domingo, 8 de septiembre de 2019

8 septiembre: La Virgen de la Victoria


LITURGIA        Domingo 23 C,   T.O.
                      El evangelio de hoy es de suma importancia porque pone delante una máxima exigencia en quienes quieren ser de Cristo. Dice Jesús muy claramente (Lc.14,25-33): Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser mi discípulo.
          El planteamiento es digno de meditar y asumir. No nos quita nada del amor a nuestros familiares, sino que todo amor humano tiene que estar en segundo plano respecto de la llamada de Jesús. Primero es Jesús y sus mandatos. Luego, viene lo demás, y ojalá que con un inmenso amor a padres, hijos, hermanos…
          Lo que quiere hacernos saber Jesucristo es que tenemos que tomarnos el pulso en nuestra vida cristiana, y que sepamos llevar adelante las exigencias de ella, sin que nada humano pueda difuminarlo o entorpecerlo.

          Viene aquí la 1ª lectura (Sap.9.13-19) en la que nos expresa que si ya nos es difícil entender las cosas terrenas, es lógico que nos cuesta entender las celestiales, pero –tras el trabajo ascético que supone vivir ese evangelio- debe imperar la sabiduría del Santo Espíritu desde el cielo. Sólo así serán rectos los caminos de los hombres, y aprenderán lo que agrada a Dios. Eso requiere una sabiduría, que da Dios.

          Como un caso práctico concreto, la 2ª lectura, de la carta a Filemón (9-10.12-17) nos hace ver hasta dónde el sentido cristiano es exigente. Onésimo es un esclavo de Filemón y en algo le ha fallado, y Filemón lo deja en la calle.
          Pablo aboga a favor de Onésimo y le pide a Filemón que lo readmita. Pero ahora no como esclavo sino como hermano. Y aprieta la tuerca de tal manera que le hace saber a Filemón que debe recibir a Onésimo como recibiría al mismo Pablo, del que tiene motivos muy fuertes para recibirlo.

          Queda patente que el vivir cristiano no es un pasar por la vida con unas cuantas formas externas, sino con exigencias muy hondas.

          EN MÁLAGA celebramos la solemnidad litúrgica de su Patrona, la Virgen de la Victoria, y por tanto se antepone al Domingo, y se expresa en las lecturas propias de la fiesta de la NATIVIDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA.

          Una 1ª lectura, tomada del profeta Miqueas 5,2-5, que propiamente hace alusión al nacimiento de Jesús, referido a Belén, pero advirtiendo que su origen es muy de antiguo. Ahí entra la referencia a María de una manera velada, pero es que no hay ningún texto que hable directamente del nacimiento de María.
         
          La 2ª lectura es de la carta a los Romanos 8,28-30, con la afirmación solemne de que a los que aman a Dios, todo les sirve para el bien. Para acabar en una concatenación: A los que escogió, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó. Una referencia perfectamente aplicable a la Virgen.

          Para llegar a un evangelio que leemos de forma parcial porque empieza con una genealogía propia de los hebreos, que desemboca en José, esposo de María, de la cual nació Cristo.
          Leemos la parte de la concepción de Jesús, en la que queda claro que la generación de Jesús no viene por medios humanos, porque José no ha intervenido en nada. Lo que se ha cumplido es la profecía de una virgen que engendra un hijo y lo da a luz y le pone por nombre: Enmanuel (Dios con nosotros).
         
          En estas referencias a la Virgen María, unas veces más ocultas y otras más abiertamente manifestadas, queda enmarcada la fiesta de María, y para nosotros, la fiesta de la Patrona, la Virgen de la Victoria, con una parte de tipo histórico, y por la otra llevándonos a la victoria por la que hemos de salir adelante en medio de las dificultades y tribulaciones de la vida. Que Ella nos proteja y nos encamine en medio del valle de lágrimas por el que hemos de pasar.




          Acogidos a la protección maternal de la Virgen María, suplicamos de Dios sus gracias.

-         Para que salgamos victoriosos de los embates de Satanás y sus ministros, Roguemos al Señor.

-         Para que nuestros afectos humanos se pospongan siempre al servicio de Dios, Roguemos al Señor.

-         Para que seamos hijos fieles de la Virgen María, Roguemos al Señor.

-         Para que la Eucaristía nos impulse a una vida santa, Roguemos al Señor.


          Por intercesión de Santa María de la Victoria, defiende a nuestra ciudad y a sus habitantes de los males que pueden acecharlos.
          Lo pedimos por Jesucristo N.S.

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