lunes, 30 de septiembre de 2019

30 septiembre: No es de los nuestros


LITURGIA
                      El profeta Zacarías (8,1-8) nos trasmite el sentimiento de Dios a favor de su pueblo: Siento gran celo por Sión; volveré a Sión y habitaré en medio de Jerusalén. Y una señal de esa presencia será que habrá ancianos y ancianas que, de viejos, tendrán que apoyarse en bastones, y las calles de Jerusalén se llenarán de muchachos y muchachas que jugarán en la calle. Descripción sencilla de la prosperidad de ese pueblo restaurado por la vuelta del pueblo a su patria y a su ciudad santa. Advierte Dios que puede haber quien no dé crédito a ello, pero Dios se compromete a liberar a su pueblo y lo traeré para que habite en Jerusalén. Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios con verdad y con justicia.

          Una vez más encontramos a Jesús poniendo a los niños como ejemplo del modo en que hay que vivir el reino. (Lc.9,46-50). Es que los apóstoles se habían puesto a discutir entre ellos, cuál era el mayor y más importante. Y Jesús quiere mostrarles que en el Reino, el más pequeño es el más grande. Y por eso pone a un niño a su lado y dice que el que acoge a un niño, lo acoge a él. Y por tanto que el secreto del reino está en esa sencillez del niño y no es las disputas sobre quién es el más importante. Lección que se ve que les costaba asumir a aquellos hombres, por otra parte gente sencilla, pero con el amor propio vivo, y que por más que Jesús se lo había explicado de muchas maneras, no lo captaban.
          Y tan no lo captaban que ahí tenemos el caso a continuación. Viene Juan tan ufano a decirle a Jesús la machada que ha hecho: Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y como no era de los nuestros, se lo hemos querido impedir. “No era de los nuestros”, “no era de nuestro grupo”. Y entonces Juan se vuelve celoso del grupo y pretende impedirle a ese hombre hacer una obra buena y que hacía en nombre de Jesús.
          Parece que es una exageración de Juan pero la realidad es que es vicio generalizado: que defendemos lo “nuestro” aunque a veces no hay una oposición por parte de otros grupos u opiniones. Sólo que “no son de los nuestros” y ese título es el que nos da derecho a creer que lo propio es siempre lo mejor, con menoscabo de la acogida que debemos dar a otros que también trabajan en el nombre de Jesús.
          Jesús respondió enseguida: No se lo impidáis: el que no está contra nosotros, está a favor nuestro. Así de sencillo y de razonable. Y clara lección para echar nosotros un corazón mucho más amplio para acoger a otros que “no son de nuestro grupo”, que no tienen por qué pensar igual que nosotros, y que realmente están procediendo con rectitud, “echando demonios en nombre de Jesús”.
          Realmente es muy aplicable a esos celos y tensiones pueriles con las que unos grupos –llámense “cofradías”, “asociaciones”, Movimientos laicales de Iglesia…- viven muchas veces enfrentados, quizás a propósito de un estilo de vida, o de una determinada imagen titular que consideran mejor que la otra. Y no me refiero a belleza o expresión de las imágenes, en lo que vale hacer comparaciones. Me refiero a la advocación concreta, en la que se llegan a contraponer a dos Cristos, a dos Vírgenes, y en lo que se llega a afirmaciones y expresiones de tinte blasfemo. Y todo, porque “mi Cristo” es mejor que el tuyo; y “tu Virgen” es una cualquiera y la mía es la que vale.
          Y lo mismo en la manera de enjuiciar unos movimientos de la Iglesia, mirados desde el prisma del propio movimiento o asociación. Que también en ello hay prejuicios fuertes y no dignos de un pensamiento cristiano auténtico.
          Todo el problema es que “no es de los nuestros”. Y Jesús lo resuelve diciendo que quien no está contra nosotros, está a favor nuestro.

2 comentarios:

  1. Y lo triste que eso se da en la misma Parroquia.Todos debemos cuidar el amor y la unidad resaltando siempre lo positivo y alegramos por los "éxitos"de los demás.Somos hermanos e hijos de Dios.

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  2. Yo solía pensar y aún lo pienso, que a veces desviamos la mirada de donde debería estar, y es en el objetivo. Y este no es otro que la misión que tenemos como discípulos de Jesús. Y nuestra condición de pecadores necesitados de la misericordia de Dios. Todo lo que no sea eso, no vale en la Iglesia. Los celos y pensamientos de rechazo a los que no son de los nuestros, no son de Dios. Y puede que en algún caso alguien tenga alguna causa objetiva para sentir rechazo, pero aún así, hay que tratar de humillarse y pedir a Dios que nos ayude a no ser una piedra en el camino de los demás.

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