lunes, 14 de octubre de 2019

14 octubre: Más que Jonás


LITURGIA
                      Comienza la carta de San Pablo a los Romanos (1,1-7) y en este comienzo Pablo se presenta como escogido para predicar el evangelio de Dios, el único evangelio, cuyo núcleo es Jesucristo, por cuyo poder han sido llamados los gentiles, y por tanto los romanos. Ellos también están llamados por Cristo Jesús, a quienes Dios ama y ha llamado a formar parte de su pueblo santo. A ellos, pues, desea la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

          En el evangelio (Lc.11,29-32) tras aquella emoción de la mujer que bendijo a Jesús en su madre, Jesús retoma el tema que le habían planteado: querían un signo. Y Jesús dice que es una generación perversa y adúltera (aquí sí que pega esta expresión) que pide un signo, como si no hubiera sido suficiente el signo de expulsar un demonio.
          Y Jesús les dice que el signo que les da es el de Jonás: que fue un signo para los habitantes de Nínive, predicándoles la amenaza de Dios, y que aquella ciudad se convirtió. Y Jesús es más que Jonás, y sin embargo ellos no se convierten.
          O es el signo de la reina del Sur, que se vino desde los confines de la tierra a admirar la sabiduría de Salomón. Y Jesús es más que Salomón. Por eso los mismos habitantes de Nínive se alzarán contra esta generación y harán que la condenen porque no se convierten por la predicación de Jesús.

          Muchos se escudan hoy en que quien predica es la Iglesia, y no se paran a mirar si esa predicación es precisamente el evangelio de Jesucristo, y que por tanto es el mismo Jesucristo quien está dando su evangelio. También pretenden que el evangelio baje a los detalles de una casuística, y por eso no siempre encuentran dicho en el evangelio el punto concreto que les salga al paso.
          Ya San Pablo concreta mucho la enseñanza de Jesús y aplica a realidades de la vida diaria los principios evangélicos. Pero se siguen escudando muchos en que eso es ya la mente de San Pablo y no la de Jesucristo. La realidad es que tan Palabra de Dios es lo uno como lo otro, y que las cartas apostólicas son el primer comentario autorizado de la enseñanza de Jesucristo, que dejó los principios para que se fueran concretando a las circunstancias de cada era cristiana.
          Aparte de eso está  que la revelación de Dios no se reduce a la palabra escrita de los textos bíblicos sino que está también en la Tradición de la Iglesia. La TRADICIÓN no es lo mismo que “las tradiciones” que se van comentando de unos en otros, sino que es toda la acción del Espíritu Santo sobre los maestros de la Iglesia, en la que están desarrollándose paulatina y progresivamente los principios básicos a través de la experiencia espiritual de esa Iglesia.
          Por eso no es menester que en el evangelio esté todo definido y concretado, sino que –desde el pensamiento y la palabra de Jesús y la revelación de Dios- se va haciendo actual en cada época de la historia la obra magisterial de la Iglesia.
          ¿No sería irrisorio que hoy nos quedáramos con lo que entendieron los fieles del siglo I, en los momentos iniciales de la Iglesia naciente, y en unas culturas incipientes? ¿No sería absurdo pensar que hoy todo el pensamiento y desarrollo de la doctrina de la Iglesia se quedara en lo que podía captar la cultura del siglo XV? El proceso de la vida va en continuo desarrollo, y la Iglesia no es un monolito de piedra inmóvil, sino que va encontrando la respuesta bíblica que corresponde a una nueva era y a un cambio en las culturas.
          Lo que sí quedará patente en la TRADICIÓN de la Iglesia es que no hay contradicción entre lo que creyeron los fieles del siglo I y los del siglo XV y los del siglo XXI. Se ha desarrollado pero en un proceso de crecimiento. Como en el cuerpo humano: el adulto no tiene menos o más miembros que el niño recién nacido. Sólo que se han desarrollado. Pero el cuerpo humano es el mismo según su naturaleza.
          Así ocurre con la vida de la Iglesia: es la misma que fundó Jesucristo. Pero su desarrollo va siendo paralelo con la adultez de la vida y la realidad de esa vida en el plano humano. A más desarrollo de la vida de la humanidad, la Iglesia tiene que seguir extrayendo del depósito de la fe, las concreciones en las que ha de expresarse en el momento actual.

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