miércoles, 13 de febrero de 2019

13 febrero: Lo que sale del corazón


LITURGIA
                      Como decíamos ayer, la narración del Génesis sobre la Creación es doble. Y lo vemos hoy claramente cuando parece que hay como una vuelta atrás sobre lo narrado hasta aquí. Lo que hemos visto en los dos días anteriores ha sido como la presentación global de toda la Creación. Hoy (2,4-9.15-17) va desdoblando algunos aspectos. No había lluvia, la hierba y matorrales no crecían por falta de lluvia. Sólo había un manantial que regaba la superficie del campo.
          Ahora Dios modela de arcilla del suelo al hombre. Por decirlo así, en el principio era como un muñeco de barro. Y ahora Dios sopló en su nariz un aliento de vida y el hombre se convirtió en un ser vivo. Dios sopló un aliento de vida, un espíritu, un alma espiritual. ¿Por qué “en la nariz”? Porque era el orificio por donde entrar en el interior del muñeco.
          Dios pone al hombre vivo en un jardín, un ‘hábitat’ agradable y placentero, con árboles frutales apetitosos. Y en medio el árbol de la vida, el árbol del conocimiento del bien y del mal. Expresa la libertad que es parte de la esencia del hombre. A partir de ahora, lo que haga, lo hace libremente. Ya no es un muñeco.
          Y Dios muestra su soberanía poniéndole al hombre un precepto que libremente debe elegir: puede comer de todos los árboles, menos de ese árbol de LA VIDA. Que si troncha tal árbol, se producirá la muerte.
          El hagiógrafo quiere mostrar que lo que sea del hombre, vendrá por su libre albedrío; no es un autómata, no está predeterminado. Dios lo ha hecho todo bien, pero el hombre tiene que saber conocer lo que es bueno y lo que es contrario a lo bueno, y elegir. Ese árbol del CONOCIMIENTO debe ser respetado para que no se haga el mal.

          Continúa en Marcos el hecho que comenzamos a ver ayer. Mc.7,14-23 viene a concretar algo de lo que quiso expresar cuando dijo que como ésta, hacéis muchas.
          A sus apóstoles les explica, ya en la casa,  que el corazón es la fuente de donde brota lo bueno y lo malo. Y que lo que hay que cuidar es el corazón, los propios sentimientos interiores. Lo de fuera, queda fuera. Lo que sale de dentro, eso es lo que mancha al hombre. Y ahí comienza una enumeración de realidades que “manchan” y que su gravedad está en que lo que se implica en ellas es el corazón. Y lo que me llama la atención es que no establece un gradación de mayor a menor o viceversa, sino que las entremezcla a todas como indicando que tienen la misma malicia, aun siendo de materias tan diferentes, porque su maldad proviene no tanto del hecho en sí cuanto de venir implicadas por el corazón de la persona.
          La enumeración es la siguiente: de dentro del corazón del hombre salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todo eso es lo que hace al hombre impuro.
          Merece la pena releerse más de una vez, despacio y reflexivamente. Para los que dicen: “yo no robo ni mato”, le sale al paso “los malos propósitos, las injusticias, la envidia, la difamación…” Son formas tan iguales a “los robos y los homicidios”. Y en general para cualquier persona, nos está tocando el fondo del alma esa enumeración porque “el orgullo” puede estar haciendo al hombre “impuro”. ¿Y quién puede tirar  la primera piedra? A mí siempre me causa escalofrío este evangelio de Marcos, tan concreto.

          Por otra parte, el evangelista toca también el tema de las “comidas puras o impuras”, y considera que Jesús resuelve el tema con esa misma explicación. El tema de la carne de cerdo tan  álgido para un judío o un árabe, la verdad es que no tiene entrada en el aspecto religioso profundo, porque los alimentos no son puros ni impuros por sí mismos. Aquellos fariseos tan preocupados por ese tema, no están por eso alabando más a Dios. Jesús, muy gráficamente explica que eso que entra de fuera, no mancha al hombre, porque entra de fuera por la boca y no va al corazón sino al vientre, y se expulsa en la letrina. En cambio –vale de nuevo el argumento- lo que sale de dentro del corazón sí hace daño, o sí  sienta bien: depende que sea en sí buen corazón o corazón maliciado el que queda implicado en las obras.

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