domingo, 29 de septiembre de 2019

29 septiembre: El abuso sobre el pobre


LITURGIA        Domingo 26-C, T.O.
                      La 1ª lectura, del profeta Amós (6,1.4-7) es una diatriba contra los jefes de Israel, que confían en el monte de Samaria y se acuestan en lechos de marfil, tumbados sobre las camas, se comen los corderos del rebaño y canturrean bebiendo vinos generosos, y no os doléis de los desastres de José. He ahí el verdadero problema: viven para sí y confiados en sí y en sus bienes y disfrutes, y prescinden de las penurias de los pobres del pueblo. El lujo y regalo que despliegan es una bofetada para los que están necesitados de lo más elemental.
          El juicio que hace el profeta es muy claro: Esos ricos irán al destierro. Se acabó la orgía de los disolutos.

          En el evangelio (Lc.16,19-31) Jesús dibuja una situación semejante en una parábola que dramatiza todo lo dicho en la 1ª lectura: hay un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Aparte del derroche inútil que significaba todo aquello, es que hay una contraposición flagrante con un mendigo llamado Lázaro que estaba echado en su portal, cubierto de llagas y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico, pero nadie se lo daba. Jesús ha trazado la terrible injusticia y abuso del rico y el desprecio al pobre (que es lo que quiere hacer resaltar la parábola).
          Amós decía que irán los ricos al destierro y se acabará con aquella situación de orgía en que habían vivido. Jesús explicita más la situación, cuando habla de la muerte de los dos personajes: el rico muere y lo entierran. Así de escueto. El pobre muere y los ángeles lo llevan al seno de Abrahán. Y ahora el rico mira hacia Lázaro y suplica. Ahora cuando ya las cosas se han decantado en una dirección y no tienen remedio. Pide que el pobre venga hasta él y le refresque la lengua con una gota de agua, porque se abrasa en aquellas llamas.
          Abrahán responde que no es posible. Aquel abismo que había establecido el rico en su vida, por el que no se dignó darle al pobre ni lo que a él le sobraba, ha abierto otro abismo, y por cierto infranqueable. De modo que no se puede pasar desde el seno de Abrahán al infierno, ni del infierno se puede acceder al seno de Abrahán. En vida fueron las cosas de una manera, y ahora se produce la contraria: ahora le toca a Lázaro gozar y tener consuelo, y al rico padecer.
          Pretende el rico que, al menos, pueda ir Lázaro a sus hermanos para advertirles y que no vengan a este lugar de tormento. Pero tampoco es posible. En realidad los hermanos tienen a Moisés y a los profetas que les anuncien el camino a seguir. Que si no les hacen caso a Moisés y a los profetas, no van a hacer caso ni aunque un muerto resucite.
          No hay que recurrir a medios extraños. La verdad debe acogerse por ser verdad y no por sucesos extraordinarios. Y no hace falta que un muerto vuelva a la vida y se aparezca. Lo que vale es acoger la enseñanza diaria.
          El mundo tiende a los hechos extraordinarios. Se mueve por situaciones llamativas, esotéricas. Dios gobierna el mundo desde lo normal, desde la verdad, desde la justicia y el respeto mutuo con que debemos tratarnos unos a otros.

          Bien dice Pablo a Timoteo (1ª,6,11-16) que tiene que practicar la justicia, la religión, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza. No tiene que venir ningún ángel del cielo a enseñarle. Pablo le exhorta a combatir el  buen combate de la fe, y que así conquiste la vida eterna a la que fue llamado y de la que hizo noble profesión ante muchos testigos. No tiene que resucitar un muerto: tiene que vivir de acuerdo con las enseñanzas recibidas y los compromisos adquiridos. Por eso, guarda el mandamiento sin mancha ni reproche hasta la venida de Nuestro Señor Jesucristo.

          Nosotros tenemos por delante la EUCARISTÍA como llamada profunda a vivir conforme a la verdad y a  la fe. Lo que la Eucaristía  no nos haga vivir el respeto y ayuda al pobre…, al dominio de nuestras pasiones de tener y gozar, no se va a conseguir por meros actos de voluntad ni causas externas. Es Jesús sacramentado que hoy nos cuenta a nosotros la parábola con la misma fuerza con que la contó en aquel momento y quiere que saquemos las consecuencias. Entre la verdad y la mentira, hay un abismo infranqueable, y eso hay que tenerlo resuelto en vida.



          Roguemos al Señor para que nos haga dignos de él

-         Que no confiemos en nuestras fuerzas ni en nuestros valores humanos. Roguemos al Señor.

-         Que practiquemos la justicia, la religión, la fe, el amor y la paciencia. Roguemos al Señor.

-         Que oigamos la palabra de Dios y la enseñanza de la Iglesia sin esperar hechos extraordinarios. Roguemos al Señor.

-         Que en la Eucaristía tengamos la fuente de la verdad y oigamos en ella a Jesús que nos enseña. Roguemos al Señor.


          Danos, Señor, la fidelidad a tu evangelio en la acogida y respeto del pobre.
          Tu que vives y reinas por los siglos de los siglos

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