miércoles, 22 de junio de 2016

22 junio: Por sus frutos los conoceréis

Liturgia
          2Reg. 22, 8-13; 23 1-3: Admira la enorme devoción que supuso reencontrar el Libro de la Ley. Unos se lo van pasando a otros hasta que es el propio rey quien sanciona la importancia del hallazgo y convoca a sacerdotes, ancianos y pueblo –chicos y grandes- para leer el Libro de la Alianza, sellando ese Pacto sagrado con Dios y comprometiéndose a seguirlo en todos sus preceptos, normas y mandatos con todo el corazón y reparando el fallo de los antepasados que no lo vivieron. Finalmente el pueblo entero se comprometió a acatar la Alianza en todas sus cláusulas.
          Lo que llama la atención es la veneración que se presta a ese Libro de la Ley y cómo los diferentes estamentos van aceptándolo y asumiendo religiosamente.

          Siguen los diversos pensamientos de Jesús que ya se habían empezado a ver. Mt 7, 15-20 nos empieza presentando la advertencia de Jesús sobre los falsos profetas, que se presentan con piel de oveja pero que, en la realidad, son lobos rapaces. El falso profeta se presenta engañosamente. Sabe que si se presentara de frente no iba a conseguir nada. Por eso se presenta con piel de oveja de manera que no pudieran advertirlo en un primer momento. Luego, cuando ya tiene cogida a su víctima es cuando le suelta la dentellada, como propio de lobos rapaces. Jesús lo advierte para que no se engañe nadie. ¿Pensaba en los fariseos, siempre hipócritas, que actuaban entre las gentes con apariencias de buenos, pero engañaban y se aprovechaban de su título de “maestros” (rabinos)?
          Luego completa el pensamiento advirtiendo que las uvas no se cosechan en las zarzas ni los cardos dan higos. Cada árbol da el fruto que le corresponde. Y dentro de eso, el fruto es bueno o es malo, dependiendo de que el árbol esté sano o esté dañado.
          Las obras de cada momento corresponden a la calidad del árbol. Un árbol sano da frutos sanos; un árbol dañado da malos frutos. Y el árbol que no sirve, es arrancado y echado al fuego.
          Hay que volver a preguntarse si tenía en su mente a los fariseos como “árboles” de apariencias buenas pero en los que al final se encuentran hojas pero no higos. Que ahí puede estar toda aquella “parábola en acción” de la higuera en la que no pudo encontrar fruto.
          Pero nos quedaríamos muy lejos de la reflexión a la que nos llama la Palabra viva de Dios si nos quedáramos pensando en los fariseos y no hiciéramos una retrospección sobre nosotros mismos, y ver y analizar nuestros frutos. Y por nuestros frutos mirar al fondo de este “árbol”… Que no se trata de que sea “árbol malo” sino “dañado”, es decir, que debiendo dar mejores frutos nos quedemos en ser candiles cuando por vocación somos estrellas. Esta es la reflexión que debe siempre de inquietarnos sanamente, no para perder paz sino para alcanzar más paz, la que procede de tener la conciencia abierta a los detalles propios de la finura del amor.
          Por seguir el ejemplo del “árbol”, podríamos decir que una cosa es el árbol bravío que, aunque bueno, es bravío: su fruto no es de buena presencia ni agradable de comer. Y no hay que arrancar ese árbol, pero hay que “injertarlo” para que los frutos que dé sean sabrosos y jugosos.
          Así nos quiere Jesús. Y ya no nos hemos quedado en la materialidad del “árbol bueno o malo”, sino que nos hemos planteado el “árbol mejor”, el que agrada a Dios, el que es propio del seguimiento de Jesús.

          La conclusión final de Jesús es que por sus frutos los conoceréis, y nosotros estamos planteando dar los mejores frutos, porque así honramos mejor a Jesús y porque nosotros tenemos la satisfacción más fuerte de presentarle a Jesús la bandeja de buenos frutos, que él espera de nosotros, y para la que nos ha puesto delante estas enseñanzas. Pueden pasarse un poco de largo, de carretilla. O pueden interiorizarse al estilo de todo este discurso de Jesús, con el que él está estableciendo las bases fundamentales de su vida y de la de sus discípulos.

2 comentarios:

  1. Ana Ciudad9:33 a. m.

    CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA 8Continuación)

    ORAR CON MARÍA

    "Pide a María con devoción, ella no dejará sin atender tu necesidad, puesto que es misericordia, aún más, la madre de la misericordia".

    ¿QUÉ PODEMOS APRENDER DEL MODO DE ORAR DE LA VIRGEN MARÍA?.-Aprender a orar con María es unirse a su plegaria:"Hágase en mí según tun palabra"(Lc 1,38).Orar es, en definitiva, la entrega que responde al amor de Dios. Si como María decimos "Sí", Dios tiene la oportunidad de vivir su vida en nuestra vida.
    Ella, María se dirige a nosotros diciendo:No tewngas miedo de él. Ten la valentía de arriesgar con la bondad. Comprométete con Dios; y entonces verás que precisamente así tu vida se ensancha y se ilumuna, y no resulta aburrida, sino llena de infinitas sorpresas, porque la bondad
    de Dios, no se agota jamás.

    QUÉ DICE E AVEMARÍA?

    Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
    Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte,Amén.

    Ave María: (te saludo María):La primera parte de la oración más importante y conocida después del Padrenuestro se refiere a la Biblia(Lc 1,28;Lc 1,42). La segunda parte"ahora y en la hora de nuestra muerte",es un añadido de siglo XVI.

    Continuará

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  2. Siempre hay lobos que disgregan a las ovejas las confunden porque se presentan como corderitos. La advertencia de Jesús es para que no caigamos en la tentación de hacer las cosas como ellos, con poca caridad, con afán de protagonismo personal, ignorando a los más pobres de la Comunidad. Jesús nos dice que debemos saber valorar a las personas más allá de las apariencias inmediatas. Que los buenos frutos se recogen después de un largo proceso de crecimiento t maduracióm. Unidos a Jesús, si vivimos en la sinceridad y la verdad como Él ; y, seremos árboles que produzcan buenos frutos para el bién común.

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