martes, 26 de febrero de 2019

26 febrero: "Temor de Dios"


LITURGIA
                      La 1ª lectura, del libro del Eclesiástico (2,1-13) es de una riqueza de pensamientos muy notable. Lo que hace falta para entenderla en su justo sentido es entender lo que bíblicamente encierra la expresión “Temor de Dios”. No se trata de tenerle miedo a Dios y ser movido por el temor, sino precisamente el sentido de amor reverente, respetuoso, como corresponde a la relación de un hijo con su padre. Todo amor, sí. Pero el padre es el padre y no es “el colega”. Dios es Dios, y con él nos relacionamos desde el sentir del hijo que lo llama: Abbá (“papaíto mío”). Y eso encierra una dosis plena de amor y una dosis plena de respeto.
          Entonces, en el dolor, el hijo se mantiene con corazón firme, valiente, sin asustarse, porque Dios no abandona. Y confiados en él, aceptamos lo que va sucediendo. Y la pobreza (cualquier manifestación de carencia) es el oro que acrisola en el fuego. Por eso: Confía en Dios, que él te ayudará; espera en él, y te allanará el camino. Semejante a la expresión de Jesús: “Venid a mí, y yo os aliviaré”.
          “Temer al Señor” es esperar su misericordia…, confiad en él…, esperad bienes, gozo perpetuo y salvación. ¿Quién confió en el Señor y salió defraudado? ¿Quién gritó y no fue escuchado? Para concluir con la afirmación que lo condensa todo: Dios es clemente y misericordioso, perdona el pecado y salva del peligro.

          Jesús es un buen pedagogo. Va dejando espacios de tiempo que sean suficientes para digerir sus enseñanzas, sobre todo cuando lo que está de por medio es una asignatura tan difícil como la ciencia de la cruz.
          Había dado su primera lección en el momento oportuno, cuando Pedro lo había reconocido Mesías. Pero entonces los discípulos se escandalizaron. La cruz se les hacía una aberración: “No te ocurra tal cosa”.
          Deja Jesús pasar 8 días y se los lleva al Tabor y allí se transfigura y presenta su luminosidad, para que ellos comprendan que la cruz no es el desastre final. Aunque en medio de aquello, les habla de resucitar de entre los muertos (que ellos no entienden).
          Ahora pasan otros 8 días (Mc.9,29-36) y Jesús vuelve a la carga y conforme caminan, les vuelve a dar el toque: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, resucitará al tercer día.
          Lo curioso es que dice Marcos que ellos no entendían aquello y les daba miedo preguntarle. Es de una parte ese miedo a enterarse de algo que no se quieren enterar. Y lo mejor es no preguntar, porque así se queda todo en ese misterio que no quieren que se desvele. Porque temen conocer una verdad que ya se les va poniendo delante, pese a todo. Y procuran dejar a Jesús caminar solo, mientras ellos van discutiendo entre sí aquello que han escuchado.
          Llegan a la casa y Jesús los aborda: De qué discutíais por el camino? Y ellos optan por callarse, porque ya se sabe de qué discutían, y que no quieren saber más.
          Y Jesús tiene que sentarse nuevamente, con toda su paciencia y darles un rodeo para explicarles el fondo de la cuestión. El problema no es que no se enteran, sino que no tienen sencillez para admitir lo que han escuchado.
          Y entonces pone Jesús a un niño en medio y les compara con el niño: Quien quiera ser el primero, que se haga el último de todos y el servidor de todos. El secreto es acoger las cosas como las acoge un niño. Porque el que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí y acoge a Dios que me envió. Y a ellos les falta para ser sencillos con la sencillez del niño, y por eso ni entienden, ni quieren entender, ni quieren preguntar, ni quieren responder.

1 comentario:

  1. Les recuerdo a quien lea éste blog que nuestro querido P. Cantero cumple hoy años. FELICIDADES

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