miércoles, 18 de septiembre de 2019

18 septiembre: Ni lloráis ni reís


LITURGIA
                      Otra lectura de 1Tim que tiene poco que explicar (3,14-16) es una recomendación de Pablo a Timoteo, al que quiere visitar pronto, pero que mientras tanto le da unas pautas de cómo comportarse en la asamblea de los fieles. Pero he aquí no da las pautas sino que pone por delante el gran misterio que veneramos: que se manifestó Jesús como hombre, lo rehabilitó el Espíritu, se apareció a los mensajeros, se proclamó a las naciones, creyó en él el mundo, y fue exaltado a la gloria.

          El evangelio de Lc.7,31-35 podría ser perfectamente una reflexión lanzada a nuestro mundo actual, que procede de tal manera que nadie está de acuerdo con nadie, todos protestan de todo, y la vida se desarrolla en tensión, sin que haya manera de poner de acuerdo a nadie.
          Comentaba Jesús a aquellas gentes de su tiempo: ¿A quién se parecen los hombres de esta generación? ¿A quién los compararé? Y dice que se parece a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros: “Tocamos la flauta, y no bailáis; cantamos lamentaciones, y no lloráis”. En efecto una generación como niños, no como adultos. Una generación que no sabe ni reír ni llorar, ni alegrarse ni entristecerse por unos motivos válidos. Parecen a aquel que se acercaba a un grupo de personas que hablaban tranquilamente y les decía: “¿de qué habláis que yo me oponga?”. Los que son jefes, contra los obreros. Los obreros en huelga contra los jefes; las mujeres contra los hombres; los que mandan contra los que tienen debajo. Y el mundo vive esa tensión que anunciaba Jesús en su momento, y que al final proceden como niños caprichosos que tienen que andar a la gresca.
          Y no lo decía Jesús de balde. Lo aplica a una realidad tan importante como la de aquellos dirigentes que ni aceptaban a Juan Bautista, que ni comía ni bebía, y dijeron: tiene un demonio, ni aceptan a Jesús que come y bebe y lo tildan de comedor y borracho, amigo de publicanos y pecadores.
          La conclusión de Jesús es clara: muestran su “sabiduría” en ese modo de actuar. Muestran su necedad. Muestran que no se sabe qué quieren, y que en realidad no lo saben ellos mismos.
          Es curiosa la encuesta a pie de calle que ha hecho una emisora de televisión para mostrar esa necedad de un conjunto de gentes incultas que pretenden saber de todo y no saben ni los datos más recientes de la historia actual. Y dicen simplezas absolutas que demuestran que se han manifestado y protestan sin saber ni por qué, ni qué defienden. Sencillamente se camina en el barullo, se forma bulto, se cultiva la ignorancia, fomentada por los cuatro cabecillas que han organizado aquello por razones que habría que analizar a fondo para comprender que no son las que aparecen a simple vista, sino con la finalidad de alterar, de promover el disturbio en la calle, y las otras razones ocultas que hay bajo la apariencia de “derechos”.
          No tengo más materia que exponer. Sencillamente ver la actualidad de las palabras de Jesucristo, y ponerlas delante para los que puedan reflexionar. A estas alturas estamos abocados a unas elecciones nuevamente. Lo previsible es que cada cual vuelva a votar lo que votó, y no por razones objetivas sino por emotividades. Y lo que habría que buscar ahí dentro de nosotros es la elección práctica que debiéramos hacer para dar nuestro voto responsablemente. Ni por nostalgias ni por castigos, sino allí donde puede tener más eficacia. Lo contrario nos lleva a repetir el cuadro y a crear un círculo vicioso del que es muy difícil salir. Ya lo estamos viendo.

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