miércoles, 11 de septiembre de 2019

11 septiembre: Venturas y desventuras


LITURGIA
                      Col.3,1-11 sigue insistiendo en la centralidad de Jesucristo. Y por tanto en el modo de enfocar la vida los que son de Cristo: Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. El que es de Cristo es una criatura diferente, nueva, porque la muerte de Cristo ha transformado la vida del creyente: Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Lo que Pablo expresa en otro lugar; “Ya no vivo yo; es Cristo quien vive en mí”. Por eso, Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él.
          Todo eso tiene unas consecuencias que deben ser prácticas: dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría. Esto es lo que atrae la ira de Dios sobre los rebeldes. Todo esto o se asume como novedad de la vida personal o andaríamos jugando  dos aguas. ¡Y lo terrible es que no se asume sinceramente! Y Pablo se lo pone delante de los ojos a los colosenses para que vean que no habla de memoria ni en balde: Entre ellos andabais también vosotros, cuando vivíais de esa manera. Tiene que cambiar: Ahora, en cambio, deshaceos también vosotros de todo eso: ira, coraje, maldad, calumnias y groserías, ¡fuera de vuestra boca! ¡No os mintáis unos a otros!: os habéis despojado del hombre viejo, con sus obras, y os habéis revestido de la nueva condición que, mediante el conocimiento, se va renovando a imagen de su Creador, donde no hay griegos y judíos, circuncisos e incircuncisos, bárbaros y escitas, esclavos y libres, sino Cristo que lo es todo y en todos. Se proceda de donde se proceda, se tenga el origen que se tenga, se haya vivido como se haya vivido, lo que se está pidiendo es un “mañana” nuevo, con una actitud nueva, renovándose a imagen del Creador.

          Ya hemos aludido en otra ocasión a la variedad que presenta San Lucas respecto a San Mateo. En el primer evangelio hablamos de “Sermón del Monte” porque Jesús habló a las turbas desde el Monte de las Bienaventuranzas, y después bajó. En Lucas, por el contrario Jesús ha bajado del monte con sus apóstoles recién llamados y se ha situado en un llano, en donde se expresan bienaventuranzas y malaventuras. Y por lo pronto con otra variación respecto a lo conocido, y es que habla de la felicidad de los pobres, sin más añadido. Dirigiéndose Lucas a una comunidad pobre, no pone matices: los pobres son bienaventurados, y de ellos es el Reino de Dios. Se trata del pobre honrado que vive su pobreza sin amargura y abriéndose sin cortapisas al Reino de Dios que presenta Jesucristo.
          En la misma línea están los que padecen hambre, que al fin y al cabo son los pobres más pobres. Su hambre va a ser saciada   El pobre no va a padecer su pobreza hasta el hambre. Un nuevo alimento le va a venir a las manos. Dios se ocupa de los pobres, puesto que ocupa de los pájaros, que tienen menos importancia. Y sin embargo los alimenta.
          Son bienaventurados los que lloran, los que padecen hasta la extenuación, a los que se les promete reír, encontrar el gozo. Jesús está de parte del que padece, y saldrá al encuentro.
          Y finalmente son dichosos los que ahora sufren el odio de los hombres, la exclusión y el insulto por causa de Cristo. Estamos ante un nuevo orden de cosas, y el día que proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre, ese día alegraos y saltad de gozo porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Podemos ver ahí reflejada la vida de los mártires, esas personas que parecen estar hechas de otra materia, porque han deseado morir por Cristo y han muerto al grito triunfal de la fe en el Señor.
          Pero San Lucas no se queda con las bienaventuranzas. Completa el cuadro con las malaventuras; de los ricos porque lo tienen todo y no esperan nada; de los que están saciados, que creen tenerlo todo y sin embargo están vacíos. Lo malo es que no esperan porque creen poseerlo todo. Los que ahora reís a costa del dolor de los pobres. Vuestro final es duelo y llanto, porque vuestra risa está vacía y se apoya en el dolor de otros. Los ricos que se hacen ricos a costa de dejar a los pobres más pobres. ¿No nos suena esto a actual? ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Desgraciados que viven de la adulación falsa, que se evapora y se va de las manos. Todas estas cosas no deben caer en saco roto porque no están tan lejos de las realidades que vivimos.

1 comentario:

  1. Yo veo en la lectura del fragmento apostólico de hoy que San Pablo hace una propuesta clara, y cuando digo propuesta, quiero decir que no es imposición.
    El problema de hoy radica en mi opinión en que se ha perdido el santo temor de Dios, y en parte creo que eso es debido a que los pastores han dejado de hablar de esto. Me refiero a lo que dice Pablo en el versículo 6. Hoy parece que es tabú hablar de esto, porque parece que estamos mostrando a un Dios cruel. Y no es verdad. Yo lo que veo es a un Dios que es justo, y no cruel.

    Y que es amor y misericordia por que es justo también. Si se deja de hablar de los "peligros" desde las iglesias por "temor" a que los fieles se espanten, entonces caemos en la complacencia y en el relativismo, que es la impresión que tengo a veces, y que además la reflexión del padre Cantero me suscita hoy cuando habla de jugar a dos aguas o no asumir la exigencia cristiana.

    Y ciertamente, aunque yo no he vivido esa época en la que dicen que se incidía mucho en eso, el "castigarte con las penas del infierno" hace que algunos rechacen a Dios o les caiga antipático, y para otros sea hoy una forma de hablar caduca porque es más atractivo hablar sin mencionar nada que sea molesto, sin embargo para Pablo no es caduco advertir a la comunidad de las consecuencias de la rebeldía, y el lo llama "ira de Dios".

    Mi conclusión es que esa expresión puede generar temor, pero mi pregunta es: ¿debemos dejar de anunciar la verdad por temor a que genere temor?

    De hecho Jesús, en el Evangelio de Lucas que se nos proclama hoy, incide nuevamente en eso, con las malaventuranzas que no excluye las bienaventuranzas que es el programa de Dios para sus hijos.

    Bueno Señor, no se porque tengo que escribir esto la verdad, son ganas de complicarme, tu sabrás. Con lo fácil que es no hacer ni decir nada, para evitar que alguien pueda...

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