domingo, 24 de febrero de 2019

24 febrero: Amor aún a los enemigos


LITURGIA
                      La 1ª lectura (1Sam.26,2.7-9.12-13) nos pone una parte de la historia de David. Perseguido por Saúl, David podría haberse defendido definitivamente en esa ocasión en que ha cogido profundamente dormidos a todos los que van acompañando a Saúl en su persecución a David. Pero David no quiere atentar contra el rey, que es un ungido del Señor. Lo que hace es una acción que demuestra su buen corazón y nobleza de espíritu: se lleva la prueba de que ha podido acabar con Saúl, y se la presenta al rey. Queda claro que le ha perdonado la vida, y que es hombre de buen corazón.

          Todo esto viene a prepararnos para el evangelio (Lc.6,27-38), que es un canto al amor y al perdón. Pertenece al Sermón del Llano, equivalente al Sermón del Monte de San Mateo, y contiene una serie de principios esenciales de las relaciones humanas, no sólo con los amigos sino incluso con los enemigos: Amad a vuestros enemigos y haced bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen y orad por los que os injurian. No está todo esto alejado de la realidad. No es infrecuente que se den animadversiones en las relaciones humanas, incluso en las familiares. Existen antipatías, recelos, actitudes encontradas, que no se solucionan con buenas intenciones ni palabras. ¿Qué hacer entonces, cuando algo nos separa anímicamente de otra persona? –Jesús da la pauta: orad por los os injurian; orar por esas personas contra las que tenemos algo o que ellas nos muestran animadversión. Y aunque de momento no se pueda salvar la distancia afectiva, al menos esa oración hecha de corazón por tal persona, irá predisponiendo favorablemente.
          Lo que Jesús expresamente enseña que no puede ser es devolver mal por mal, guardar rencor, tomar venganza. Por el contrario, con una imagen muy propia de Jesús, que le gusta irse a los extremos, nos dice: al que te pegue en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Que está queriendo enseñar que no se devuelva el golpe, sino todo lo contrario.
          Lo que se resume en un principio fundamental de convivencia: Tratad a los demás, como queréis que ellos os traten. Y según esa norma práctica de vida, se recibirá la respuesta de la otra persona. A la violencia se responde con la violencia. A la misericordia le corresponderá misericordia. Aunque lo bueno que uno da, debe darlo a fondo perdido, sin esperar correspondencia. Que al final, lo que nos importa es la mirada de Dios.
          Estos son los principios cristianos. Que para responder a los demás en su mismo lenguaje, eso ya lo hacen los paganos y los que no tienen fe. Si sólo se hace el bien a quien nos hace el bien, no hay mérito. En cambio en devolver el bien donde recibimos un mal, estamos siendo verdaderamente hijos de nuestros Padre del Cielo. Por eso: sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados: perdonad y seréis perdonados. La medida que uséis, la usaran con vosotros. Eso ya se da en el mismo plano humano, en que somos considerados al modo en que nosotros usamos de consideración con los demás.

          La 2ª lectura (1Cor.15,45-49) nos insiste en esa misma línea. Podemos ser hombres terrenos que respondemos al modo terreno, u hombres celestiales que respondemos al modo que nos enseña Jesús y que agrada a Dios. Estamos llamados a reproducir en nosotros la imagen de Jesús, el hombre celestial. Y eso se hace en las actitudes de la vida diaria, que es donde realmente nos retratamos cada uno. En lo espiritual podemos ser hasta sublimes. Pero si nuestra realidad cristiana no se demuestra en lo pequeño, quedarán dudas sobre nuestras espiritualidades.

          Es la experiencia que nos debe quedar de la participación en la EUCARISTÍA. Que realmente va más allá del momento de participarla aquí. Que nos mueve a vivir la enseñanza del evangelio, porque es el mismo Cristo el que dijo aquello y el que viene a nosotros, y sus palabras deben resonarnos hondamente al comulgar, como palabras del evangelio que ahora son dichas expresamente a cada uno en su interior.



          Elevamos al Señor nuestras peticiones y anhelos de este día.

-         Por la Iglesia, que se hace para nosotros sacramento de perdón. Roguemos al Señor.

-         Para que sepamos hacer oraciones por nuestros parientes y los amigos, o los enemigos, si los hay. Roguemos al Señor.

-         Para que seamos compasivos con la grandeza del corazón de Dios. Roguemos al Señor.

-         Para que la Eucaristía nos lleve a vivir nuestra fe en las cosas pequeñas de cada día. Roguemos al Señor.


          Abre, Señor, nuestro corazón para que siempre sea capaz de responder con el bien, aunque nos hicieran el mal.
          Lo pedimos por medio de Jesucristo N.S.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡GRACIAS POR COMENTAR!