Es la palabra de Jesucristo que dio el mandato de salir al mundo a enseñar el evangelio. A nosotros se nos dice que salimos de la Misa para llevar paz a nuestro alrededor…, para que la Misa litúrgica que hemos vivido durante media hora, la hagamos efectiva cuando salimos de la iglesia. Nuestra conversación, nuestros modos de expresarnos, nuestra caridad…, debe prolongar la Misa en todo nuestro comportamiento…, de modo que no sólo hemos participado de la Misa, sino que la llevamos con nosotros adonde vayamos: en la familia, en las amistades, con nuestros subordinados. Vamos, en efecto, enviados para propagar la bondad del evangelio.


          Pedimos a Dios, de quien esperamos siempre con confianza.

-         Por la Iglesia misionera, para que siga llevando el espíritu de Jesús dondequiera que vaya. Roguemos al Señor.

-         Porque nosotros, bautizados, tengamos vocación misionera y la vivamos. Roguemos al Señor.

-         Para que nuestra oración sea perseverante e insistente. Roguemos al Señor.

-         Para que la participación en la Misa se proyecte en la vida diaria. Roguemos al Señor.


          Danos misioneros y apóstoles de tu Palabra para que nos impulse a vivir acordes con tu voluntad.
          Por Jesucristo N.S.

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