jueves, 10 de octubre de 2019

10 octubre: Pedid y recibiréis


LITURGIA
                      Entramos en el profeta Malaquías, y vamos al capítulo 3,14 a 4,2. Hay una queja de algunos contra el Señor. El Señor les ha echado en cara que son arrogantes contra Él. Y ellos se vuelven en contra y preguntan en qué son arrogantes: Decís: «En qué levantamos la voz contra ti?».
          Y el Señor les responde
          En que decís: «No vale la pena servir al Señor. ¿Qué sacamos con guardar sus mandatos, haciendo duelo ante el Señor del universo?; Al contrario, los orgullosos son los afortunados; prosperan los malhechores, tientan a Dios, y salen airosos». Fijémonos que este argumento es el que utilizan hoy día también algunas gentes: los malos corren mejor suerte que los buenos. Lo que les hace justificarse en no vivir rectamente.
          Por el contrario, Los hombres que temen al Señor se pusieron a comentar esto entre sí. El Señor atendió y escuchó. Ante él se escribió un libro memorial, en su presencia, en favor de los hombres que temen al Señor. Las obras buenas no se pierden. Están escritas en la presencia de Dios. Ese día que estoy preparando, dice el Señor del universo, volverán a ser propiedad mía; me compadeceré de ellos como se compadece el hombre de su hijo que lo honra. Volveréis a ver la diferencia entre el justo y el malhechor, entre el que sirve a Dios y el que no lo sirve. Dios hace justicia y quedará patente en su momento la diferencia entre el hombre malvado y el que es justo.
          Y continúa el discurso del Señor, poniendo las cosas en su sitio: He aquí que llega el día, ardiente como un horno: en el que todos los orgullosos y malhechores serán como paja; los consumirá el día que está llegando, dice el Señor del universo, y no les dejará ni copa ni raíz.
          Pero a vosotros, los que teméis mi nombre, os iluminará un sol de justicia y hallaréis salud a su sombra; saldréis y brincaréis como terneros que salen del establo. Vuelvo a repetir, como siempre, que no es el temor lo que enseña Dios. En la Biblia constantemente se pone en paralelo el “temor de Dios” con el “amor a Dios”. Se trata de un amor reverencial, el de un hijo hacia su padre –y padre bueno-, que nunca es miedo al padre sino respeto amoroso. Que San Pablo nos lo hace patente en la carta a los Romanos cuando nos dice que no hemos recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos para sentir a Dios ABBA (Padre).

          El evangelio de Lucas (11,1-4) incidiría en esa idea del amor, queriendo presentarnos Jesús a Dios como el Padre o el Amigo bueno que siempre nos escuchará y atenderá nuestras súplicas.
          Jesús, en su estilo que se va a los extremos, nos pone la contraposición del amigo que no quiere molestarse en levantarse a dar a su amigo los panes que le pide, pero al que el amigo le insiste hasta que finalmente se levanta y se los da.
          Y advierte Jesús: si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden? Precisamente el Espíritu del amor.
          Y pone Jesús ese grado de insistencia que debemos tener en nuestra oración: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá, porque todo el que pide, recibe, el que busca, halla y al que llama se le abre.
          Que Dios siempre escuchará favorablemente. Si ya un padre en la tierra no le va a dar una piedra a su hijo que le pide pan, Dios es más generoso todavía y más bondadoso y siempre dará cosas buenas. En concreto San Lucas habla de pedir el Espíritu Santo, petición que nunca fallará. “Pedir el Espíritu Santo” es pedir los dones espirituales que nos han de conducir a Dios. Pero no deja a un lado la petición de otros bienes. Lo que pasa es que lo que no falla es la petición que se hace de los bienes del Señor, porque esos siempre serán según la voluntad de Dios. Los otros dones que pedimos frecuentemente pueden ser verdaderos bienes para nosotros o no serlo, aunque lo creamos. Y –como dice en otro lugar- Dios dará COSAS BUENAS  a los que le piden. El ejemplo que siempre se pone: un niño pequeño se emperra en querer un cuchillo para cortar el pan. Y su padre le corta el pan pero no le da el cuchillo porque no sería un bien para el niño. Así ocurre con nuestras peticiones en muchos casos: creemos ser un bien para nosotros pero no lo son. Y Dios sustituye la petición por “cosas buenas”.

1 comentario:

  1. Nos alegramos por su recuperación.Hemos echado en falta sus sabios y útiles comentarios.Que Dios le bendiga.Abrazos

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