domingo, 12 de junio de 2016

12 junio: Amar mucho; perdonados mucho

Liturgia
          David ha obrado mal. Pretendiendo ocultar su pecado de adulterio, ha caído en otro peor: ha buscado la muerte de Urías. Y ahora se le presenta el profeta Natán (2Sam 12, 7-10. 13) a hacerle los cargos. Y se los hace poniéndole en contraposición todo lo bueno que ha recibido del Señor. Hasta entonces no había caído en la cuenta de su fechoría. Pero en este momento en que Natán se lo hace ver, David reconoce su pecado. Y Dios le perdona.
          Para que haya perdón tiene que haber reconocimiento de la culpa, sin buscarle tapujos. Y David bajó la cabeza ante el profeta y dijo: He pecado contra el Señor.
          En el evangelio (Lc 7, 36-50) un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer a su casa. Y durante aquella comida entró en el patio del banquete una mujer que se echó a los pies de Jesús, llorando, y ungiéndoselos con un perfume.
          El fariseo no ve más que el hecho y se escandaliza. Y piensa que si Jesús fuera profeta sabría quién y qué es la mujer aquella: una pecadora.
          Y Jesús se vuelve a él y le cuenta una “historia”: un prestamista tenía dos deudores, que le debían cantidades muy diversas. Y no teniendo con qué pagarle, fueron perdonados los dos. ¿Cuál crees tú que deberá estar más agradecido?
          Vista así la historia, al fariseo le era muy fácil opinar: Supongo que aquel a quien le perdonó una cantidad más grande. Y Jesús asiente: Has juzgado rectamente. Lo que no había sabido calibrar el fariseo es que aquello iba con él. Y Jesus se lo puso ante los ojos muy claramente, haciéndole ver que él había caído en falta de muchos detalles que son propios de la acogida amistosa de un invitado. Pero que todo lo que él no había hecho, lo había suplido aquella mujer. Por eso te digo: sus muchos pecados le son perdonados porque amó mucho. Al que poco se le perdona –o cree que a él hay poco que perdonarle- poco ama.
          Y dirigiéndose a la mujer, le dice; Tus pecados son perdonados. Aquello levantó la pregunta entre los presentes: ¿Quién es este que hasta perdona pecados? Jesús se dirige de nuevo a la mujer y le dice: Tu fe te ha salvado; vete en paz.

          Ha quedado patente que el perdón de los pecados es una cuestión de amor, de la densidad del amor. Lo que significa para nosotros que el sacramento de la Penitencia ha de vivirse desde una relación de amor. Y que, partiendo de una realidad sucedida (la que da un examen de conciencia bien hecho), el resto no es “tranquilizar” la conciencia sino abrirse al amor a Dios y al amor de Dios. De ahí, como ya he escrito tantas veces, el planteamiento del penitente tiene que ir hacia el agrado a Dios: ¿qué hacer, como vivir ahora en adelante, para que la actitud del alma esté mucho más fina y delicada con Dios.
          En la 2ª lectura, San Pablo escribe a los fieles de Galacia que lo que une a Dios y perdona los pecados no es el mero cumplimiento de la ley, sino la fe en Dios, traducida en términos de amor. Por eso Pablo vive en la fe en el Hijo de Dios que se entregó a la muerte por él.
          Todo se concentra finalmente en el misterio eucarístico, que es precisamente la entrega total que hace Cristo de sí mismo por su amor ilimitado a la humanidad. Nosotros somos llamados a amar también mucho, porque bien sabemos de lo muy mucho que nos ha perdonado el Señor.

          Dios y Padre nuestro: escucha las súplicas que te dirigimos:
-          Para que aprendamos a no juzgar por las apariencias, Roguemos al Señor.

-          Para que agasajemos a Jesús en detalles de nuestra vida. Roguemos al Señor.

-          Para que sepamos reconocer sinceramente nuestros pecados, Roguemos al Señor.

-          Para que hagamos de nuestros arrepentimientos una confesión de amor, Roguemos al Señor.


Danos la gracia de sentir nuestro pecado no como algo que nos separa de Jesús sino que nos lleva a una búsqueda más delicada de amor a él. Lo pedimos por el mismo Jesucristo N.S.

2 comentarios:

  1. Ana Ciudad9:30 a. m.

    CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (Continuación)

    REVELACIÓN DE LA ORACIÓN.

    " Un sólo pensamiento de hombre vale más que todo el mundo; por tanto , sólo Dios es digno de él"(San Juan de la Cruz)

    EL HOMBRE BUSCA A DIOS. Por la Creación Dios llama a todo ser desde la nada a la existencia.Coronado de gloria y esplendor , el hombre es , después de la ángeles, capaz de reconocer ¡qué glorioso es el ¡Nombre del Señor por toda la tierra!.Incluso después de haber perdido, por su pecado, su semejanza con Dios, el hombre sigue siendo imagen de su Creador. Conserva el deseo de Aquel que le llama a la existencia.

    DIOS ES QUIEN PRIMERO LLAMA AL HOMBRE.-Olvide el hombre a su Creador o se esconda lejos de Él, corra detrás de sus ídolos o acuse a Dios de haberlo abandonado, Dios vivo y verdadero llama incansablemente a cada persona al encuentro misterioso de la oración. Esta iniciativa del Dios fiel, es siempre lo primero en la oración, y la actirtud del hombre es siempre una respuesta.A medida que Dios se revela, y revela al hombre a sí mismo, la oración aparece como un llamamiento recíproco .A través de palabras y de acciones tiene lugar un trance que compromete el corazón humano.Este se revela a través de toda la historia de la salvación.

    Continuará

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  2. En mi opinión es muy necesaria en nuestros días una "nueva pedagogía" acerca del Sacramento de la Penitencia, o simplemente "alguna pedagogía". Puede parecer sencillo para el confesor a veces (o no, realmente no lo se), el acto de la confesión, sin embargo mi experiencia y observación, y un poco mi intuición, me dicen que mucha gente no acude a confesar por diversas razones, todas comprensibles para mi. La Iglesia debería estudiar hoy esas razones, al igual que está haciendo con otros temas.
    Diré alguna cosa más. Mi experiencia de muchos años ya en la Iglesia, me dicen que poco se habla de la confesión y que se desaprovechan muchas oportunidades de explicar a los fieles todo lo relativo a este sacramento. De hecho, puedo afirmar que en todos mis años en la Iglesia he recibido muy poca instrucción acerca del Sacramento, y todo lo que he conocido o lo he buscado por mi cuenta o lo he hecho por intuición. Yo me pongo en estos momentos en el lado del pecador, y veo que hoy tiene muchas dificultades para acudir al Sacramento de la confesión. Hay diversos motivos ajenos al pecador.
    El que tiene un amigo sacerdote tiene un tesoro, pero no todos lo tienen desgraciadamente. La misericordia nos debe llevar a reflexionar sobre esto en vez de juzgar al pecador que acude a confesar y no lo hace bien a juicio del confesor. Debemos aprender a valorar a cada uno de los que se acercan a confesar con corazón arrepentido y animarlos mucho, que se sientan amados y acogidos realmente. Así habremos ganado al pecador. Al mismo tiempo dejarse ver de vez en cuando los confesores también como pecadores, a ejemplo del Papa Francisco, es algo muy saludable, y que poco se ve.

    En resumen, hay una voz que me dice que es hora de quejarse menos por que se confiesa poco, y ponerse manos a la obra para facilitar la confesión de múltiples formas. No todo el mundo tiene la misma forma de ser, no todos tienen la misma sensibilidad, no todos tienen el mismo conocimiento. Lo mejor es la sencillez, la acogida y el acompañamiento hasta el confesionario casi. Evitar el juicio de "fulanito no confiesa nunca", y cambiarlo por "¿Que puedo hacer yo para que fulanito comprenda los beneficios de la confesión?". No me hagan mucho caso, es una reflexión que hago por la mañana temprano de un día cualquiera.

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